Descifrando la historia: el MIT inventa un método para descodificar cartas ilegibles

Tras varios años de trabajo, los expertos han sido capaces de conseguir obtener el contenido de documentos tan dañados que es imposible abrirlos sin dejarlos inservibles.

A lo largo de los años, muchos son los documentos que siguen sin resolver. El manuscrito Voynich, las cartas de Zodiac o los Beale Papers, entre muchos otros, son cartas escritas en código que, a pesar de las concienzudas investigaciones de los expertos, aún siguen sin tener un significado que podamos interpretar. Es fácil entender que si el receptor no conoce el código no podrá desvelar el mensaje, pero, en ocasiones, aún entendiendo el lenguaje no se han podido resolver, fundamentalmente por el mal estado de conservación de los escritos. Hasta ahora, que se ha encontrado por primera vez una solución al respecto.

Pongamos un ejemplo muy sencillo: los rollos del Mar Muerto, que datan de varios siglos a. C., fueron escritos en hebreo y arameo prácticamente en su totalidad, dos idiomas que se conocen desde el inicio de los tiempos; los códigos con los que se comunicaban los nazis en la II Guerra Mundial, gracias a la máquina Enigma, era un lenguaje artificial creado en los primeros años de la década de los 40 del siglo pasado. Pues bien, se consiguió descifrar antes los escritos cifrados del conflicto bélico que aquellos textos que contenían un idioma conocido por millones de personas. ¿El motivo? El estado de los documentos.

A veces, conocer el lenguaje en el que está escrita una determinada información no es suficiente para conseguir desvelarla, pues en la gran mayoría de ocasiones el mal estado de conservación del soporte da lugar a que cualquier movimiento en falso termine por arrancar la propia tinta con la que se ha realizado el texto y se pierda la información. Ahora, por primera vez en la historia, el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) ha sido capaz de desarrollar un sistema para conseguir leer cualquier carta que se encuentre sellada sin necesidad de abrirla.

Los investigadores del MIT partieron de una premisa clara. Si el principal problema para poder leer el contenido de aquellos documentos que por su estado de conservación son muy frágiles es su propio soporte, ¿existiría alguna manera de poder leerlos sin abrirlos físicamente? A partir de ahí, el equipo científico comandado por Jana Dambrogio decidió buscar un sistema con el que tratar de obtener la información de un documento cerrado y reproducirlo sin que el soporte sufriera daño alguno. Tras varios años de trabajo, el MIT ha conseguido su objetivo.

En un estudio publicado en la revista ‘Nature’, los expertos del MIT dieron a conocer su sistema de lectura de documentos cerrados gracias a la tomografía computarizada de alta resolución. Básicamente, se trata de tomar una imagen de rayos X en 3D del documento. Una vez hecho, se consiguen detectar los trazos y, con ello, los diferentes caracteres que conforman la carta. A partir de ahí, el sistema detecta cuántas capas de papel hay (y, por ende cuantas veces está doblado el documento) y consigue reconstruir la geometría de la carta para devolverla a su estado original.

O, dicho de otra manera, hace una recreación del papel doblado, que lo transforma en un documento virtual sin dobleces y escrito de manera lineal, con lo que consigue extraer toda la información de su interior sin tener que manipular el documento original. Para ello, el sistema no solo tiene que detectar los caracteres, sino que tiene que interpretar que algunos están doblados o girados sobre sí mismos en un pliegue y reconvertirlos en el caracter original al que pertenece. Es decir, el algoritmo transforma ese documento ajado y delicado en una hoja de procesador de textos con la que poder trabajar.

Los investigadores han decidido comenzar las pruebas con algunas de las cartas más misteriosos de la historia, en concreto, con la colección Brienne. Se trata de una serie de misivas que llegaron a la casa de correos de La Haya, donde Simone de Brienne y su esposa Marie Germain trabajaban como responsables. Antiguamente, las cartas no eran pagadas por quien las enviaba, sino por quien las recibía y, por esa razón, algunas casas de correos decidían no deshacerse de aquella correspondencia que no se recogía por si, en algún momento, alguien la reclamaba y les suponía un ingreso adicional.

En el caso de la colección Brienne, se trata de una serie de cartas que nunca nadie recogió, que fueron todas enviadas en siglo XVII y que son más de 600 en total. Para hacer la prueba, el equipo del MIT decidió coger una al azar y, al analizarla, el resultado fue inequívoco: un ciudadano de Lille llamado Jacques Sennacques escribió una carta a su primo Pierre le Pers para hacerle llegar el certificado de defunción de un tercer familiar. Durante cinco siglos, la información de esta carta estado oculta y, ahora, sin abrirla, los expertos han sido capaces de descifrarla. El objetivo es continuar con el resto de las cartas de la colección, pero en un futuro también se podría utilizar para descifrar cualquier documento histórico similar y dar a conocer secretos que, hasta ahora, dormían el sueño de los justos.