El alcalde de San Pablo se perfila como el favorito pro mercado para las presidenciales en Brasil

En un país que sufre la peor recesión de la historia y tras 13 años de gobiernos de izquierda, el millonario paulista es el principal exponente de una nueva raza de políticos.

Es noche tarde en las oficinas principales del gobierno municipal de San Pablo, ubicadas en el animado antiguo centro de la metrópolis más grande de América del Sur.
Sin embargo, mientras las personas que viven en la calle y los adictos al crack inician su ocupación nocturna de las veredas, João Doria, el polémico alcalde millonario de San Pablo, y sus secretarios todavía trabajan en sus planes para revitalizar la capital financiera y centro neurálgico industrial de Brasil.
Tras llegar al poder en octubre pasado mediante una histórica victoria electoral, Doria se describe como un alcalde sin experiencia política y adicto al trabajo que intenta introducir técnicas de gestión modernas a un sistema político paralizado por la corrupción, las ideologías “del siglo XXI” y la política del dinero.
Es un exitoso empresario y habilidoso promotor –fue el presentador de la versión brasileña de El Aprendiz, el reality show televisivo que conducía el actual presidente de Estados Unidos Donald Trump– y está sonando como posible candidato para las elecciones presidenciales de Brasil que tendrán lugar el año próximo.
“Siempre digo que no soy un político, soy un gerente que entró en la política”, señala Doria, cuyo aire del mundo empresario se refleja claramente en su elegante traje y la camisa con cuello abierto.
En un país que lucha por salir de su peor recesión de la historia tras 13 años de gobiernos de izquierda, Doria es el primero de lo que se espera sea una nueva raza de políticos que debe enfrentar el disgusto que sienten muchos brasileños por las viejas clases políticas de Brasil.
Desde que millones tomaron las calles en 2013 para manifestarse en contra del dinero que estaba gastando el gobierno para ser anfitrión al año siguiente de la Copa Mundial de Fútbol, las clases medias de Brasil hace tiempo que piden cada vez más una mejora en los deficientes servicios públicos que brinda el país, aseguran los analistas.
La participación que han tenido los políticos de todo tipo en un gigante escándalo de corrupción en Petrobras, la petrolera estatal, sólo reforzó esa tendencia.
“Lo más importante que surge de todas las recientes encuestas es que los votantes están muy enojados con los políticos convencionales“, señala Eurasia Group en uno de sus últimos informes.
Los paulistas se encariñaron con las promesas de “des-estatización” que hizo Doria durante la campaña electoral –operaciones en las que se recaudaron al menos 7.000 millones de reales mediante la venta de algunos activos municipales y el ofrecimiento de otros en concesión al sector privado o a asociaciones público-privadas.
Entre los 55 activos que se están preparado para que reciban participación del sector privado se encuentran la pista de Fórmula Uno que tiene la ciudad y su principal estadio para los desfiles del carnaval. Incluso quiere vender las concesiones que operan sus 20 cementerios. La industria de la muerte, aseguró, podría ser una de las privatizaciones más prometedoras –todos los años mueren 400 paulistas. “Hoy es un servicio público deficiente, que es malo”, afirmó.
También redujo a cero la fila de casi 500.000 personas que se formaba para los chequeos de un programa de salud municipal. Lo logró pagando a hospitales del sector privado. Ahora está tratando de hacer lo mismo con los procedimientos quirúrgicos. “No necesito hacer política para tener aprobación. Me gané el reconocimiento mediante la buena gestión”, dijo.
Si bien es miembro del establishment, del partido de centroderecha PSDB pro negocios y es hijo de un ex miembro del Congreso, Doria nunca había tenido un puesto electivo antes de ganar las elecciones municipales el año pasado, cuando declaró que su patrimonio asciende a 180 millones de reales.
A este agresivo usuario de los medios sociales, a veces se lo compara con Trump pero él asegura que prefiere a Michael Bloomberg, el multimillonario ex alcalde de la Ciudad de Nueva York, a quién él admira como “gerente”.
“Le tengo respeto a todo aquel que fue democráticamente electo, pero prefiero a Bloomberg –está más cerca de mis sentimientos, de mi interpretación de la democracia”, aseguró Doria.
Al igual que Trump, Doria no le tiene miedo al conflicto. Provocó enojo entre los artistas con su campaña “Ciudad bonita” en la que con un mameluco puesto acompañó a los trabajadores de mantenimiento mientras pintaban de gris sobre los murales tan presentes en la ciudad. Él insistió en que no está en contra de los murales sino en contra los graffitis que los delincuentes pintan en aerosol sobre las paredes de los edificios. La municipalidad planea abrir un museo y una escuela de arte callejero. “Los murales son arte callejero, son importantes y buenos y serán incentivados en San Pablo. Pero no los graffitis”, aseguró.
El nuevo alcalde también fue acusado de poner en riesgo la libertad de expresión por detectar críticos en los medios sociales y amenazarlos con iniciarles acciones legales. Pero él insiste en que eso ocurrió sólo con aquellos que han sido violentos.
“Las amenazas son constantes: tiran piedras contra mi casa, tiran huevos, intimidan a mi familia; nosotros acompañamos esas medidas con autorización judicial”, aclaró.
Si bien todavía es temprano, los analistas ubican a Doria por delante de otros posibles candidatos a las elecciones de 2017, como Luiz Inácio Lula da Silva, el carismático ex presidente del Partido de los Trabajadores, o PT, que está implicado en escándalos de corrupción.
Doria acumula en Facebook fuertes críticas a Lula da Silva pero insiste en que todavía no tiene ambiciones presidenciales. “Digamos que sólo el tiempo lo dirá”, dijo. “Fui electo alcalde de San Pablo y tengo que concentrarme en eso”.