El primer satélite geoestacionario construido en el país será lanzado desde Guayana Francesa. Brindará cobertura de televisión, acceso a Internet y servicios de datos y de telefonía a todo el territorio nacional.
Está listo para iniciar el viaje. Ya cumplió con todos los diagnósticos y pruebas necesarias y ahora aguarda el momento de ponerse en marcha, cómodamente instalado en un recinto acondicionado que le evitará vibraciones o cambios bruscos de temperatura. Como un diamante en bruto, el satélite Arsat-1 está en el contenedor que un camión especial llevará hasta el aeropuerto de Bariloche, desde donde un avión Antonov (también especial) lo trasladará a la Guayana Francesa, su punto final en la Tierra. Desde allí partirá hacia el espacio y brindará servicios de televisión, Internet, datos y telefonía a todo el territorio nacional. Fue construido integralmente en la Argentina y ubica al país en un selecto club de ocho naciones con capacidad tecnológica para desarrollar satélites geoestacionarios, informa revista Veintitrés.
La decisión de construirlo nació en 2006 de la mano de Néstor Kirchner, empeñado en mantener las posiciones orbitales reservadas al país por la Unión Internacional de Telecomunicaciones. En 1991 se le había adjudicado a Nahuelsat, un consorcio privado encabezado por la alemana DaimlerChrysler Aerospace (hoy, Airbus) y la italiana Finmeccanica, la provisión y operación de dos satélites: el Nahuel-1 –puesto en órbita de 71,8 grados oeste en 1997– y un segundo que debía ser colocado en órbita de 81 grados oeste en 2003. Pero en esa fecha Nahuelsat ni siquiera había comenzado a construirlo, lo cual ponía en riesgo la conservación de la posición orbital, que estaba siendo reclamada por Gran Bretaña. Con una prórroga de dos años, Kirchner decidió construir un satélite argentino y, mientras tanto, ocupar la órbita con un equipo alquilado al grupo holandés SES, que también proveyó el reemplazo del Nahuel-1, en 2010, cuando cumplió su vida útil.
Para lograr el objetivo, el entonces presidente creó Arsat, Empresa Argentina de Soluciones Satelitales –dependiente del Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios de la Nación–, y le transfirió los activos de Nahuelsat para que se hiciera cargo del servicio satelital.
Arsat contrató a Invap, sociedad del Estado de la provincia de Río Negro con sede en Bariloche, para que construyera el satélite que cumpliera con las condiciones que requería. Héctor Otheguy, CEO de Invap, contó a esta revista que “como cualquier otro fabricante de satélites del mundo, compramos algunos componentes a terceros”, aunque aclaró que desarrollaron compuestos con fibra de carbono y algunos que otros elementos necesarios para el funcionamiento. “Tenemos la responsabilidad total del diseño según los requerimientos y la ingeniería, pero la preparación de sistemas y subsistemas, las comunicaciones, las partes eléctricas, el almacenamiento, los paneles solares, fueron encargados a otras empresas”.
Para explicarse más, Otheguy apeló a la comparación con las empresas automotrices y autopartistas: “Invap sería la automotriz que contrató una serie de autopartistas Hay más de cien empresas y organismos de ciencia y tecnología que participaron en la construcción del satélite. Si hay algo multidisciplinario es esto. Fueron necesarias más de un millón de horas hombre de diversas organizaciones, es el mejor ejemplo de trabajo en equipo y la constatación de que en la Argentina se puede. Lo que sí es responsabilidad nuestra es el diseño, el montaje, el ensamblado, la integración de sistemas y subsistemas, y las pruebas que realizamos en el Centro de Ensayos de Alta Tecnología S.A., empresa conformada entre Arsat e Invap”.
Esas pruebas que menciona Otheguy demandan varios meses de trabajo, ya que una vez en el espacio, orbitando a 35.786 kilómetros de altura y con una vida útil de 15 años, sería imposible reparar cualquier desperfecto, por los altos costos y no por la cuestión tecnológica. “Debe ser muy confiable –señaló Otheguy–, por eso simula en el Centro tanto las condiciones que deberá soportar en su posición final, como cambios de temperaturas y vacío, como las condiciones del transporte y lanzamiento, cuando también sufre vibraciones y cambios de temperatura”. Bruscas, además, porque enfrentará 150 grados durante el día y 170 grados bajo cero durante las noches.
Concluidas las etapas de montaje, pruebas e instalación dentro del contenedor especial, sólo resta transportarlo hasta la localidad de Kouru, en la Guayana Francesa, donde se producirá el lanzamiento a mediados de octubre, a bordo del cohete Ariane 5 y a cargo de Ariane Space. “No comenzará a funcionar de inmediato –aclaró Otheguy–, hay que llevarlo a la posición definitiva e iniciar los sistemas, entre otras cosas. Eso llevará unas cuantas semanas y es responsabilidad de Arsat”. Ese control se llevará a cabo en la Estación Terrena Benavídez, donde hasta ahora también se manejaron los satélites alquilados.
El Arsat-1, que pesa tres toneladas y mide casi cuatro metros de alto y más de 16 de largo (con los paneles solares extendidos), demandó una inversión de 250 millones de dólares y brindará servicios a todo el país y, en caso de que sea requerido, a algunas zonas de países vecinos, como Uruguay, Chile y Paraguay. Transportará señales de televisión, Internet, servicios de datos y telefonía IP. Hasta ahora, sólo Estados Unidos, Rusia, China, Japón Israel, India y la Eurozona podían construir este tipo de satélites.
