La inseguridad le costó a América Latina más de 330 millones de años de vida en solamente un año.La criminalidad es un problema regional que obstaculiza el desarrollo social y económico de cada nación latinoamericana, según Naciones Unidas.
América Latina sigue siendo la región “más desigual y más violenta” en el mundo, asegura el informe “Seguridad Ciudadana con un Rostro Humano” divulgado recientemente por el Programa de la ONU para el Desarrollo (PNUD). Y destaca que, además, el subcontinente vive una paradoja: experimentó crecimiento económico pero también un aumento del crimen.
América Latina tuvo un crecimiento económico agregado sostenido de 4,2% en promedio anual en los últimos 10 años y 70 millones de personas salieron de la pobreza. Sin embargo, mientras las tasas de homicidios se redujeron en otras regiones, en América Latina aumentaron, con más de 100.000 homicidios por año y un total de más de un millón desde 2000 a 2010.
Los latinoamericanos tienen, además, “la percepción más baja de seguridad a nivel mundial”. En promedio, una de cada tres personas dijo haber sido víctima de un delito violento.
El informe considera los múltiples factores que inciden en la criminalidad, incluyendo la fractura del tejido social, el grave problema de la deserción escolar, la lentitud del sistema judicial y las dificultades en la inserción laboral.
El costo del delito
“Se puede medir el costo del delito de distintas maneras”, le dijo a BBC Mundo el Dr. Marcelo Bergman, director del Centro de Estudios Latinoamericanos sobre Inseguridad y Violencia (Celiv), de la Universidad Nacional Tres de Febrero en Argentina, y uno de los autores del informe.
Una de las opciones es “medir el costo por años de vidas perdidos. Esto suena extraño, pero les doy un ejemplo. Supongan que una persona es asesinada a los 25, esa persona en normales circunstancias, de acuerdo a las estimaciones para un país determinado, podría haber llegado a vivir 75 años. Si es asesinada a los 25 quiere decir que se perdieron 50 años de vida de esa persona”, explica.
Un cálculo complejo permite estimar por cada país cuántos meses de vida se perdieron por exceso de homicidios, una cifra que se multiplica por la población total correspondiente. Brasil, por ejemplo, perdió ocho meses en su expectativa de vida; esa cifra, multiplicada por sus más de 190 millones de habitantes, resulta en más de 100 millones de años de vida perdida.
Tomando como base la información de 15 países de América Latina, en 2009 la región perdió 331 millones de años de vida, detalla el informe. Pero la inseguridad afecta también el potencial económico: sin la mortalidad excesiva debida a los homicidios, el Producto Interno Bruto (PIB) regional habría sido un 0,5% mayor, lo que equivale a una ganancia potencial de más de US$24.000 millones en 2009, según la ONU.
Otra cálculo posible tiene en cuenta los costos directos e indirectos del delito, explicó Bergman. “Por ejemplo, cuánto gastan las personas en protegerse comprando candados o pagando por vigilancia, cuánto gastan las autoridades en mantener un sistema de seguridad, en policías, fiscales, cuánto cuestan las cárceles, etc.”. La suma de esas estimaciones revela que los países de la región gastan en seguridad desde el 2,5% de su PIB, como Costa Rica (US$915 millones), hasta más del 10% en el caso de Honduras (US$1.700 millones).
Multicausal
“Hay muchos factores que inciden en el crecimiento del delito. El problema fundamental de por qué crece el delito es multicausal, multivariable”, afirmó Bergman.
Una paradoja de la relativa prosperidad que ha tenido el continente en los últimos 10 años es que más gente tiene capacidad de consumo y se vuelca a consumir productos muchas veces robados.
Por otra parte, el narcotráfico está produciendo violencia “en la mayoría de los lugares por donde transitan las enormes cantidades de droga que van hacia los mayores centros de consumo que son Europa y EE.UU.”.
Bergman también destaca entre los elementos que han incidido mucho en el crecimiento del delito, “la debilidad de las instituciones del Estado, como la policía, los jueces, las cárceles, que no han estado a la altura del desafío. En general, son instituciones que no se fortalecieron, que no han incorporado tecnología, inteligencia, que han sido desfasadas por la amenaza de organizaciones criminales”.
Desigualdad y deserción
Entre 2008 y 2010, ocho de los diez países del mundo con mayor índice de desigualdad en el ingreso se encontraban en América Latina, donde “el entorno en el que nacen las personas continúa determinando su futuro”, dice el informe.
Otro factor es la falta de calidad del empleo. El 92% de los pobres en situación de indigencia tiene empleo, pero esto no les ha permitido superar su situación.
El PNUD apunta también a cambios profundos en las familias latinoamericanas. El porcentaje de nacimientos en hogares monoparentales se duplicó en los últimos 30 años, pasando de 7,3% en 1970 a 15% en 2000. Y América Latina y el Caribe es la segunda región con mayor fecundidad adolescente entre 15 y 19 años, después de África.
A este panorama se suma uno dato que impacta: el 51% de los jóvenes varones y el 45% de las mujeres en la región no terminan la secundaria.
“La mano dura no funciona”
El PNUD advierte que la “mano dura”, la política de represión criminal, ha coincidido a menudo con mayor criminalidad.
“No hay bala de plata, no hay una sola decisión o conjunto de tres o cuatro decisiones que vayan a resolver el problema. No hay ley de tolerancia cero o de mano dura, o de promover la educación para todos que vaya a resolver estos problemas; son muchas las cosas que hay que hacer”, advierte Bergman.
Las recomendaciones del informe incluyen modernizar la policía, democratizar los procesos de reclutamiento, fortalecer el sistema de justicia reduciendo la impunidad y sancionar la violencia contra mujeres. Para Bergman, “tal vez la recomendación más importante es que todos los actores que tienen algún grado de involucramiento en el tema de la criminalidad, se ocupen todos los días de estos problemas. Las agencias de desarrollo social tienen que hacer un gran trabajo para identificar factores de riesgo en zonas determinadas, ayudar a los padres, identificar las personas que tienen determinados problemas y atenderlas en una edad temprana para que no caigan el delito. Cuando ocurre un delito, no deben dejarlo pasar. La policía tiene que recabar información y sistematizarla para hacer una inteligencia criminal efectiva e identificar hotspots o zonas calientes, las zonas donde ocurren más delitos; y atenderlas no solo a través de patrullas policiales sino también mediante programas de prevención”.
Bergman también recomienda atender focos de violencia familiar que son precursores de otras violencias, y regular los mercados de armas de fuego, droga y alcohol, “porque es bien sabido que en muchas ciudades se redujo el nivel de homicidios significativamente cuando se instalaron horarios en que no se puede consumir alcohol, como es el caso de Bogotá o Diadema, una municipalidad en el Estado de Sao Paulo”.
Para el experto argentino, la criminalidad es un problema que va creciendo y requiere de recursos presupuestarios cada día más importantes, “pero lo más importante de todo es que todas las recomendaciones de política pública tienen que surgir de una alta coordinación interministerial o interagencial y con una dedicación permanente. No hay que dejar pasar las cosas porque cuando uno las deja pasar, después tiene descalabros como en el norte de México, Honduras, Venezuela; o como fue Colombia hasta los años ’90, en que no se hacía gran cosa y los problemas tomaron proporciones que hizo muy difícil revertirlos”.