A sus 16 años, Ellery Schemmp notó que la Iglesia y el Estado estaban acercándose más de lo permitido.
Todo empezó cuando un adolescente en Filadelfia, Estados Unidos, se preguntó por qué él y sus compañeros de curso tenían que leer 10 versos de la Biblia y luego recitar la oración cristiana “padre nuestro” todos los días en el colegio, antes de pronunciar el Juramento de Lealtad.
Ellery Schempp era cristiano, pero también había leído la Primera Enmienda de la Constitución de EE.UU.
El Congreso no podrá hacer ninguna ley con respecto al establecimiento de la religión, ni prohibiendo la libre práctica de la misma; ni limitando la libertad de expresión, ni de prensa; ni el derecho a la asamblea pacífica de las personas, ni de solicitar al gobierno una compensación de agravios.
Esa primera frase indicaba que ninguna religión debía estar por encima de otra, en una enmienda que también garantizaba el derecho de practicar cualquier religión.
Y el mensaje general era la separación entre la Iglesia y el Estado.
Así que Schempp pasó de preguntarse por qué su colegio los hacía leer versos de la Biblia cristiana a preguntarse si el colegio podía hacerlo.
Desconcierto general
Schempp decidió tomar cartas en el asunto.
Un frío lunes de noviembre de 1956 llevó un tomo prestado del Corán al colegio en vez de la Biblia. Hizo el Juramento de Lealtad, pero se rehusó a ponerse de pie y recitar el padre nuestro.
Su profesor demandó una explicación y le dijo que era un asunto de conciencia.
“Quedó perplejo; nadie le había dicho algo así jamás”, recuerda Schempp, quien en ese entonces tenía 16 años.
“Me mandó a donde el rector, quien quedó igual de perplejo y me dijo: ‘Es una cuestión de respeto. Hay 1.300 estudiantes en el colegio y todos lo respetaban, ¿por qué usted no?'”.
“Le respondí que pensaba que se trataba de un principio muy importante de libertad de fe y justicia”, le cuenta a la BBC el que hoy en día es un físico retirado.
Sometidos a Dios
En ese tiempo de Guerra Fría con la Unión Soviética, gran parte de la sociedad estaba ansiosa por presentar a Estados Unidos como una nación devota.
“El país apenas estaba saliendo de la era McCarthy. El Congreso recientemente había añadido las palabras ‘sometida a Dios’ en el Juramento de Lealtad para contrastar con los ‘comunistas impíos'”.
No sólo Pensilvania sino tres docenas de estados permitían lecturas de la Biblia en escuelas públicas.
¿La reacción del rector del colegio ante la declaración de principios de Schempp?
“Concluyó que yo era un muchacho perturbado y me mandó al psicólogo del colegio, quien pensó que yo tenía problemas con la autoridad o con mis padres”, recuerda.
“Le aseguré que no, que de hecho yo pesaba que ellos me respaldarían”.
Y efectivamente, lo respaldaron. Su padre incluso le sugirió que escribiera una carta a la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés).
Así que lo hizo.
Caballeros,
Como estudiante en Abington Senior High School apreciaría mucho cualquier información que me puedan enviar sobre una posible acción o ayuda de la Unión para poner a prueba la constitucionalidad de la ley de Pensilvania que obliga de forma arbitraria (y aparentemente injusta e inconstitucionalmente) a leer la Biblia en nuestro sistema de educación pública.
Agradezco cualquier ayuda que puedan ofrecer en la liberación de la juventud estadounidense en Pensilvania de esta grave violación de sus derechos religiosos tal como se garantiza en la primera y más importante enmienda de la Constitución de Estados Unidos.
En medio de risas, Schempp asegura que ya aprendió a escribir oraciones más cortas.
“Además, mandé US$10 -unos US$100 de hoy- y eso les llamó la atención: un joven que pudiera ahorrar esa suma con sólo su paga semanal y cortando prado debía ser serio”.
ACLU apoyó a Ellery y su familia y juntos demandaron al distrito escolar de Abington.
Cumpleaños en la corte
El caso finalmente llegó a la justicia el 5 de agosto de 1958.
Era el día del cumpleaños 18 de Ellery Schemmp, y lo pasó testificando que sus derechos habían sido violados por su colegio, pues lo forzó a escuchar una Biblia en la que él no creía.
“Yo no creo en milagros. Yo no creo que se recibe lo que se pide orando, violando las leyes de la física y la química. Y no creo siquiera que la Biblia sea una guía moral recomendable. Al fin y al cabo se estima que en esa historia matan a alrededor de un millón de personas. Hay genocidios, asesinatos, violaciones… ¡todo aparentemente justificado por Dios!”, declaró.
“No tuve ningún problema en probar que se trataba de una imposición sobre mis creencias personales”.
Y eso era lo que tenían que probar: que era una imposición, además de una violación a la Constitución.
“Es un principio clave de una sociedad secular. Si se le da preferencia a una religión y se enseña en escuelas públicas, eso quiere decir que se están utilizando los impuestos de budistas, judíos, musulmanes y demás para promover otra religión por orden del Estado”, afirma.
“Debe haber libertad de culto pero ninguno debe ser apoyado por el gobierno”.
Schemmp y la ACLU ganaron su caso… y la repercusión fue inmediata.
“Recibimos unas 5.000 cartas: una tercera parte apoyándonos; otra, oponiéndose en términos razonables; y la otra, odiosa e injuriosa”.
Llegó a tanto, que la oficina de correos les llevaba cualquier carta aunque no tuviera escrita ninguna dirección, si estaba dirigida a “los ateístas de Pensilvania”.
“Algo que notamos fue que nos acusaban de ser miembros de cualquier grupo que el autor de la misiva odiaba: nazis, comunistas, judíos, católicos, anglicanos, negros…”.
Y de las cartas aprendieron que “en Estados Unidos era considerado malo no ser cristiano, muy malo ser comunista, pero realmente horrible ser ateo”.
“Si te llamaban ‘ateo comunista’, habían llegado al máximo de su indignación”.
Expulsando a Dios
El caso fue apelado y llegó a la Corte Suprema en febrero de 1963.
El caso Abington School District v. Schempp fue decidido 8-1 a favor del demandado, Schempp, y el veredicto fue que la lectura obligada de la Biblia en las escuelas públicas estadounidenses era inconstitucional.
Los opositores describieron el veredicto como uno que “expulsó a Dios de los colegios”.
Schempp, cuya vida desde sus 16 años de edad hasta los 23 fue definida en gran parte por el caso, pasó su vida adulta construyendo una identidad separada del joven cuya protesta se convirtió en leyenda.
Aunque su colegio le mandó una carta de “desrecomendación” a la Universidad de Tufts, lo aceptaron. Luego hizo un doctorado en Física en la Universidad de Brown.
Trabajó como físico y gerente de proyectos con superconductores, sistemas de resonancia magnética y residuos nucleares. Fue profesor de la Universidad de Pittsburgh y profesor invitado en la Universidad de Ginebra en Suiza.
Además, escaló montañas en Groenlandia, Suiza y Pakistán.
Su interés por la Primera Enmienda sólo se volvió a despertar en los años 90, cuando le empezaron a preocupar los constantes intentos de reintroducir la religión en las escuelas.