La decisión de la actriz de extirparse los ovarios y las mamas motivó un aumento de las consultas para realizarse el análisis. Advierten que la prueba se justifica sólo en ciertos casos.
“No es fácil tomar estas decisiones. Pero es posible tomar el control y afrontar cualquier problema de salud. Se puede buscar consejo, conocer las opciones y tomar las decisiones apropiadas. El conocimiento es poder”. Así concluye la conmovedora carta que publicó la estrella de Hollywood Angelina Jolie en el diario The New York Times para compartir la decisión que tomó de extirparse los ovarios y las trompas de Falopio como método de profilaxis para reducir el riesgo de cáncer.
La operación vino a complementar la doble mastectomía que se había realizado dos años atrás. Aunque no exenta de polémica, su determinación generó mayor concientización sobre el cáncer hereditario en todo el mundo. El “efecto Jolie”, como lo llaman los especialistas, también llegó a Argentina. Tras conocerse la primera intervención de Jolie, las consultas por el test genético que se realizó la actriz para conocer que era portadora de una mutación en el gen BRCA-1 aumentaron 50%. Esta semana también crecieron los pedidos de asesoramiento sobre las diferentes formas de prevención.
Los médicos coinciden en que la determinación de la actriz de hacer pública su decisión ayudó a la difusión de una problemática que en muchos casos es tabú. “El caso de Angelina es un método de divulgación magnífico, la gente empezó a preguntar y a querer tener mayor información”, afirmó Juana Victoria Bayo, presidenta de la Asociación Argentina de Ginecología Oncológica. Por su parte, Martín Loza, especialista en ginecología y patología mamaria del Instituto Alexander Fleming, opinó que “antes, cuando les sugeríamos realizarse el test genético, generalmente la los pacientes nos miraban con rareza, pero ahora se está tomando más conciencia de cuáles son realmente los riesgos de ser portadora de un gen mutado”.
Asesoramiento. Según el Instituto Nacional del Cáncer (INC), cada año se registran en el país 2.300 casos de cáncer de ovario. Entre el 10% y el 15% de todos estos tumores son causados por errores genéticos heredados (mutaciones). “El test genético es sencillo: se realiza una extracción de sangre como si fuera un hemograma. La técnica consiste en extraer el ADN de los glóbulos blancos y se detecta si hay mutaciones en el gen”, explicó Liliana Alba, directora del Centro Nacional de Genética Médica.
Los pacientes obtienen un resultado de tres a seis meses luego de su realización. En el caso en que dé positivo, se le aconseja sobre los diferentes métodos de prevención. “La decisión de realizarse una mastectomía o una ooforectomía debe formar parte de un proceso de asesoramiento genético y debe ser tomada en conjunto con los profesionales involucrados. Este tipo de procedimientos no pueden hacerse en una única consulta, es necesario dar tiempo para que los pros y contras sean repensados”, sostuvo Lina Núñez, coordinadora del Plan Nacional de Tumores Familiares y Hereditarios del INC.
En el país se realizan en forma gratuita tests genéticos en hospitales públicos para individuos con ascendencia judía ashkenazi, mientras que en otros centros privados se realiza la secuenciación completa de los genes BRCA-1 y BRCA-2 a un costo de 20 mil pesos.
Para Angela Solano, jefa de Genotipificación y Cáncer Hereditario del Cemic, “la situación de la actriz dio un empuje para bien de los estudios genéticos, los desmitificó mucho y ayudó a que haya mayor prevención”. Sin embargo, los especialistas advierten que no todos los casos tienen que someterse a un test genético. “Las mujeres que tienen un cáncer de mama u ovario con menos de 35 años… si una mujer padece a la vez cáncer de mama y ovario, si hay casos de cáncer de mama u ovario en al menos dos familiares o si existe un cáncer de mama en varón, sólo en estos casos se recomienda realizar dicho estudio”, finalizó Loza
“Me saqué los ovarios porque quería vivir”
“Enterarme de que tenía cáncer de mama fue como un baldazo de agua fría”, recuerda Sofía G., de 38 años. Por ese entonces, tenía 34 años y acababa de dar a luz a su segunda hija. Su madre murió de cáncer de colon y su prima, de cáncer de mama y páncreas; todo indicaba que tenía riesgo hereditario de cáncer. Tras comenzar con la quimioterapia, su oncólogo le sugirió realizarse un test genético.
“La enfermedad avanzaba día a día y los estudios de control comenzaron a salir mal. Me aparecieron metástasis en los huesos y en el hígado y el estudio genético dio positivo. El oncólogo me sugirió que lo más conveniente era sacarme los ovarios porque el tumor es hormonodependiente; es decir, se alimenta de hormonas”, describe a PERFIL.
Para ella, la decisión no fue fácil, pero de algún modo resultó terapéutica. “Sacámelos, porque quiero vivir y estar saludable”, le dijo a su oncólogo y luego se sometió a una ooforectomía. “Físicamente, pasé por muchos cambios: la menopausia me produjo calores, sufría insomnio y por los corticoides engordé, pero mi salud mejoró mucho y hoy está todo controlado”.