Finalista del premio Docentes que Inspiran, el profesor misionero Edgardo Doberstein relató en la 99.9 cómo convirtió un aula conflictiva en un espacio de aprendizaje y compromiso social. Desde fabricar prótesis y mapas en braille hasta lanzar satélites, impulsa proyectos que conectan la técnica con el servicio a la comunidad.

El docente misionero Edgardo Doberstein, finalista del premio Docentes que Inspiran, compartió en la 99.9 su experiencia transformadora al frente de la Escuela Técnica N°18 de Puerto Esperanza, Misiones. Ingeniero y responsable técnico en una cooperativa de videocable e Internet, llegó a la docencia casi por casualidad, pero con el tiempo convirtió esa tarea en una vocación profunda. “Empecé en 2015 cubriendo una suplencia de cuatro horas en electrónica de quinto año. Era un grupo muy conflictivo, con problemas de violencia. Hablé con ellos, intenté entender qué les pasaba y terminé viendo cómo se integraron a la sociedad, trabajando y progresando. Ahí descubrí mi verdadera vocación”, relató.
A partir de esa primera experiencia, Doberstein desarrolló una metodología basada en la empatía, el trabajo colaborativo y el compromiso con el entorno. “Mi técnica es generar empatía y servir a la comunidad. Fabricamos elementos en braille, dispositivos para personas con discapacidad, y proyectos que ayuden a otros”, explicó. Uno de los casos más destacados fue el de un alumno ciego que pudo integrarse a la escuela gracias a materiales táctiles diseñados por el taller: “Hicimos un mapamundi impreso en 3D con los contornos de los continentes, y eso le permitió aprender geografía y matemática. Fue un cambio enorme para él y para el grupo”.
Entre los proyectos desarrollados por sus alumnos se destacan un submarino de rescate para búsquedas en lagos, un satélite suborbital presentado en Córdoba junto a la CONAE y un termómetro infrarrojo diseñado en pandemia para detectar síntomas de COVID-19. “Fuimos con chicos que nunca habían salido de la provincia, y hoy tres estudian ingeniería en Córdoba y dos ingeniería aeronáutica. Esos proyectos despiertan vocaciones, les muestran que pueden llegar más lejos”, contó con orgullo.
Doberstein reconoce que no todos los alumnos responden igual, pero sostiene que el objetivo es encontrar en cada uno una capacidad para potenciar. “De un grupo de 40 alumnos, busco en qué los puedo encaminar. Tenía uno que quería ser abogado y terminó siendo ingeniero electrónico. Esas historias muestran el poder transformador de la educación”, destacó.
El docente misionero considera que la escuela debe recuperar su rol esencial: formar ciudadanos capaces de pensar y crear soluciones reales. “La educación tiene que ser un instrumento de superación, no una rutina de fracasos. Cuando el aprendizaje se conecta con la vida, los chicos se comprometen, se entusiasman y aprenden de verdad”, concluyó.