Mauricio Vilanova, edil de San José Guayabal, lleva 20 años en el poder con un modelo de seguridad que ha rebajado los homicidios a cero.
Fusil en mano, tres cargadores y chaleco antibalas. Mauricio Vilanova, alcalde del pueblo salvadoreño San José Guayabal (14.000 habitantes), tras 20 años en el poder se ha convertido en el edil ‘antipandillas’ más carismático de El Salvador. Debido a la ola de inseguridad entre los años 2012-2015, causada por el aumento de la violencia y la posterior tregua entre gobierno y pandillas que desangró el país, Vilanova desarrolló un modelo de seguridad único que ha logrado rebajar los homicidios de una media de 14 anuales hasta cero en los últimos años. Su secreto, asegura, es patrullar las calles armado junto a las autoridades y el trabajo codo con codo con los ciudadanos del pueblo, especialmente con los jóvenes. Vilanova es como uno más. “Este no es el modelo de un alcalde, es el modelo de un pueblo”, afirma el edil mientras saluda a cada vecino con el que se cruza. Con ello, explica orgulloso, ha conseguido un oasis de paz y libre de crimen organizado en un país con nueve asesinatos diarios.
La imagen de Guayabal dista mucho de las colonias aledañas. A solo 15 minutos está el municipio de San Martín, donde las balaceras, extorsiones y violencia por parte de la pandilla Barrio 18 son el pan de cada día. Así lo corrobora un militar tapado hasta los ojos y aferrado a su fusil M-16. “Aquí nadie puede garantizar la seguridad”, sostiene. Pero Guayabal es diferente. En la principal plaza del pueblo el ambiente que predomina es familiar, con pequeños jugando con sus bicicletas o en la cancha de baloncesto, ya bien entrada la noche. La pastelería Ashley no sufre la frecuente extorsión de las pandillas, normal en cada barrio salvadoreño. No hay ni rastro del “ver oír y callar”, que luce en muchas fachadas del país. Aquí nada recuerda a las pandillas ni a la violencia y el miedo a la que éstas someten a los ciudadanos. Decenas de familias se reúnen para pasar el fin de semana y saciar su apetito con pupusas bañadas en queso loroco, típicas del país.
Vilanova, de 61 años, pasea tranquilo aunque a trompicones por la plaza. Cada vecino le para, sonríe o saluda. Su cabeza tiene precio desde marzo, cuando, según explica, la Mara Salvatrucha planeó atacarle con granadas. “Siempre está uno alerta, pero yo ya solo le tengo miedo al de ahí arriba”, comenta señalando al cielo mientras se acomoda junto a una vecina. Ella es Juana Rivera, que pasa la noche viendo corretear a sus nietos. A sus 94 años solo recuerda violencia y miedo. Una guerra civil de 12 años (1980-1992) que dejó un saldo de 75.000 muertos y miles de desaparecidos y la evolución del crimen organizado y las pandillas no han dado tregua a esta anciana, que sonríe cuando el alcalde Vilanova le pregunta.
-¿Verdad que aquí no tenemos bichos [pandilleros en la jerga] que nos molesten?
-Nombre fíjese que aquí no hay ningún cipote [niño] malo ni que ande molestando desde hace mucho, estamos bien contentos con su gestión
Marcelino Guanado, de 60 años, pasea junto a sus cinco hijos y su mujer. Vive en San Salvador, la capital, pero en cuanto puede se escapa a pasear por Guayabal. “Aquí todos somos cheros [amigos]. Donde yo vivo habría pandilleros pendientes de lo que declare, pero aquí me siento seguro con mi familia”, comenta.
Vilanova, miembro del partido conservador Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), ha conseguido algo insólito en un país con una tasa de 62 homicidios por cada 100.000 habitantes, según el último Estudio Mundial Sobre el Homicidio de 2019. “Guayabal es el único municipio del país libre de extorsión y de pandillas”, sostiene Ricardo Sosa, experto en Seguridad de El Salvador y que ha estudiado durante años y sobre el terreno la gestión del alcalde.
