También revelaron problemas causados por el narcomenudeo; hay niños de 8 años con trastornos por el consumo de marihuana y de alcohol.
“Me siento entre sombras”, le dijo Emilio a una señora desconocida, los dos sentados en el pasillo del Centro de Prevención de Adicciones (CPA) de la ciudad de Pergamino. El niño esperaba a su madre que había entrado a ver a la psicóloga y a la trabajadora social. Dentro del consultorio las mujeres buscaban una salida al consumo de drogas del chico…decían cosas como jalar, pastillas, nafta, merca…
Emilio no es un caso aislado. Esta escena se vive cada día en distintos puntos de la provincia, y es porque desde los 12 años los chicos bonaerenses se ven expuestos al consumo, a la comercialización de drogas y hasta al uso de armas. Como en el caso de Emilio, los niños del interior también padecen esta realidad que sufren hace unos años los chicos del conurbano. Allí, en las situaciones más extremas, algunos niños de apenas ocho años ya registran problemas derivados del consumo de alcohol y marihuana.
Un extenso informe que releva datos y testimonios del conurbano y el interior de la provincia sobre los sectores marginados precisa que los 12 años es la edad de inicio, y a partir de allí, hasta los 18, es la edad crítica en que los jóvenes son más vulnerables, ante la ausencia del Estado.
Los datos fueron relevados por los integrantes del Instituto de Investigación sobre Jóvenes, Violencia y Adicciones, un organismo dependiente de la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires, que tiene por finalidad conocer detalles de las problemáticas y brindar un certero diagnóstico para el diseño de políticas públicas.
El trabajo se realizó en 17 partidos de la provincia. Bahía Blanca, La Plata, Chascomús, Mar del Plata, Olavarría, Pergamino, Escobar, Junín, Baradero, Partido de la Costa y San Nicolás de los Arroyos, en el interior, y en los distritos conurbanos de Tigre, Quilmes, La Matanza, San Martín, Esteban Echeverría y Lomas de Zamora.
Ese instituto es dirigido por el diputado bonaerense del Frente para la Victoria Fernando “Chino” Navarro, quien con sus colaboradores recorrieron durante un año la provincia con el objetivo de registrar historias y experiencias de consumo problemático de sustancias tóxicas.
Los referentes coinciden en que lo más común es el “policonsumo de sustancias”: alcohol, psicofármacos, marihuana principalmente, en algunos casos también cocaína e inhalantes. Las causas que pueden explicar esta problemática van desde la falta de amor, la ausencia de límites y el descontrol, hasta los problemas de salud, educación y trabajo.
¿Por qué desciende la edad de inicio? El diputado Fernando Navarro admite: “No tuvimos capacidad de ver el problema. Ni la provincia de Buenos Aires ni el gobierno porteño. El fenómeno sorprendió en las ciudades más pequeñas. Allí no se esperaba”.
El ex diputado radical bonaerense Walter Martello opinó que la edad de inicio a las drogas bajó “por una cuestión multicausal, pero en general es la edad de mayor desprotección del Estado”. Los chicos deberían iniciar el ciclo escolar secundario, “pero la mayoría lo abandona, y es allí donde no se ofrecen alternativas”.
Estas alternativas no sólo incluyen el consumo de sustancias: también el uso de niños como soldaditos para el narco menudeo, y la portación de armas asociada a esta actividad.
Menores con ametralladoras
En los allanamientos ordenados por el titular del Juzgado de Responsabilidad Penal Juvenil N° 1 de San Martín, Gabriel Peñoñori, se encontraron subfusiles, granadas y hasta ametralladoras. Un fiscal de drogas, entrevistado por el citado instituto, admite: “Se ve a los pibes de 10, 11, 12 años que trabajan para los transas, avisando si viene la policía o directamente vendiendo droga. Muchos de esos chicos están armados”.
A los 13 años, Nicolás, del barrio Facundo Quiroga II de Olavarría, probó marihuana por primera vez. Entró en el baño de la escuela, unos chicos que estaban fumando le ofrecieron y él dijo que sí. Hacía muy poco había fallecido su hermano. Desde ese día empezó a pasar por su cuerpo un derrotero de drogas: cocaína, pastillas, Poxi-ran. En ese distrito del interior, la mayoría de los jóvenes entrevistados por dicho instituto coincidieron en que comenzaron a consumir sustancias en la escuela.
