Un Concejo cada vez más descompuesto– En las últimas horas Mar del Plata fue testigo casi indiferente de lo ocurrido e torno al cambio de autoridades del Concejo. Ocurre que la gente no quiere ser parte de las agresiones cruzadas.
Aunque muchos desde el poder quieran negarlo, la Argentina está cada día más partida en dos. O tal vez en tres; junto a quienes se colocan a favor o en contra del gobierno, crecen aquellos que huyen despavoridos cada vez que escuchan hablar de política.
Suele jactarse la Presidente de que ella y su marido devolvieron a la juventud “la pasión por la política”. Sin animarnos a descalificar el supuesto, preferimos esperar para ver que ocurre cuando la militancia no venga acompañada de un jugoso sueldo, un plan social a cambio de ninguna prestación o cualquiera de los beneficios que en una sociedad enferma suele otorgar la cercanía del poder.
Pero Cristina no habla de los otros, los millones de jóvenes que han quedado al costado de la ruta sin trabajo ni estudios, sin un futuro claro a la vista y desengañados de esta etapa plagada de discursos, de cadenas nacionales para el autobombo y de números maravillosos que ellos no ven ni por casualidad en su entorno.
Esos, como tantos otros argentinos que no quieren tomar partido en la grieta pero exigen que los fragores dejen de molestarla, componen hoy una verdadera mayoría del desencanto que comienza a interrogarse si alguna de las alternativas que el sistema le propone será suficiente para resolver sus problemas verdaderos.
Y esta es la sensación que a todos nos quedó ayer, tras el largo papelón de nuestros representantes en el Concejo Deliberante, cada vez más cerca del ridículo que de la responsabilidad democrática.
Las palabras del Intendente, tras siete horas de espera para que los caprichos y especulaciones dieran paso a las formalidades de la democracia, fueron suficientemente claras y emitidas en un tono tal que no dejan lugar a dudas: los meses que vienen serán una guerra.
Pero esa guerra tiene una característica que no debe soslayarse: los “combatientes”cobran importantes sueldos –que pagamos nosotros– que les permite entregarse al juego bélico sin tener que preocuparse por sus necesidades primaris y no tanto.
Nosotros -convertidos todos en un “daño colateral” del conflicto- tenemos que salir cada mañana a generar los ingresos necesarios para que nuestras familias no deban pasar necesidades.
Lo que nos llevaría a la necesidad de pedir a nuestra clase política que tenga en cuenta estas cosas, juegue los jueguitos que quiera jugar pero por favor…no joda.
HUBO TIEMPO PARA UN MILAGRO PASCUAL
Lucas Fiorini siempre debía estar ausente de su banca cuando al oficialismo le hacía falta romper el empate y evitar el voto de la presidencia, hasta hace horas en manos del radicalismo.
Se resfriaba, se constipaba o se brotaba; nadie podía jamás asegurar el diagnóstico.
Lo cierto es que oportunamente desaparecía y permitía con su ausencia que Acción Marplatense y su aliado el Frente para la Victoria consiguieran la mayoría necesaria para imponer sus proyectos o rechazar los que no eran de su agrado.
Claro que los maledicentes que nunca faltan lanzaron a correr la alocada versión de que tales indisposiciones eran compensadas ampliamente por los ocasionales beneficiarios. pero ya sabemos que nuestros incomprendidos políticos siempre están en boca de desagradecidos ciudadanos incapaces de reconocer el apostolado al que se entregan cotidianamente.
Ahora, con la recuperación de la presidencia del cuerpo en manos de Ariel Ciano y Acción Marplatense, la presencia del edil de Frente Renovador dejará de marcar el temido empate. Si hasta quedándose en su banca el encargado de romper la paridad será el nuevo titular.
Y el bueno de Fiorini ya no se resfriará, ya no se constipará y ya no se brotará.
Un verdadero milagro de Semana Santa que no debió pasar desapercibido y al que sin embargo nadie le llevó el apunte.
Al menos por ahora…