El inicio de este inusual modelo lo comenzó el edil en el año 2006, cuando cambió al jefe de policía y comenzó a patrullar junto a las autoridades del pueblo con su moto. Vilanova no recomienda a ningún alcalde asumir el rol que él tuvo que tomar hace 14 años. Pero, argumenta, no le quedó más remedio. “Las continuas amenazas me obligaron a armarme, pero no me amedrentaron”, zanja el alcalde fusil en mano.
Con el paso de los años, el modelo fue cogiendo forma y los homicidios bajando. Y es que el edil ha logrado una gestión de prevención única, donde los ciudadanos están involucrados también en la seguridad del pueblo. “Cada guayabalense cuenta con mi celular para mantenerme al tanto de cualquier problema”, explica el mandatario mientras muestra su Whatsapp.
Los 40 kilómetros cuadrados de Guayabal tienen una seguridad que se organiza de manera similar al modus operandi de las pandillas. Con 14 agentes, tres empleados municipales, postes y vecinos que avisan de los posibles extraños que entren al lugar, y por supuesto, Vilanova. El analista Sosa asegura que aunque los focos se hayan puesto siempre en el mandatario y sus armas, lo más importante ha sido su administración, centrada siempre en la calidad de vida en el pueblo. “El alcalde armado fue algo mediático, una estrategia muy audaz del edil. Pero lo importante ha sido su gestión de los recursos”.
El pueblo está con Vilanova. El edil ha conseguido el respaldo de sus ciudadanos por dos décadas. Ha ganado siete elecciones consecutivas y, en las últimas, consiguió un 78% del voto válido, el porcentaje más alto en El Salvador. Al éxito en seguridad se han unido otros como una cobertura de agua potable del 97%, en energía eléctrica del 98%, un autobús escolar gratuito que traslada a 500 estudiantes a diario y la construcción de parques y canchas de fútbol y de baloncesto por las que pasan miles de jóvenes a diario.
Aunque estén ideológicamente en extremos diferentes, Vilanova admite los logros del nuevo presidente, Nayib Bukele, que tomó posesión el pasado 1 de junio. El nuevo mandatario se encontró con un país desolado por la violencia y en solo 20 días puso en marcha un plan de control territorial blindando varias zonas del país con 7.000 miembros de la Policía y el Ejército en 22 localidades para cortar las diferentes fuentes de financiación de las pandillas. “Su gestión en seguridad está funcionando, aunque me sigue generando dudas porque hay lugares donde no llega”, lamenta. Al alcalde, asegura, le confunde que después de tantos años de éxito en Guayabal desde ningún gobierno se hayan tomado la molestia de intentar copiar su gestión en seguridad. “Nuestro modelo es replicable en todas las ciudades del mundo”, argumenta.
Con este nuevo plan creado por Bukele, El Salvador ha alcanzado la tasa más baja de homicidios en los últimos 20 años. Los datos son innegables. Al analista Sosa no le quedan dudas: “Hay una tendencia a la baja atribuida a la voluntad del presidente Bukele de ponerse al frente de la seguridad y recuperar el territorio”, afirma. Aunque el experto asegura importante dar a conocer la gestión de Vilanova a nivel nacional para imitar el modelo y que sirva de ejemplo en las diferentes alcaldías del país.
Vilanova, que lleva encima un fusil de asalto automático y una pistola semiautomática Beretta, repite una y otra vez que el arma más poderosa de Guayabal es la buena relación con los jóvenes, presa de las pandillas en todo el país. “Nuestro lema no es el que predomina en los muros de muchos municipios de ver oír y callar. Aquí es ver, oír y denunciar”, zanja el edil. En El Salvador es habitual que las pandillas recluten a menores de edad, algunos icluso bajo amenaza de muerte, para labores de vigilancia en sus zonas de control, cobro de extorsiones y sicariato. En 2019 se arrestaron a casi 1.900 adolescentes, de los que la mayoría fueron identificados como pandilleros, según datos oficiales.
Cae la noche en el pueblo y los cohetes, usuales en tiempos de fiesta en El Salvador, son la banda sonora. Mañana habrá nueve asesinados en el país. Ninguno en Guayabal.