Docentes y alumnos trabajan a diario en la adaptación de equipos y objetos lúdicos para favorecer la integración.
Jeremías adoraba a su dinosaurio a pilas, pero no podía encenderlo. La perilla que se encontraba bajo la enorme panza del animal no estaba pensada para su problema: el niño no controlaba la motricidad fina. Siempre requería de la ayuda de alguien; mamá, papá, la maestra o la asistente. Pero en Unitec, una unidad de investigación, desarrollo, extensión y transferencia que funciona en el 2° piso del departamento de Electrotecnia de la facultad de Ingeniería de La Plata le dieron al pequeño el manejo de la situación. Adaptaron el juguete y hoy lo maneja solo y a discreción con los dos botones de un mouse.
Al nacer, Juan Cobeñas tuvo una infección que limitó casi por completo su capacidad motora y su habla. Hasta hace 3 años se comunicaba únicamente señalando con el brazo izquierdo las letras que figuraban en un abecedario impreso. Pero en el laboratorio de la facultad diseñaron una tablet personalizada que le pone voz a las palabras o frases que redacta el joven estudiante de Letras. “Estuvimos en varios países y no encontramos nada similar. Es que los investigadores de Ingeniería fueron armando el dispositivo consultando cada avance con Juan, hasta que quedó un modelo único”, dijo su mamá, Elena Dal Bó.
Que Jeremías y otros niños puedan jugar con los juguetes con que se divierten todos los nenes. Que Juan pueda comunicarse mejor. Que cientos y cientos de alumnos de escuelas especiales puedan utilizar las computadoras. Que los alumnos discapacitados integrados en colegios comunes puedan usar las netbooks. Que todos tengan “acceso”, igualdad de oportunidades. En ello trabajan cada día y ad honorem 7 profesionales de Ingeniería Electrónica, unos 20 colaboradores -entre alumnos avanzados y hasta ingenieros y profesores jubilados- y varios asesores, como ingenieros de otras especialidades, informáticos, psicólogas, especialistas en educación especial, médicos, trabajadoras sociales, diseñadores en comunicación visual.
El último miércoles por la tarde-noche, mientras todos se apuraban para ganarle unas horas más al fin de semana largo, en el laboratorio de Unitec nadie corría. Una alumna de 5° año de Ingeniería Electrónica estaba adaptando un colorido juguete para un chico discapacitado. El responsable del área donde se “apilan” las PC para readecuarlas y llevarlas a una escuela especial, así como las que ya están adaptadas, se encontraba amurando los nuevos estantes. En tanto, María Cristina Cordero, la directora de la unidad, y Flavio Ferrari, su codirector, organizaban las tareas. Y mostraban cómo se llevan a cabo.
CALIDAD Y BAJO COSTO
“Todos los desarrollos son de bajo costo, apuntamos a conjugar alta calidad con bajo costo”, resaltó el ingeniero Ferrari, y encendió un comunicador pictográfico adaptado. Desde un control se enciende una luz que comienza a barrer distintos dibujos que indican un deseo o necesidad: comer, dormir, jugar, ir al baño y muchos otros. Cuando el chico quiere indicarle a los padres o maestros lo que requiere, detiene la luz sobre un pictograma. ¿Cómo es el control? “Como el niño lo necesite según su discapacidad. Se puede utilizar uno que se maneje con la mano, el codo o el pie”, ejemplifica el profesional, y destaca que “en Europa esto cuesta 500 euros, aquí lo desarrollamos con mil pesos”.
A un costado del comunicador hay un pequeño dinosaurio que se maneja con un mouse, como el de Jeremías. Del otro lado, un abecedario con letras enormes que se forman con luces Led para quienes tienen que aprenderlas y padecen seria disminución visual.
“UNA ENORME VACANCIA”
“Unitec nace en el 2007 como unidad de investigación y extensión, pero una experiencia temprana nos puso definitivamente en el camino de trabajar a fondo por la accesibilidad”, recuerda Cristina Cordero, y relata que a fines de ese año se acercó una maestra de una escuela especial con 3 computadoras que le habían donado pero que no funcionaban. Ferrari, entre las 3, hizo una y la llevó a la escuela, la 535. “Ahí vimos que había una vacancia”, dice Cordero. Aunque el boca a boca fue como un incendio voraz. De colegio a colegio y de allí a los padres. El trabajo comenzó literalmente a llover sobre la unidad. La vacancia era mucho mayor de lo que imaginaron en un principio.
“Llegaron pedidos puntuales para adaptar un mouse o un teclado, o bien para instalar determinados programas para enseñar las distintas disciplinas a los chicos. Y luego los padres que venían aquí con sus niños, con juguetes o hasta un piano”, señala Flavio.
Pero le dieron respuesta a todo, porque también llovieron las manos para sumarse al proyecto de extensión. Y entre ellas, las de los alumnos del industrial Albert Thomas, que aprenden y a la vez brindan una ayuda “impresionante”, apuntan en Unitec. “Primero venían como pasantes, cuando estaban en 6° año. Ahora, con la implementación del 7° de prácticas profesionalizantes, las realizan acá para obtener su título de técnicos electrónicos. El lunes (por mañana) llegan 25, y lamentablemente deberemos seleccionar a 18 ó 20 porque no hay espacio para todos”, dicen.
Hablando del Albert Thomas, podría decirse que en la facultad no sólo trabajan para integrar, sino que integran. Entre 2013 y 2014, el joven autista Fausto Celave, alumno del industrial, realizó una primera experiencia para aprobar sus prácticas acompañado por un asistente pedagógico.
Y hablando de integración, la profundización de la política de incorporar a niños con capacidades diferentes en escuelas comunes (alumnos integrados) “amplió nuestro campo de acción”, apuntó la ingeniera Cristina Cordero.
En rigor, la encargada de articular la unidad con los establecimientos educativos, desde las escuelas técnicas para que los chicos hagan prácticas hasta las especiales y comunes con alumnos integrados -destinatarias de los desarrollos de Unitec- está a cargo de Mónica González. Se trabaja en equipo, pero hay funciones bien determinadas para poder abarcar la creciente demanda.
Otro ejemplo de esa ampliación del área de trabajo se dio con los jóvenes discapacitados integrados en escuelas secundarias. “Les entregan netbooks, y hay que adaptarlas”, dice Cordero, mientras Ferrari resalta que “la gente cree que es el técnico o el profesional quien decide lo que es mejor para el otro, pero el que sabe realmente qué es lo mejor es el propio usuario, por eso este trabajo en gran medida es personalizado”, puntualiza.
“Si el chico que aprendió con la netbook luego busca trabajo, se necesita encarar una readaptación a la PC de escritorio, pues en los trabajos se usan esas máquinas. Ya tuvimos casos”, indica la directora del laboratorio.
Y además, las adaptaciones tienen tiempos. “En el caso de los juguetes, por ejemplo, los chicos requieren que se los readecúe mientras están en edad de usarlos”, hacen notar.
POR EL PAIS
Desde aquel boca a boca que nació tras la atención a la Escuela Especial 535, vino un reguero de pólvora. Hoy asisten a decenas de escuelas de ese tipo en la Región, centros de día, hospitales, organismos públicos y privados, colegios de Lobos, Necochea, Verónica, de Añatuya y Villa Atamisqui en Santiago del Estero, Puerto Piray (Misiones), Clorinda (Formosa), Humaya (Catamarca), San Martín de los Andes (Neuquén), comunidades QOM de Paraguay. Ahora, mientras desarrollan un laboratorio de marcha para Aprilp y ya diseñan una casa adaptada, los pedidos siguen llegando a uniteconline@gmail.com.