En 1953, la ciencia reveló la estructura de la molécula de la vida, el ADN. Hoy, la tecnología permite secuenciarlo en menos de un día. En esa velocidad está la clave para vencer algunas enfermedades.
A simple vista, la máquina que usan en la Universidad Estatal de San Diego, Estados Unidos, para conocer el ADN de diferentes especies, podría pasar como una multiprocesadora que se ofrece con el “¡Llame ya!”. Tiene las mismas dimensiones y el mismo color. Cuesta creer que en ella se concentre la máxima tecnología lograda hasta el momento para descifrar las claves de la vida en menos de 24 horas. Pero es así: es capaz de secuenciar y descifrar el ADN de cualquier especie, incluso la humana, en sólo 15 horas. Y eso es todo un logro porque, apenas unos años atrás, ese proceso podía demorar semanas o meses.
¿Qué significa esta nueva velocidad? Que las puertas para hallar las claves para luchar contra enfermedades de origen genético, como el cáncer, podrían estar prácticamente entreabiertas. “La importancia de los distintos aspectos relacionados al análisis del genoma humano ha tenido un crecimiento exponencial en los últimos años a partir de la certeza de que la respuesta a ciertos medicamentos (en enfermedades que afectan a un gran número de personas, como el cáncer) depende en gran medida de la presencia de alteraciones genéticas en el genoma. La presencia de esas alteraciones permiten hoy estratificar a los pacientes que van a responder a un medicamento dado (medicina personalizada). Esto evitaría ofrecerle un tratamiento no efectivo a pacientes que de todos modos no responderían”, explica Osvaldo Podhajcer, jefe del Laboratorio de Terapia Molecular y Celular en la Fundación Instituto Leloir.
Podhajcer es uno de los mentores de la Plataforma Genómica que comenzó a funcionar hace poco en esa institución. Allí se está instalando en estos días el equipamiento de última generación, las máquinas Ion PGM y Proton de Life Technologies (ver Infografía), que se compraron con fondos del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva y que se usarán para secuenciar, en primera instancia, muestras asociadas con el cáncer. Para el investigador, desde el descubrimiento de la estructura de la molécula de ADN hubo muchos avances, pero el de más impacto es el relacionado con la salud. “Eso se puede apreciar dentro de lo que se conoce como terapias personalizadas. El esfuerzo conjunto de decenas de grupos de científicos de todo el mundo, que posibilitó el secuenciamiento del genoma humano en 2003, está comenzando a dar sus frutos. Está sirviendo de base para una nueva manera de hacer ciencia, con una visión más integradora y tratando de comprender la complejidad de la maquinaria (cuerpo) humana”, señala el científico.
En su reflexión, Podhajcer se refiere a dos hitos trascendentes en la historia de la ciencia: el descubrimiento de la estructura del ADN, en 1953, y el secuenciamiento del genoma humano en 2003. Sin ellos, este presente de buenas perspectivas en salud sería imposible de disfrutar. Hoy, precisamente, se cumplen 60 años del primero de esos acontecimientos. Como en varios hechos relevantes en la historia de la ciencia, además de ideas brillantes hay dosis de intriga y murmullos de traición. “El 25 de abril, la revista Nature publicó el artículo ‘Una estructura para el ácido desoxirribonucleico (ADN)’, firmado por James Watson y Francis Crick. Revolucionó la ciencia porque describió la molécula que almacena y transmite la información hereditaria en todos los organismos vivos: desde las bacterias a los seres humanos. Años más tarde, en 1962, los dos fueron galardonados con el Premio Nobel, pero en ninguna de esas dos instancias (publicación y ceremonia de premio) se reconoció el papel decisivo de Rosalind Franklin, una notable científica inglesa que permaneció injustamente en la sombra durante más de 20 años ”, detalla Carolina Martínez Pulido, investigadora de la Universidad de La Laguna, en Tenerife, España, y autora de publicaciones referidas al tema.
Franklin murió sin conocer la gloria del Nobel, pese a un importante aporte: una imagen clave que reflejaba la estructura del ADN. Sólo su colega Maurice Wilkins la mencionó en sus agradecimientos. Watson y Crick, no.
“El Crick que yo frecuenté en los años 70 era extremadamente generoso en lo profesional, no lo recuerdo de otra manera”, lo “defiende” vía e-mail Tomaso Poggio, investigador del MIT que lo conoció a fondo.
Por estos días, James Watson, de 85 años, está de viaje y por eso no concede entrevistas en la semana aniversario de su logro científico. Es el único sobreviviente de esta historia. Francis Crick murió en 2004 y su hijo y nietos lo recuerdan con nostalgia. Hace apenas unas semanas subastaron su medalla del Nobel y una carta que le escribió a su hijo Michael (con detalles de su descubrimiento) en cifras millonarias. Dicen que donarán parte para investigaciones. Maurice Wilkins también falleció en 2004 y la desdibujada Rosalind Franklin, que murió en 1958, tiene cada vez más defensores.
El segundo acontecimiento que se recuerda este año es la secuenciación del genoma humano, lograda en 2003. Otro hito en esta historia encadenada de ADN cada vez más “accesible”. Fue el logro de un consorcio internacional, integrado por científicos de seis países: Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Japón y China. Arrancó en 1990 y cuando finalizó se tuvo la certeza, por primera vez en la historia de la humanidad, de que se había secuenciado (es decir, determinado, el orden exacto de los pares de bases en un segmento de ADN) la molécula clave para transmitir la herencia en todos los seres vivos.
Volviendo a San Diego, allí se pueden completar los datos para entender por qué secuenciar el genoma puede traducirse como herramienta para combatir enfermedades. Rob Edwards, del Laboratorio de Bioinformática, le contó a Clarín los argumentos: “Cuando se estudió la epidemia del cólera en Londres, en 1854, el investigador John Snow marcó en un mapa la ubicación de los casos y así realizó el primer estudio epidemiológico de esa enfermedad. Ahora, secuenciando el genoma de, por ejemplo, una bacteria, podemos saber rápidamente sus características y, de ese modo, en el futuro, podríamos combatirla”. En ese laboratorio, Renata Toledo, que investiga para la Universidad Federal de Río de Janeiro, Brasil, comenta para qué le sirve secuenciar rápido el genoma del león marino de California. “En un relevamiento, observamos que el 66% de los ejemplares que habitan en costas de California padecen cáncer urogenital. No vimos que eso estuviera relacionado con comportamientos de la especie o con degradación de su hábitat, por eso pensamos que con su genoma podemos buscar marcadores genéticos que estén involucrados con esta enfermedad y empezar a entender cuáles podrían ser las herramientas para ayudarlos contra esa enfermedad”, le explicó a Clarín.
A miles de kilómetros del sol californiano, en la Fundación Instituto Leloir, en Parque Centenario, el investigador Osvaldo Podhajcer tiene inquietudes similares, pero focalizadas en humanos. “Vamos a secuenciar muestras asociadas con el cáncer porque hay estudios en curso que requieren hacerlo”, adelanta.