“La empleada ya me mira de pies a cabeza con desprecio y dice: ‘ya sabe lo que tiene que hacer’. Paso por el detector con ropa, sin corpiño, entro a la sala de revisión con otras tres o cuatro mujeres, nos sacamos la ropa. Y comienza la sesión de tortura: ‘abajo, haz fuerza, está cerrado, haz fuerza, tose, abajo otra vez, pon la mano y abre, no estoy viendo’. ¿Qué es lo que quiere ver? ¿Mi útero? ¿Para qué todo eso? Y la tortura vuelve: contra la pared, recuéstate, abre más las piernas, haz fuerza como si fueses a tener un bebé. ¿Qué? Yo no tengo hijos, no sé cómo es esa fuerza, pero hago todo eso. Pero nada es suficiente para las empleadas, y entonces llaman a otras para que me revisen y empieza todo otra vez. Ahí, nerviosa, empiezo a llorar. Entonces atentan contra mi psicología: ¿por qué está llorando? Dale, pon la mano y saca la droga, sácala, porque sé que la tienes. Mi respuesta es: estoy cansada, desde ayer que estoy en la puerta de la cárcel, sólo quiero ver a mis familiares, no tengo drogas adentro mío”.
“Soy tratada como un pedazo de carne, recibo de las agentes insultos y maltrato. Tengo que agacharme de frente tres veces, que es lo establecido por las normas de la prisión. Pero no es eso lo que sucede, porque ella me hace agachar, dependiendo de la agente, de cinco a seis veces, afirmando que no está consiguiendo ver. Ahí viene la pregunta: ¿visualizar qué? Soy una trabajadora y me siento totalmente inútil ante esas situaciones, porque incluso conociendo mis derechos y las leyes, la jerarquía prevalece, y dentro de las unidades los que dictan las reglas son ellos”.
“Después de haber hecho el procedimiento, la empleada tomó mi ficha, me pidió que me vista y me llevó hasta el baño. Me apoyé contra la pared e hice fuerza por 20 minutos. Abrí, pasé papel higiénico, tosí. Pedí por el amor de Dios y les dije que no tenía absolutamente nada. Pero el cuestionario no terminó”.
Los fragmentos arriba son declaraciones de mujeres que tienen parientes presos. Constan en un informe que Conectas, una organización internacional de derechos humanos, entregó la semana pasada al Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, en una reunión en Ginebra, en Suiza.
El documento denuncia una situación degradante reinante en el sistema carcelario brasileño: familiares de presos que sufren revisiones manuales dentro de sus orificios genitales cuando visitan a sus parientes. Ni mujeres gestantes y niños escapan de eso. La práctica incluye también desnudez completa y sentadillas forzadas. Es conocida como “revisión vejatoria”. La organización va a pedirle a la ONU que Brasil sea instado a poner un fin inmediato a esa práctica.
La “revisión vejatoria” es hecha con el objetivo de evitar la entrada de drogas, chips de celular y otros objetos prohibidos en las cárceles. Pero la investigación realizada por la Red de Justicia Criminal, de la cual Conectas forma parte, descubrió una situación curiosa.
Con base en documentos oficiales provistos por la Secretaria de Administración de Penitenciarias del Estado de São Paulo, se constató que sólo 0,03% de los visitantes cargaban ítems considerados prohibidos. La investigación tuvo en cuenta datos recolectados por el gobierno entre 2010 y 2013.
Según la abogada de Conectas Vivian Calderoni, considerando que cada uno de los casi 500.000 presos del país vienen de una familia con, por lo menos, tres integrantes, el universo de personas que pasan por ese trato degradante está en torno a los 1,5 millones de brasileños.
Para la abogada, la práctica abusiva es usada como una forma más de punición contra los presos, extendiendo la pena a personas que nunca tuvieron una condena. “Eso nunca favorecerá la reintegración del preso a la sociedad. Por el contrario, alimenta una cadena de indignación, rencor y odio”.
Frente a los absurdos que suceden en las cárceles y penitenciarías del país, este puede parecer un problema menor. Pero no es. Hiere frontalmente los derechos y las garantías contempladas en la Constitución.
Paralelamente al documento entregado a las Naciones Unidas, un grupo de 89 entidades ligadas a los derechos humanos está presionando al Senado para colocar en votación el proyecto de ley que pone fin a la revisión íntima. La presidencia del Senado dice que el proyecto “tendrá prioridad” en la agenda. Vamos a ver.