En una entrevista con Clarín, el mendocino Gerónimo Villanueva cuenta sus expectivas de hallar moléculas orgánicas en el planeta rojo y cómo será la misión que reemplazará al Curiosity.
El mendocino Gerónimo Villanueva, investigador de la NASA especializado en la búsqueda de moléculas orgánicas en otros planetas, pasó unas horas por Buenos Aires para participar de las charlas TEDxRíodelaPlata. Allí disertó sobre sus descubrimientos al frente del telescopio espacial James Webb Space Telescope (JWST), su participación en la misión ExoMars y las chances de hallar vida en Marte.
Desde hace 12 años Villanueva reside en los Estados Unidos y es uno de los científicos responsables del estudio que determinó la existencia de agua en Marte y ahora, apunta sus antenas al planeta rojo para dar con alguna evidencia de vida. Además, la International Astronomical Union nombró el planeta menor 1981EW17 (9724) como Villanueva, en honor al investigador.
-¿Se podrá confirmar alguna vez la presencia E.T. en Marte?
-Tengo mis dudas. Creo que puede haber, pero de momento la estamos buscando. Otra explicación es que hubo en su momento y que se conserve como un remanente. Sería muy interesante y a la vez fascinante, que se manifieste en el planeta más cercano. Porque si nuestro vecino la tiene, es probable que la vida también esté en muchos otros lados.
En la Tierra la existencia deriva de lo que se conoce como la sopa primitiva, una metáfora que explica el nacimiento de la vida. “Esta fórmula consta de agua, material orgánico y una fuente de radiación. Todos estos ingredientes de la sopa se someten a un proceso gradual de evolución que desemboca en la vida. Estos tres componentes fueron hallados en Marte, lo único que estaría faltando es la puntada final. Antes se pensaba que no había material orgánico, pero unos años atrás, el Curiosity identificó bloques químicos que contienen carbono, oxígeno e hidrógeno, que son los componentes de todo ser viviente en la Tierra”.
Como en la superficie del planeta la existencia de vida está descartada, ya que la radiación cósmica barrería con cualquier vestigio, la esperanza está puesta bajo tierra. “En 2020 vamos a perforar dos metros en el terreno marciano a través de un robot explorador de la ESA en colaboración con la agencia rusa Roscosmos y la NASA. La idea de la misión ExoMars es ahondar en esas profundidades, ya que es un entorno mucho más protegido y tenemos la expectativa de hallar remanentes de agua o elementos orgánicos. El desafío es como recuperar esa muestra”.
Una misión de retorno implicaría recoger las muestras, colocarlas en un cohete que las ponga en órbita y devolverlas a la Tierra. “Entre los planes de la NASA está el proyecto MSR (Mars Sample Return) que depende del nuevo laboratorio espacial llamado Mars 2020, que en tres años va a reemplazar al Curiosity. Uno de sus instrumentos extraerá una porción del suelo y aquellas que tengan un indicador interesante las va a depositar en la superficie marciana hasta que se disponga la tecnología para traerlas de vuelta”.
-¿Por qué todos los esfuerzos apuntan a Marte?
-Es una cuestión de vecindario. Venus es inhabitable, muy caliente y los otros planetas grandes, Júpiter, Saturno, son gaseosos, no podés vivir. Nuestra Luna tampoco es apta para la vida ya que al no tener atmósfera es muy hostil. Mientras que desde una perspectiva científica de exploración, Marte es como una segunda Tierra, ya que está cerca y posee muchas semejanzas con nuestro mundo. Es decir, es un planeta rocoso, con una atmósfera, que posee temperaturas relativamente moderadas, con una gravedad y estaciones semejantes a la nuestra. Es como elegir entre el punto más profundo del océano o al Amazonas. La diferencia es que el Amazonas tiene un potencial de descubrimiento muy grande y el ambiente es más natural al ser humano”.
Dos años atrás, Villanueva y su equipo confirmaron que un enorme océano cubrió cerca de la mitad del hemisferio norte marciano. Habría alcanzado una profundidad máxima de 1,6 kilómetros, creando un ambiente ideal para la vida.
“No se sabía con precisión cuál fue su porcentaje de agua. Para determinarlo, medimos el peso del líquido para saber la cantidad que hubo en el pasado y la que hay actualmente. Ahora sabemos que el 90% del agua la perdió ya que desde hace 4.500 millones de años, desde que se formó el planeta, se está perdiendo sistemáticamente en forma de vapor. El agua líquida se transformaba en vapor y de esta forma se evaporaba, lo que derivó en un planeta árido”.
-¿Cuál es el objetivo del James Webb Space Telescope?
-Es considerado el más poderoso de la actualidad, ya que tiene la capacidad de captar luz siete veces más que su predecesor, el Hubble. Estoy liderando el estudio de Marte en busca de material orgánico y agua, a través de la espectroscopia, que es el estudio de la luz a distancia.
Lo cierto es que sin sacar el ojo del lente, uno puede saber si hay agua a 225 millones de kilómetros de distancia. “Así, dependiendo del instrumento del JWST, se pueden medir los colores de la luz, lo que te permiten saber la composición química de un objeto a distancia. Por ejemplo, cada molécula se identifica con un color. Supongamos que el agua equivale al rojo, si estás mirando el espectro tonal que se forma y justo falta ese matiz, te está indicando que en el lugar hay mucho líquido. En cambio, si el color aparece, te revela que dicho elemento está ausente. Mi tarea consiste en sintonizar los instrumentos con los colores para buscar lo que están faltando”.