Desde que a fines de los ochenta se vio que la toma regular de bajas dosis de aspirina reducía la probabilidad de sufrir infartos cardiovasculares y ACVs, su uso comenzó a generalizarse entre personas de mediana edad hasta volverse enormemente popular.
Treinta años más tarde, nuevas evidencias parecen indicar sin embargo que el riesgo de sangrado que implica el uso diario de aspirinas no justifica en todos los casos sus beneficios como protector cardiovascular.
Las nuevas evidencias cuestionan específicamente el uso de aspirina para la prevención primaria de infartos; es decir su indicación a personas que no han sufrido eventos cardiovasculares o ACVs. Y es que al analizar los efectos entre ellas los investigadores no encontraron beneficios significativos en cuanto a la reducción de mortalidad y en cambio vieron un claro aumento en el riesgo de hemorragias.
Un estudio publicado recientemente por la Oxford University Press señala que por cada 1.000 pacientes que tomaron aspirina durante cinco años hubo cuatro eventos cardiovasculares menos, pero siete episodios más de hemorragias a nivel gastrointestinal.
“No debemos asumir que todas las personas se benefician tomando una dosis baja de aspirina al día. De hecho, los datos muestran que los beneficios potenciales son similares a los daños potenciales para la mayoría de los pacientes que no han tenido un evento cardiovascular y la están tomando en forma preventiva”, comenta Mark Ebell, uno de los responsables de esa investigación.
Las nuevas evidencias publicadas por Oxford no constituyen un caso aislado. En base a otros estudios que arrojaron resultados similares, “varias guías internacionales modificaron este año los criterios de indicación de la aspirina para la prevención primaria de infartos, es decir en pacientes que no han tenido un evento cardiovascular”, explica Ricardo López Santi, coordinador de la sección de Prevención Cardiovascular del Hospital Italiano de La Plata y ex presidente de la Federación Argentina de Cardiología (FAC).
“A partir de nuevas evidencias, ya a principios de este año empezó a plantearse no indicar aspirinas de manera preventiva a pacientes que tuvieran un riesgo cardiovascular bajo porque se vio que entre ellos el efecto protector no es tan importante como el riesgo de sangrado en el estómago o en el intestino”, comenta López Santi.
“De acuerdo con los nuevos criterios de indicación -explica-, una persona de 50 años que tiene un riesgo cardiovascular entre leve y moderado (porque tal vez tiene el colesterol elevado y no hace actividad física) no debería comenzar a tomar aspirina en forma preventiva; como así tampoco una persona de 70 años sin factores de riesgo más allá de su edad.
No obstante ello sigue sin cuestionarse la importancia del uso preventivo de la aspirina en personas que han sufrido infartos, accidentes cerebro vasculares, angioplastías o cirugías cardíacas, porque “en ellas los beneficios que ofrece la aspirina diaria superan claramente el riesgo potencial de sangrados, gastritis y úlceras. Es muy importante que esto último quede claro porque la interrupción de toma de aspirina entre pacientes bajo tratamiento preventivo por haber sufrido algún evento cardiovascular puede ser peligroso”, remarca el cardiólogo.