Consumo de psicofármacos
En el barrio El Centenario, de Mar del Plata, el drama es el consumo de psicofármacos. Miguel, referente del barrio y coordinador territorial de la Sedronar, se da cuenta cuando llega un cargamento de pastillas porque los pibes “quedan arruinados”. Los pibes son chicos de entre 12 y 15 años que, para Miguel, no pueden controlar el consumo: “No queremos que usen esas drogas porque les detonan la cabeza”.
Mario vive en Villa Caracol, en Bahía Blanca, y participó de pequeño de un taller que funciona en la capilla de su barrio. Pero ahora, a los 16, dejó la escuela y tampoco va más al Programa Envión. Su abuela, quien lo cría, lo anotó en un Centro de Formación para un taller de metalmecánica. Durante las primeras clases se sentía entusiasmado, hasta que no quiso ir más porque no tenía zapatillas y eso le daba vergüenza. Hasta que la mujer logró que el padre del chico se las comprara, Mario volvió al consumo.
La psicóloga del Centro de Prevención de Adicciones de Pergamino, Laura Dueñas, sabe de necesidades: “Hay sólo una psicóloga cada tres salas de salud barriales, y no se genera la demanda porque no hay un laburo territorial interdisciplinario. Los barrios están acéfalos en ese sentido, no hay una política que cubra y capacite, no se generan lazos con el lugar en el que están. No hay un abordaje desde la salud mental y las adicciones forman parte de eso, pero todo se deriva al CPA”. A ella le han llegado chicos de 8 años con problemas de consumo de drogas, chicos que no tienen un lugar de referencia, que no van a la escuela, que no saben ni siquiera qué les gusta hacer.
En el barrio Kennedy, donde ella trabaja, se consume sobre todo alcohol y pegamento. Laura los ve: a las diez de la mañana los chicos que no van a la escuela están sentados tomando. Ella sabe, también, que no hay centros culturales ni clubes. Y sabe lo más preocupante: “Tenés pibitas de 15,16 años que se prostituyen, cambian una bolsita por sexo”. La misma situación ocurre en Puerta de Hierro, un barrio sobre la avenida Crovara, en La Matanza.
En el CPA de San Justo, el más cercano a ese asentamiento del conurbano, no hay registro de chicos con consumo de paco que concurran a tratarse allí. Y no es porque no los haya. La asistencia, así, está cerca pero no llega. En Bahía Blanca, en los barrios Bajo Rondeau y Villa Caracol, la situación es muy parecida ya que el CPA atiende sólo en el centro. Para atenderse, Ariel, de 14 años, tiene que tomar dos colectivos y en la entrevista está media hora. No quiere ir más porque dice que pasa más tiempo viajando que en el lugar.
Alternativas
En el conurbano, muchos jóvenes intentaron hacer un tratamiento en los espacios tradicionales de asistencia pero no fue allí donde encontraron la salida. Lo que no logró el Estado lo pudo la música, la militancia, el deporte o la religión. Canto y baile, taekwondo y fútbol, la biblia, y para algunos incluso la familia: “La manera de rescatarse es buscarse una novia, armar una familia o un laburo legal”, dice Iván, del barrio Independencia en La Matanza.
En un año de trabajo, los problemas más importantes que se encontraron en los niños y jóvenes bonaerenses fueron: la deserción escolar, el embarazo, los circuitos de violencia que atraviesan y el consumo de sustancias psicoactivas. Además, desde el Instituto de Investigación sobre Jóvenes, Violencia y Adicciones concluyeron que la temática del consumo de las drogas se enfoca sobre todo desde la asistencia y no tanto desde lo preventivo.
“La pobreza y la desigualdad no es el único determinante: falta responsabilidad de la sociedad y del Estado en publicitar al alcohol como incio a las drogas. Hoy el narcomenudeo aparece ante imposibilidad de acceder a trabajo formal. Hay compromiso de todos los partidos políticos de trabajar para cambiar esta realidad”, sostuvo a LA NACION el diputado Navarro.