Al pensamiento de los euroescépticos de derecha, se suman ahora algunos referentes de la izquierda que creen seriamente en la salida del euro para Alemania.
Hasta ahora, solo había euroescépticos políticamente organizados en la derecha conservadora. Por ejemplo, en el nuevo partido alemán Alternativa por Alemania, que de momento solo tiene un 2% de intención de voto. Sin embargo, la izquierda está comenzando a plantearse las situaciones del euro y las consecuencias de su abandono.
Oskar Lafontaine, ex ministro de Finanzas, declaró que Europa es más importante que el euro, asegurando que “la moneda única se creó para mejorar la vida de la gente, no para llevarla a la ruina”. La miseria que crea la austeridad alemana está llegando a Francia, así que la creación de una coalición europea contra Alemania es únicamente una cuestión de tiempo. Y en base a ese pensamiento, hay que replantearse el abandono del euro.
El economista conservador Hans-Werner Sinn opina que para poder regresar a un nivel de competitividad equilibrado en el interior de la eurozona, países como Grecia, Portugal o España deben efectuar una devaluación interna de entre el 20% y el 30%, mientras que Alemania debería encarecerse un 20%.
Pero Lafontaine cree que ambas cosas no se pueden. La primera opción llevaría a esos países a la ruina. La segunda supondría una subida salarial en Alemania, algo que las organizaciones patronales no consentirán y que los partidos políticos, desde los conservadores de la CDU/CSU hasta los socialdemócratas (SPD) y verdes, pasando por los liberales (FDP) que no tienen la menor intención de apoyar esa iniciativa. Así que lo único que queda, es organizar una “salida ordenada del euro”.
En un documento presentado por la Fundación Rosa Luxemburgo, los economistas Heiner Flassbeck y Costas Lapavitsas han explicado lo que significa “salida ordenada del euro”. Se trata de crear “un sistema monetario flexible pero coordinado” que sea capaz de lidiar con los desequilibrios internos de la Unión Europea. “Dada la manifiesta incapacidad de las instituciones europeas para administrar correctamente la unión monetaria, hay que admitir que esta era un objetivo demasiado ambicioso”, así que hay que “retirarse para poder avanzar de nuevo”, opinan.
Además, creen que algunos países tendría que plantearse la posibilidad de salir del euro pero no de la UE. Por otro lado, está clara la necesidad de organizarse, de “imponer estrictos controles administrativos a los bancos y controlar los flujos de capital”.
Por su parte, los euroescépticos de Alternativa por Alemania (AfD) quieren salir del euro y reintroducir el marco, aunque el presidente de AfD, Bernd Lucke, ha dicho que quienes deberían abandonar el euro son los países del sur de Europa. Lucke habla de “introducir una moneda paralela al euro” y admite una quita de la deuda en países como Grecia y Portugal. Para los de la izquierda, hay que introducir controles a la circulación de capitales como un modo de proteger a las economías débiles.
Según el analista Jens Berger, Alemania está aislada. Berlín ha tirado por la borda gran parte del capital de prestigio. En Europa ya sólo tiene a Finlandia y a Austria como aliados. “Ningún miembro de la UE quiere ser dependiente de un solo país: Alemania”, dicen Flassbeck y Lapavitsas.