Condenado por soborno a 19 meses, el ex primer ministro israelí ha ingresado en la cárcel Maasiyahu. Antes de entrar en la cárcel, afirma que es un momento “muy doloroso y difícil” y reivindica su inocencia.
El cierre del accesos a la cárcel de Maasiyahu y la notable presencia de agentes y cámaras despejaban esta mañana las dudas -por si aún persistían- sobre la dimensión del acontecimiento a escasos kilómetros de Tel Aviv. Por primera vez en sus 68 años de historia, Israel tiene un ex primer ministro entre rejas.
Ehud Olmert, otrora luchador contra la corrupción, ha cruzado el umbral del centro penitenciario de la ciudad de Ramle. El hombre más poderoso de Israel entre el 2006 y el 2009 ha pasado a ser a las diez de la mañana de este lunes un inquilino más del ala 10 de la prisión.
El Tribunal Supremo israelí le sentenció a 18 meses (reduciendo la condena de seis años establecida por la corte de Tel Aviv) por recibir un soborno de 60.000 shékels (14.000 euros) en el megaproyecto inmobiliario ‘Holyland’ en Jerusalén aprovechando su cargo de alcalde en los años 90. La semana pasada, el Tribunal del distrito de Jerusalén añadió un mes más por obstrucción a la justicia.
Mensaje antes de la cárcel
Antes de salir de su casa en las afueras de Jerusalén, Olmert ha reivindicado su “inocencia de la acusación de soborno que me han atribuido que además no fueron durante mi época como primer ministro”.
“Los guardianes de la cárcel me protegerán durante mi estancia allí. Como primer ministro, asumí la responsabilidad de garantizar la seguridad de los ciudadanos de Israel y hoy yo soy quien debe estar entre rejas”, afirma Olmert en un vídeo difundido a los medios. Y confiesa: “Es un momento muy doloroso y extraño para mi, mi familia, amigos y seguidores”.
“En mi extensa y amplia trayectoria, cometí también errores que en mi opinión no tuvieron carácter delictivo. Por algunos de ellos, pago hoy un precio. Quizá demasiado alto pero nadie está por encima de la ley”, ha concluido.
“He venido para dar mi apoyo a un buen jefe de Gobierno que hizo mucho por nosotros”, dice a EL MUNDO el israelí Shai Asulin, en las afueras de la cárcel y con un cartel a favor de Olmert, un hombre que sin embargo no tiene muchos apoyos en el país.
Los israelíes asisten al encarcelamiento de Olmert con dos sentimientos: Tristeza porque su máximo dirigente también cayó en la lacra de la corrupción y satisfacción porque su sistema judicial no distingue entre gobernantes y gobernados. Dos sensaciones que el protagonista hubiera deseado ahorrar a sus ciudadanos en este soleado lunes. El último que disfruta en libertad.
La vida como preso
“El momento más duro es cuando se cierra la puerta. Desde ese momento, otros deciden por ti. Te dicen cuando hay que despertarse, cuándo y qué hay que comer…”, reconoce la ex responsable del Servicio Penitenciario, Orit Adato.
Tras bajar de su jeep, Olmert fue recibido por el responsable de guardia en el centro penitenciario. Tras hacerse la foto para ser retratado en algo más que el sistema interno y cumplir el proceso burocrático, fue trasladado a su celda. Le espera el uniforme naranja de presidiario y el número que le acompañará 19 meses si es que no sale antes por buena conducta.
Su galería consta de seis celdas. Cada una tiene tres camas, ducha, retrete, armario, mesa, sillas y una televisión. Fuera de la celda, teléfonos, un patio, aulas, una sinagoga, una biblioteca y un comedor. Remodelada en los últimos meses, el ‘Ala Vip’ ha sido objeto de adaptaciones debido a que Olmert es considerado “personalidad protegida”.
“Aunque es un preso como cualquier otro, debemos tener en cuenta que se trata de alguien que tuvo acceso a todos los secretos de Estado y por tanto la seguridad es superior”, confiesan en el Servicio Penitenciario sobre alguien que llegó esta mañana escoltado por guardaespaldas de los servicios secretos internos (Shabak).
En su departamento, se encontrará con cinco de los condenados en el ‘Caso Hollyland’. El ex presidente de Israel, Moshé Katsav, que cumple siete años por violación, se encuentra en otra galería de Maasiyahu. Es inevitable recordar una foto en el 2006: el primer ministro Omert y el presidente Katsav sentados juntos sonriendo al inicio del mandato de gobierno.
Nunca es fácil pasar de la libertad a las rejas. Menos aún para alguien considerado en los 90 como uno de los ‘Príncipes del Likud’ en los 90, un amante de la buena vida y viajes por todo el mundo. El dirigente que acompañó a Ariel Sharon en la creación del partido centrista Kadima para sustituirle luego como jefe de Gobierno debido al masivo derrame cerebral del veterano general. En el 2006, ganó las elecciones. Durante su mandato, dos guerras con los grupos Hamas (2008) y Hizbulá (2006), el ataque contra el incipiente reactor nuclear en Siria (2007) y un intenso proceso negociador con el presidente palestino, Abu Mazen.
Olmert es el gobernante israelí que más camino ha hecho para la paz con los palestinos. Por ejemplo, aceptó la división de Jerusalén para que su parte oriental sea la capital del nuevo Estado palestino así como evacuaciones de asentamientos en Cisjordania.
Abu Mazen reconoció posteriormente la oferta de Olmert pero no respondió, según Israel. El rais palestino señaló que entonces el primer ministro israelí carecía de apoyos suficientes, lastrado a nivel popular y apuntado por una nebulosa de corruptelas.