La Argentina de la improvisación pero sin crisis. Hasta las elecciones del 2019, que ganará cómodamente el presidente, Mauricio Macri, el único objetivo será rebotar como se pueda, entregando lo que haya que entregar entre ellos: deuda, inflación, confianza, independencia, nuevos impuestas a las ovejas, con un proceso de cambio claramente abortado.
De afuera, ya se dieron cuenta de que “lo del cambio” era sólo un slogan y los tres principales grupos de activos argentinos están bajo severa presión: parte larga de la curva soberana de bonos, posiciones en moneda local a tasa fija y un mercado de acciones que pende del hilo de ser incluidos en emergentes para una clase política que no tiene ni siquiera la capacidad de comprender lo costoso que sería no hacerlo, en especial, si seguimos endeudándonos a razón de u$s 35.000 millones anuales. El deterioro será evidente, paulatino e implacable, pero mientras haya billetera no habrá crisis en nuestra indomable y a la vez, tontamente predecible Peronia y Wall Street, se encargará de seguir alimentando nuestros excesos por un par de años más. Relájense, está todo mal, pero no es tiempo de esperar una crisis, todavía y por largo rato.
Cierre de carry trade a nivel global. En estos días la tasa de 10 años en USA quebró el 3%, cotizando al cierre de ayer en 2,98%. Esta tasa hizo máximos de año y cada vez que las tasas en USA suben, empieza una aspiradora global en donde el resto del mundo cierra posiciones en moneda local, rearmando largos en dólar americano, también de manual. Argentina, dada su herencia y su incapacidad de cambiar, es sumamente vulnerable a una coyuntura como la que observamos en estos días. Por otra parte, en estos últimos dos meses el real de Brasil, nuestro principal socio comercial, se devaluó 7,50%, restando una sustancial parte de la competitividad ganada con la devaluación de inicios de año. Si a esto le sumamos el cierre masivo de posiciones de Lebac, fruto del incomprensible impuesto a residentes del exterior, tenemos un combo que solo apunta a una devaluación permanente del peso argentino. Como ven, las medidas populistas terminan siendo carísimas, y aquí estamos otra vez. En este contexto, el BCRA intentó defender un nivel de tipo de cambio en 20.20 me imagino, con dos objetivos. Primero, anclar expectativas inflacionarias. Segundo, la sustancial venta de dólares absorbe exceso de pesos y resulta en una herramienta antiinflacionaria aunque, carísima. Bajo este esquema, “la desinflación” se financiaría con pérdida de reservas que tampoco son nuestras, sino que provienen del endeudamiento externo. Llevado al extremo, podríamos hasta pensar que nos endeudamos para financiar la desinflación vía perdida de reservas, una maravilla de apocalipsis monetaria.
El grave error del impuesto a la renta financiera. Desde el año pasado, el gobierno viene subestimando al mercado de capitales tanto local como internacional. Pegarle un tiro en el pie precisamente al brazo que te da de comer resulta en una estrategia sumamente ingenua y vorazmente costosa. Y aquí estamos, con una decisión que en el agregado significa poco pero que viene generando una serie de desarticulaciones elocuentes. Desde octubre 2017 la Argentina dejó de comprimir riesgo país, por el contrario, operó en el relativo mucho peor que Brasil, describiendo una dinámica de riesgo argentino que viene complicándose en estos últimos siete meses. Si a esto le agregamos un BCRA que parecería haber perdido su rumbo y una ley de mercado de capitales que sigue sin ser sancionada y que pone en peligro nuestra inclusión a mercados emergentes, pinta una historia de una clase política que nos está poniendo en una jaula de la que quizá no podamos salir.