Dinamarca se sumará a otros países europeos como Austria, Bélgica o Países Bajos que han prohibido el uso del «burka» y el «niqab» en lugares públicos. Así lo prevé un proyecto de ley anunciado ayer por el Gobierno conservador en minoría del primer ministro Lors Lokke Rasmu-ssen, cuya supervivencia política depende del ultranacionalista y antiinmigración Partido Popular Danés (DF). «Serán la Policía y los tribunales los que deban valorar si la exhibición de una prenda infringe la ley. El ‘burka’, el ‘niqab’ y los pasamontañas donde sólo se ven ojos y boca son ejemplos de prendas que cubren el rostro», reza un comunicado del Ministerio de Justicia de Dinamarca.
Según el borrador de la norma, la primera infracción será castigada con una multa de mil coronas (134 euros) y las siguientes con hasta 10.000 coronas (1.343 euros). Sin embargo, las mujeres que sean castigadas por cubrir su rostro en lugares públicos no se enfrentarán a penas de prisión, como en un principio se había asegurado. Quedan excluidas de la prohibición indumentarias como las máscaras de carnaval, los disfraces, la ropa de invierno o cuando sea necesario taparse el rostro por motivos laborales.
En opinión del ministro de Justicia, Søren Pape Poulsen, la medida busca la integración de los inmigrantes en el país nórdico. «No es compatible con los valores de la sociedad danesa ni con el respeto a los otros ocultar la cara cuando se está en un espacio público. Debemos defender el respeto por los valores que nos unen», insistió el ministro. La prohibición supone «trazar una línea» y dejar claro que «en Dinamarca nos mostramos confianza y respeto viéndonos cara a cara», explicó Poulsen.
Eso sí, el Gobierno no desea que la aplicación de la ley, que será aprobada sin problemas en el Parlamento gracias al apoyo de la extrema derecha, pueda provocar incidentes en las calles. «No quiero ver a agentes que arrancan el ‘burka’ a mujeres por la calle. Si alguien viola la ley, se le lleva a comisaría y allí se lo puede quitar; o se puede pedir a alguien que vaya a casa a quitárselo», explicó el titular de Justicia en una rueda de prensa.
Lo cierto es que la integración de los inmigrantes y solicitantes de asilo musulmanes domina el debate político en Dinamarca desde hace más de una década. Azuzados por el discurso antiinmigración del DF, el segundo partido más votado en las elecciones del año 2015, el resto de formaciones ha endurecido su discurso. Esta misma semana, los socialdemócratas, que lideran la oposición, han soprendido al proponer fijar una cuota anual de inmigrantes no occidentales. «El cambio ha sido muy fuerte en muy poco tiempo», justifica su líder, Mette Frederiksen. «En 1980, el 1% de la población no era de origen occidental. Hoy es el 8%».