El Exemplar aún está amarrado en el Puerto de Bahía Blanca; en pocos días, y después de 10 años, partirá de la Argentina.
En pleno cepo cambiario, la compra de gas natural licuado al exterior se convirtió en un negocio millonario, además de en una de las principales salidas de dólares del país; solo por el Puerto de Bahía Blanca, uno de los dos habilitados junto al de Escobar, se importaron US$10.000 millones desde 2008
Llegó para atender un pico de demanda de gas después de un invierno que demostró que en la Argentina que no se podía prender la calefacción, bañarse con agua caliente y producir al mismo tiempo. Pero desde aquel 30 de mayo de 2008 pasaron 3780 días, el barco regasificador que ancló en Bahía Blanca nunca más se fue. Durante ese tiempo, el Estado pagó por su alquiler y operación 1262 millones de dólares y llegó a operar en 2014 unos 42 barcos.
En estos 10 años, a su lado, amarraban otros barcos, llamados tanques. Traían centenares de metros cúbicos de gas natural licuado (GNL) en sus bodegas. Apareados en el agua, se iniciaba el pasaje de una embarcación a otra. Mientras el combustible entraba a la red, miles de millones de dólares se iban al exterior.
Se pensó para unos meses y, de hecho, el primer año recibió seis cargas; cinco años después, en 2013, esa cuenta cerraba en 42. Fue una conjunción perfecta entre negocios millonarios y necesidad.
Pero ahora el Gobierno decidió desenchufar el buque de la terminal de Bahía Blanca porque cree que ya no será necesario por la nueva inyección de gas que llegará este año desde Vaca Muerta , el yacimiento no convencional en el que se basan todas las expectativas energéticas del país.
La partida del barco regasificador que aún está amarrado en el Puerto de Ingeniero White es el final de la importación de una parte del combustible importado con el que se trató de suplir la falta de producción nacional. Aún queda uno similar en Escobar, que inyecta gas al cordón urbano del área metropolitana. Pero ese, por ahora, se mantendrá.
El millonario contrato de locación de obra de regasificación se celebró entre YPF y Enarsa mediante una carta oferta que tiene fecha del 13 de marzo del año 2008. Por entonces, la petrolera estatal estaba conducida por Exequiel Espinoza, un patagónico que llegó a ese puesto de la mano de la relación que tenía con otro coterráneo, Cristóbal López . YPF, todavía 100% privada, era comandada por Repsol, aunque la gestión y el management eran tarea del socio minoritario, el Grupo Petersen. Sebastián Eskenazi, CEO de la petrolera, y Espinoza rubricaron aquel acuerdo.
Así empezó el negocio pensado para la emergencia que se eternizó. El Estado jamás contrató con la empresa dueña de los barcos, sino que lo hizo con YPF. La compañía era la que se encargaba de arrendar una embarcación para la operación. Luego, Enarsa compraba el gas líquido en el mercado, pagaba el flete y, conexiones de por medio, el combustible pasaba de estado líquido a gaseoso para inyectarse a la red.
El objeto del contrato fueron “el diseño, la construcción, la operación, la gestión, el mantenimiento y la administración de un sistema de regasificación de GNL por sí o terceros, a través de un buque regasificador, y la adquisición por parte de Enarsa de GNL para abastecer al mercado argentino”. Por ese servicio se acordó un precio de 9,56 millones de dólares por mes.
El acuerdo se prorrogó y modificó durante 2009, 2010 y 2011. En 2012, puntualmente el 17 de octubre, se acordó la última modificación con las condiciones actuales de contratación, que importa 114.745.848 dólares por año.
YPF nunca abrió los términos de ese contrato, pero en Ieasa (ex-Enarsa) consideran que la disposición del barco amarrado llega a 150.0000 dólares por día. La cuenta surge de la comparación con lo que cuesta diariamente el que está amarrado en Escobar, que sí tiene puestas sobre la mesa las cifras de la contratación y los servicios que se facturan. Al monto global se llega con el costo de la tripulación argentina del barco, el alquiler del muelle de Mega, la petroquímica que cedió la salida al agua, la operación y el mantenimiento del ducto desde el barco hasta el gasoducto troncal, además de un margen de ganancias de YPF que se estima en 5 por ciento.
Durante los últimos meses se desató un fuerte lobby para lograr que el barco se mantenga en el muelle. Demasiados negocios como para soltarles la amarra.
Además del gasificador, cada uno de los barcos que se compraron con el combustible tiene, y tuvo históricamente, un costo de 50 millones de dólares. Para entrar al puerto, durante años hubo una llamativa coincidencia: contrataban a la misma agencia. Cada recepción, descarga y despacho de un barco se facturaban 420.000 dólares en Bahía Blanca. De esa cifra, 80.000 pagan las empresas extranjeras porque consideran que ese es el precio internacional. El resto corre por cuenta de Enarsa.
