Puede convertirse en el nuevo elixir de la juventud. La proteína GDF11 ha demostrado su capacidad para rejuvenecer el cerebro y los músculos; entre ellos, el corazón. El descubrimiento surge de dos investigaciones coordinadas por la Universidad de Harvard.
Aunque los experimentos se realizaron en ratones, los investigadores recalcan que la misma proteína actúa en el cuerpo humano. El equipo de Harvard ya anunció su intención de iniciar ensayos de un fármaco basado en esta proteína en personas voluntarias en un plazo de tres a cinco años. En principio, los ensayos no incluirán a personas sanas que deseen retrasar su envejecimiento sino a personas que sufran enfermedades asociadas a la edad; por ejemplo, patologías neurodegenerativas como el Alzheimer y la insuficiencia cardíaca. Si se confirman la eficacia y la seguridad del tratamiento, los ensayos se podrían ampliar más adelante a la prevención del envejecimiento en personas sanas.
Las investigaciones se inspiraron en experimentos anteriores de parabiosis en los que se unieron los aparatos circulatorios de dos ratones de edades diferentes. En estos experimentos, se observó que los ratones más viejos recobraban el vigor que habían perdido, lo que hacía suponer que algo en la sangre de los ratones más jóvenes tenía un efecto rejuvenecedor.
Los investigadores de Harvard, que forman parte de equipos distintos aunque colaboran entre ellos, han identificado la proteína GDF11 como la responsable -o, por lo menos, una de las responsables- de este rejuvenecimiento. Esta proteína se encuentra en cantidades mucho más altas en la sangre de ratones jóvenes que en la de ratones viejos.
El investigador Lee Rubin, especialista en enfermedades neurodegenerativas, observó que la proteína favorece el crecimiento de nuevas neuronas y vasos sanguíneos en el cerebro, de modo que el cerebro de animales viejos vuelve a parecerse anatómicamente al de animales más jóvenes. Además, Rubin ha comprobado que estas neuronas y vasos sanguíneos son funcionales, ya que los ratones recuperan habilidades cognitivas que habían perdido con el envejecimiento. “Pensamos que habrá una manera de revertir en parte el declive del envejecimiento con una única proteína”, declara Rubin en un comunicado difundido por la Universidad de Harvard, “podría ser la propia molécula GDF11 o una similar a ella”.
En la segunda investigación, Amy Wagers ha demostrado que se pueden reparar los daños del ADN en células madre musculares con inyecciones de GDF11. Los experimentos utilizaron ratones con la edad equivalente a los 70 años en una persona y que han recuperado la fuerza, la resistencia y el tejido muscular de cuando eran más jóvenes.
Los resultados de ambas investigaciones se presentaron ayer en la web de la revista Science. También ayer, un equipo de la Universidad de Stanford (EEUU) anunció que, cuando se conectan los sistemas circulatorios de dos ratones de edades distintas por parabiosis, mejoran la memoria y la capacidad de aprendizaje del ratón de más edad. Según los resultados presentados en la revista Nature Medicine, la principal mejora se observa en el hipocampo, una parte del cerebro muy afectada por la enfermedad de Alzheimer. El equipo de Stanford ha creado la compañía de biotecnología Alkahest para desarrollar nuevas terapias a partir de los resultados de su investigación.
Los equipos de Harvard, por su parte, están en negociaciones para conseguir la financiación que les permita continuar con las investigaciones hasta conseguir un fármaco. Aún no han averiguado cómo actúa exactamente la proteína GDF11 en el organismo. Pero, tras demostrar que restaura la función cognitiva y cardiaca, así como la fuerza muscular, en ratones viejos, “apostaría que estos resultados se traducirán en un ensayo clínico y un tratamiento”, declara Rubin.