El barco, que se incendió en 2007, zarpó desde Buenos Aires para realizar una navegación de ajuste. Debieron dragar especialmente el Río de la Plata.
A una década del incendio que casi acaba con la totalidad de la nave, el rompehielos ARA Almirante Irízar zarpó este mediodía del Complejo Industrial y Naval Argentino (CINAR), en el puerto de la ciudad de Buenos Aires, para realizar una navegación de ajuste.
Según informó Presidencia a través de un comunicado, durante la navegación se llevarán adelante verificaciones y ajustes de sistemas, equipos y motores para evaluar su respuesta ante diferentes exigencias.
El Ministerio de Defensa afirmó que se trata de un paso fundamental en el proceso de las Pruebas de Aceptación tanto de Puerto como de Mar y de Hielo, que permitirán obtener la certificación final del Der Norske Veritas (DNV) de Noruega para que luego se incorpore a la fuerza naval antártica de la Armada Argentina.
La noche del 22 de abril de 2007, una cañería que transportaba gasoil comenzó a esparcir su contenido sobre el motor número 2 de la embarcación, desatando un infierno que amenazó con mandarlo al fondo del Atlántico Sur.
Aquella noche, mientras navegaba a 200 kilómetros de la costa de Puerto Madryn con destino a Buenos Aires para finalizar su participación en la campaña antártica, cerca de las 22 y después de que muchos tripulantes percibieran olor a quemado, se declaró el incendio a bordo y tan sólo una hora y media más tarde se ordenó la evacuación de la tripulación.
Días más tarde, en sus primeras declaraciones a la prensa, el capitán del buque Guillermo Tarapow dijo que el rompehielos se convirtió en “una bomba de tiempo que estaba destinada a estallar”, y aseguró que en “30 años de Marina” nunca había visto “algo así”.
“Se armó una gran bola de combustible, que tomó los cuartos laterales”, relató, y precisó que el barco fue dañado desde la popa hasta los tanques de anhídrido carbónico, que evitaron que el fuego pasara.
La tripulación fue rescatada por un petrolero panameño y un pesquero uruguayo, tareas a las que también se sumó el guardacostas Thompson de la Prefectura Naval, mientras que a bordo del rompehielo seguía el combate de las llamas, cuya extinción definitiva se alcanzó el 14 de abril.
El 20 de ese mes, cuando el buque llegó remolcado a la base naval de Puerto Belgrano, fue recibido por la sociedad civil y por autoridades castrenses y políticas que destacaron el accionar de la tripulación.
Mientras tanto, la investigación en la justicia Federal se mandaba a archivo porque no se había constatado “conducta dolosa ni la comisión de un delito” durante el incendio.
Nilda Garré, por entonces ministra de Defensa, afirmaba que el capitán Tarapow había actuado “con gran profesionalismo” y el 7 de mayo de 2007 anunció que luego de haber “conversado” con el ex presidente Néstor Kirchner, se había tomado la “decisión política” de recuperar al rompehielo.
Desde ese momento comenzaron los vaivenes de una reconstrucción de envergadura monumental cuya finalización y costo fue motivo de anuncios y debates políticos.
En 2009, la propia Garré llegó a afirmar que, además de las tareas en el Irízar, se trabajaba en la “adquisición de un buque polar que reemplace al A.R.A. Bahía Paraíso, buque siniestrado hace ya más de 20 años en la Antártida”, algo que jamás se concretó y que conllevó el alquiler de buques de bandera extranjera para realizar las siguientes campañas antárticas.
El último ministro de Defensa del kirchnerismo, Agustín Rossi, dijo en abril de 2014 que “la reconstrucción y modernización total del rompehielos Irízar se encontraba ejecutada en un 90 por ciento‘ y que en mayo “empezarían las pruebas de puerto (agua) para que el barco a fin de 2014 pueda salir a hacer las pruebas de mar (hielo)”.
Con el cambio de gobierno, las declaraciones de los responsables comenzaron a evitar las fechas de posible navegación, algo que se mantuvo hasta hace días, cuando se adelantó que el buque navegaría en febrero.
Previamente hubo un nuevo retraso, esta vez impuesto por el Río de la Plata, que debió ser dragado especialmente para permitir la salida del buque del astillero.
Hoy, con muchos de sus paneles desmontados para controlar que no haya fugas, el buque más importante para mantener el reclamo de soberanía en la Antartida volvió al agua.
En apenas unos días retornará al astillero para que le realicen los ajustes más finos y luego comenzará a pensarse su relanzamiento para la definitoria prueba de hielo, ya en el continente blanco, el lugar en el mundo con el que el Almirante Irízar sueña reencontrarse