La víctima apareció con cortes en el cuerpo, señales de haber sido estrangulado y la cabeza hundida a martillazos.
Dos jóvenes torturaron y mataron a otro en Roma el pasado fin de semana con el simple propósito de “ver qué se sentía”, según acabó reconociendo uno de ellos, Manuel Foffo, de unos treinta años e hijo de un importante empresario de la capital italiana.
La víctima es Luca Varani, un chico de 23 años de origen yugoslavo pero adoptado por una familia italiana. El cuerpo del joven apareció sin vida en el apartamento de Foffo, en la calle Iginio Giordani. Varani estaba desnudo encima de la cama, tenía cortes por todo el cuerpo, señales en el cuello de haber sido ahogado con una soga y la cabeza hundida a martillazos. La escena no podía ser más macabra.
Los dos presuntos asesinos, Manuel Foffo y Marc Prato, de 29 años, han sido detenidos. Se les acusa de homicidio premeditado, con agravante de crueldad y tortura. Podrían ser condenados a estar en la cárcel de por vida.
La policía descubrió el cadáver de Varani el sábado por la tarde, pero se cree que el chico fue asesinado el viernes por la noche o incluso antes. El acusado que ha acabado confesando lo ocurrido admitió que él y Marc Prato salieron el jueves por la noche a la caza de alguien con ese objetivo. Es decir, con la macabra intención de ensañarse con él y matarlo para “ver qué se sentía”. “Queríamos matar a alguien sólo para ver el efecto”, fueron las palabras literales del chico al fiscal Francesco Scavo, que se está encargando del caso.
Según declaración del mismo acusado, su compañero ya conocía al joven Varani, así que decidieron ir por él. Lo llevaron al apartamento de Foffo, situado en un ático y, según parece, le proporcionaron alguna bebida que lo aturdió y no le permitió reaccionar, ni gritar. Al menos los vecinos del edificio aseguran que no oyeron nada en toda la noche.
Foffo es hijo del propietario de un conocido restaurante en Pietralata e importantes autoescuelas en Roma. Inicialmente, asesorado por abogados de su padre, aseguró que estaba drogado y bebido, y que no fue consciente de nada de lo sucedido. “No sabemos por qué lo hemos hecho”, fue su primera declaración. Sin embargo, después cambió su testimonio.
El otro acusado, Marc Prato, intentó suicidarse en un hostal de la plaza Bologna, también en Roma, después de los hechos. Los carabinieri lo localizaron después de ingerir gran cantidad de barbitúricos y bebidas alcohólicas. El chico fue ingresado primero en el hospital Sandro Pertini y, una vez recuperado, trasladado a la cárcel Regina Coeli.