En el aspecto técnico, el Arsat-1 lleva 24 transponders de la banda Ku. Un transponder es un dispositivo utilizado en telecomunicaciones que toma el nombre de la fusión de dos palabras inglesas: transmitter (transmisor) y responder (contestador). Lo cual también explica la función: recibir, amplificar y retransmitir señales. La banda Ku es una porción del espectro electromagnético en el rango de las microondas que va de los 12 a los 18 GHz; se usa sobre todo en las señales de televisión, se divide en segmentos que cambian por regiones geográficas y la primera en utilizarla para transmitir fue la cadena televisiva estadounidense NBC, en 1983.
El Arsat-1 fue construido integralmente en la Argentina y ubica al país en un selecto club de ocho naciones con capacidad tecnológica para desarrollar satélites geoestacionarios.
Matías Bianchi, presidente de Arsat, destacó ante Télam “la decisión estratégica de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner de proteger las posiciones orbitales asignadas a la Argentina con satélites nacionales. Eso le permitió al país convertirse en uno de los muy pocos países capaces de hacerlo y deja un enorme potencial para transferir tecnología, sobre todo en Latinoamérica”.
En cuanto al manejo, Bianchi detalló a TSS Tecnología Sur Sur, agencia de noticias de la Universidad Nacional de San Martín, que el Centro de Operaciones de la Estación de Benavídez “será responsable de hacer la transferencia de todo lo que se realiza sobre los satélites contratados al Arsat-1, con el objetivo de conseguir el mínimo impacto en sus redes satelitales, sobre todo en relación al tiempo de interrupción del servicio. Más allá de esta tarea, la función principal será gestionar la capacidad satelital fija y ocasional del Arsat-1, para que no existan interferencias ni degradaciones y para que cada servicio tenga la potencia y ancho de banda adecuado, asegurando de esta forma la calidad del servicio”.
El satélite concentrará su potencia máxima sobre el territorio argentino para brindar conectividad de igual calidad a todas las regiones, incluso aquellas que los operadores privados consideran económicamente poco atractivas y que no recibían cobertura. A partir de su puesta en marcha, los sitios alejados de los centros urbanos o de baja densidad poblacional podrán recibir todos los servicios con una antena de pequeño tamaño.
Este es el primer satélite geoestacionario argentino y la punta de lanza de un plan de tres unidades propias, dentro del proyecto Sistema Satelital Geoestacionario Argentino de Telecomunicaciones (SSGAT). El Arsat-2, de acuerdo a Otheguy, está muy avanzado: “Terminamos el montaje y estamos comenzando la campaña de pruebas en el Centro de Ensayos. Será lanzado, estimativamente, en el segundo semestre de 2015 y orbitará en la posición de 81 grados oeste. El Arsat-3, que reforzará esa posición, está un poco más retrasado, a raíz de algunas redefiniciones relacionadas con el alcance, ya que estará mejor posicionado para iluminar otros países”.
Según Bianchi, el Arsat-2 permitirá “aumentar el buen posicionamiento de la Argentina como exportador de contenidos audiovisuales. Transmitirá no solo en banda Ku, sino también en banda C, extendiendo su espectro al resto del continente americano”.
A partir de la puesta en marcha del Arsat-1, la Argentina no dependerá de operadores internacionales para brindar servicios en su territorio. Mantener la posición orbital asignada por la Unión Internacional de Telecomunicaciones y construir en territorio propio con tecnología local un satélite, también son cuestiones de soberanía.
Antecedentes
A principios de junio de 2011 partía desde la Base Aérea de Vandeberg, Estados Unidos, el satélite de aplicaciones científicas Aquarius/SAC-D. De fabricación nacional –a cargo de Invap según el proyecto conjunto de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), la NASA y otras agencias internacionales–, su misión es transmitir datos provechosos para la agricultura, la prevención de enfermedades, la evaluación de la basura espacial y el cambio climático. En septiembre de 2013 produjo su primer mapa de la salinidad de la superficie del océano y mostró mucho más de lo que se esperaba.
El satélite pesa 1.405 kilos y tiene varios instrumentos a bordo, muchos fabricados en el país por el Instituto de Radioastronomía, la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de La Plata y el Centro de Investigaciones Ópticas. La Comisión Nacional de Energía Atómica se ocupa, desde la Estación Terrena del Centro Espacial Teófilo Tabanera (Córdoba), de coordinar el comando, control, monitoreo, adquisición y distribución de datos.
El primer mapa del Aquarius SAC-D muestra que la salinidad aumentó en las zonas subtropicales, y que el Océano Atlántico tiene un promedio de salinidad más alto que el del Pacífico y el Índico. Que la salinidad disminuyó en la franja del Ecuador y en el Océano Pacífico Septentrional. Y que hay un gran contraste entre las zonas áridas de alta salinidad del Mar Arábigo y la baja salinidad de la Bahía de Bengala, en el subcontinente indio. Por último, también mostró una disminución de salinidad en las aguas que desembocan al Atlántico desde el río Amazonas.