El japonés Takayuki Mizuno ha diseñado un ‘software’ que revela las conexiones de compañías de todo el mundo con diversas actividades criminales.
Takayuki Mizuno aplica teorías de la física, la economía y la ciencia de datos para sacar a la luz las relaciones que conectan a las grandes empresas. Desde el Instituto Nacional de Informática de Japón, recoge y organiza una cantidad ingente de datos para rastrear los movimientos del mercado y distinguir a las empresas limpias de las que esconden trapos sucios bajo una maraña de relaciones comerciales y subcontrataciones.
La unión de dos materias tan dispares entre sí, la física y la economía, no es casual. El japonés es un ‘econofísico’, esto es, un científico que aplica teorías y métodos físicos para resolver problemas de la economía. A través de esta combinación, ha creado un ’software’ para detectar las burbujas de los mercados de valores y un sistema para medir el progreso de las nuevas empresas. “El factor más importante en el fenómeno económico son las interacciones. Las relaciones entre individuos causan la conducta del rebaño”, explica Mizuno a Teknautas. “Una red puede describir la relación de cada individuo”.
El ‘software’ que ha diseñado funciona como un enorme rastreador de internet. Para investigar una empresa, extrae todas las relaciones comerciales que se muestran en la Red y, a continuación, hace lo mismo con cada una de las empresas desveladas.
Así, va tirando del hilo. De una compañía a otra hasta encontrar los vínculos que tratan de permanecer ocultos. La idea es destapar su relación, si la hubiera, con actividades ilegales. “Tenemos una técnica para analizar una red convencional y, por supuesto, podemos aplicarla para desentrañar las redes criminales”, explica.
La investigación inicial de Mizuno demostró que las grandes corporaciones de todo el mundo están conectadas entre sí a través de varios socios, lo que eleva el riesgo de que muchas compañías se relacionen con otras “contaminadas”. El investigador ha querido probar su sistema con el turbio negocio de los minerales en conflicto del Congo, una violencia que se da dentro de unas fronteras pero que es alimentada por la industria de los dispositivos electrónicos de todo el planeta.
La República Democrática del Congo cuenta con cerca del 80 % del coltán en todo el mundo, según Friends of the Congo. Este material metálico y negro forma parte de gran parte de los móviles, las tabletas y los ordenadores. En el suelo africano hay luchas constantes por el control de este recurso y otros como el oro y el tungsteno, lo que ha influido en la perpetuación de una larga guerra con millones de muertos. El tema es un tabú para la mayoría de las grandes tecnológicas, salvo unas pocas excepciones, como Intel, que se ha esforzado en no utilizar minerales que provengan de países en conflicto.
El objetivo de la investigación consistía en trazar la ruta desde la mina de la que se extraen estos minerales hasta el móvil que utiliza una persona en un país como Japón. Como era de esperar, tras la simulación de datos que llevó a cabo, comprobó que los preciados minerales se extienden por todo el mundo, llegando a las cadenas de suministro de las compañías occidentales. Pero también descubrió que la regulación sobre las empresas fabricantes es inútil, que hay que atacar directamente a las empresas mineras y comerciales.
“Un número limitado de empresas que pertenecen a industrias y países específicos desempeñan un papel esencial en la proliferación global de los minerales”, concluye la investigación. Por lo tanto, la regulación debería centrarse en esas empresas, lo que “reduciría sustancialmente su uso en todo el mundo”.
A pesar de su pormenorizado estudio, Mizuno prefiere no publicar los nombres de las compañías afectadas. “Pudimos indicar las empresas con más y menos posibilidades de comerciar con minerales en conflicto, pero tenemos que prestar atención al hecho de que el resultado tiene un margen de error”, explica. Aún así, a nivel macro, los datos muestran una realidad que parece irrefutable. A principios de este año, el investigador presentó sus resultados al Gobierno japonés para animar un posible cambio en la legislación del país.
Efectos de la globalización
Aparte de un ‘software’ capaz de conectar tantos datos, el equipo de investigación de Mizuno necesita contar con una máquina que pueda procesar toda la información y hacerlo rápido. En un ordenador de escritorio, esta tarea podría alargarse meses, pero un supercomputador puede acortar este tiempo a unos minutos u horas.
En el Instituto Nacional de Informática de la nación nipona disponen del Oakleaf-FX10, un ordenador que cuenta con 76.800 núcleos de procesamiento, lo que le permite realizar operaciones a gran velocidad. Gracias a esta máquina, Mizuno ha podido trabajar con inmensas cantidades de datos que le han llevado a entender cómo funciona el mercado global.
Así, el japonés ha descubierto que el 80% de todas las empresas están relacionadas con cualquier otro negocio a través de seis socios, como clientes o proveedores. Algo muy parecido a la hipótesis de que todos estamos conectados con cualquier persona del planeta con solo seis grados de separación.
Con el tiempo, Mizuno se ha dado cuenta que las empresas funcionan como las personas.
“Me interesa cómo la gente elige y se comporta, sobre todo el comportamiento del rebaño que refleja considerablemente el deseo humano”, cuenta. “Podemos observar y analizar el dinero y los fenómenos económicos a partir de estos comportamientos”.
Actualmente, el japonés está utilizando la supercomputadora para destapar las redes criminales a nivel mundial. “Investigo si las principales empresas de los países desarrollados se conectan con empresas descritas en una base de datos como de ‘riesgo y conformidad’”, explica. Para ello, está utilizando los datos de Dow Jones, con información de alrededor de dos millones de empresas que podrían estar vinculadas a actividades ilegales.
Para conocer los resultados, habrá que esperar por los menos hasta el año que viene, cuando tiene previsto publicar sus conclusiones. Por el momento, el trabajo del ‘econofísico’ desvela el otro lado de la globalización, aquel que relaciona a las empresas entre sí, tanto a nivel legal como en sus trapos sucios.