A su continuadora, Ieasa, empresa que maneja el ex Aerolíneas Argentinas Mario Dell’Acqua, llegó aquel pedido para mantener el negocio de los US$1200 millones de dólares. Los defensores del barco anclado consideran que en invierno se necesitará una inyección extra. De hecho, durante todos estos años estuvo muchos meses sin operar, a la espera del pico de consumo.
Dell’Acqua sabe que los meses de invierno serán difíciles, pero confía en la inyección nueva que viene del aumento de producción de Vaca Muerta y la eventualidad de importar algún combustible líquido para que quemen las centrales térmicas. En Ieasa anotan cuatro números. Dicen que el gas local tiene un costo de 4 dólares; el que viene de Bolivia, 7; el GNL para regasificar, 10, y el gasoil, aproximadamente 17. Pero el si al gas licuado se le suman los costos de la operación, como el alquiler del barco y los desembolsos portuarios, por caso, la cuenta se empareja bastante.
Hubo una negociación para poder contratar el barco en los meses de invierno. Pero Excelerate, la compañía dueña, presionó a su manera: o todo el año o nada. Dell’Acqua optó por nada. Pero en la empresa estatal confían en el dicho: negocios son negocios y, llegado el caso, la compañía extranjera aceptará el alquiler temporario.
Durante estos años de remedio provisorio que se hizo eterno pasaron por Bahía Blanca tres barcos regasificadores (Excelsior, Express y Exemplar), que recibieron 305 buques tanques. En el Exemplar, que se irá en días, trabajan actualmente 32 personas, todas argentinas, pero llegaron a trabajar alguna vez 43.
Estos años quedaron signados por anécdotas millonarias. En plena época del cepo, los barcos no se descargaban hasta que los pagos estuvieran acreditados, en dólares constantes y sonantes (dólares cables se llaman en la jerga) en las cuentas en el exterior de las empresas. Los barcos esperaban fuera de las 12 millas, que es la zona de exclusión. Dentro de ese territorio podrían ser abordados por la Prefectura y obligados a ir a puerto. Los que venían a Escobar esperaban en Punta del Este; los que iban a Bahía Blanca lo hacían en la boya Faro Rincón. Una vez que se acreditaba el efectivo en la cuenta recién ingresaban en aguas territoriales. Temores de épocas pasadas.
Pero será el momento de partir para el Exemplar. Las cosas han cambiado, tanto que la dueña de los barcos, Excelerate Energy, anunció mediante un comunicado que firmó un acuerdo con Transportadora Gas del Sur (TGS), la empresa que durante 10 años usó sus ductos para distribuir en combustible importado. Pero ahora el sentido es inverso, el gas sobrará en el verano argentino y la idea es “estudiar la viabilidad técnica y comercial de la licuefacción y exportación de gas natural”. Según los planes, a fines de 2018 estará listo el estudio para saber si por Bahía Blanca en vez de importación de gas se pasa a exportación. Entonces, dice el comunicado, los resultados se acercarán al Gobierno para tomar una decisión.
Por ese puerto del sur bonaerense se compró GNL por algo más de 10.000 millones de dólares, con un pico en 2013, cuando trajeron 41 barcos por los que pagaron US$1847 millones. El año anterior, la cuenta había sido similar. En 2015, la cantidad de arribos se desaceleró (37) y esa tendencia a la baja se sucedió los años que siguieron. Cuanto termine el año, la compra de barcos llenos de gas para ser inyectados a la red será de 20.
Gran parte de ese negocio lo manejaron el entonces ministro Julio De Vido, el titular de Enarsa Walter Fagías y el subsecretario de Control y Gestión Roberto Baratta. El tiempo pasa, irremediablemente. Los funcionarios están presos, Eskenazi y Repsol perdieron el manejo de la empresa y el barco de los 1200 millones de dólares, que vino por dos meses y se quedó 10 años, soltará amarras.
Números que ayudan a entender
600 millones de dólares: Es la inversión que se proyecta para el tren Transpatagónico, que uniría Vaca Muerta y el Puerto de Bahía Blanca con 700 kilómetros de vías nuevas. Se licitaría bajo el sistema de PPP
650 millones de dólares: Es el costo que tiene el Paseo del Bajo, un corredor vial de 7,1 kilómetros que conectará la autopista Illia y la Buenos Aires-La Plata. Es la obra más costosa de las que se hacen en la ciudad
1200 millones de dólares: Ese es el dinero que pagarán AySA y el Gobierno para la construcción del sistema colector del Riachuelo, que beneficiará a 4,3 millones de personas y dará cloacas a gran parte del partido de La Matanza
1000 millones de euros: Fue la inversión que realizó Francia para hacer una planta regasificadora en Dunkerque, con capacidad para abastecer el 20% del consumo de gas de toda Francia y Bélgica. La constructora, Techint