Benny Gantz revive la tradición de exjefes del Ejército de Israel que aspiran a dirigir el Gobierno.
Después de haber participado en casi todas las guerras y conflictos de Israel en las cuatro últimas décadas, el exgeneral Benny Gantz ha emprendido este martes a los 59 años su primera batalla política. Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas entre 2011 y 2015, cuando tuvo que dirigir dos grandes ofensivas militares en Gaza, último comandante de las tropas estacionadas en Líbano hasta el año 2000, Gantz se ha convertido solo con su silenciosa presencia en el principal aspirante a destronar en las urnas al conservador Benjamín Netanyahu, de 69 años, el indiscutido primer ministro de Israel desde hace un decenio.
El retirado teniente general ha roto ahora su silencio en Tel Aviv, a 70 días vista de las elecciones legislativas del 9 de abril, en un discurso televisado en horario de máxima audiencia. El objetivo de su ofensiva es presentarse como alternativa real de cambio ante los israelíes cansados de la hegemonía del líder del Likud, el histórico partido derechista que ha encabezado las tres últimas coaliciones de Gobierno en el Estado judío. “Netanyahu no es un rey, Israel es un Estado”, advirtió, “pero su Gobierno solo produce división entre los ciudadanos”.
En un país rodeado de enemigos, las Fuerzas Armadas se presentan como la institución más valorada por los ciudadanos. La deriva seguida por la veintena de jefes del Ejército que le precedieron se plasma en una tradición israelí de la que han surgido dos primeros ministros –Isaac Rabin y Ehud Barak–, una decena de ministros y 11 diputados en la Kneset (Parlamento). Solo tres generales declinaron emprender la carrera política. Para evitar que su proyección y prestigio públicos les otorguen ventaja, desde 2007 los exjefes del Estado Mayor deben permanecer hibernados durante un trienio antes de poder entrar en política.
Hijo de inmigrantes huidos del Holocausto en el este de Europa –su propia madre estuvo en un campo de concentración nazi–, se alistó en el cuerpo de paracaidistas en 1977. La biografía adulta de Gantz se resume en su carrera militar, completada con un licenciatura en Historia en la Universidad de Tel Aviv y por una incursión en la diplomacia como agregado militar en la Embajada israelí en Estados Unidos. Con su imagen de galán maduro de pelo gris, ojos azules y elevada estatura, se dispone a trocar las armas letales en los frentes de Oriente Próximo por la emponzoñada dialéctica de la política israelí.
Las encuestas le sitúan, con hasta 15 diputados para su lista, como segundo contendiente en liza después de Netanyahu, mientras los sondeos asignan al Likud 30 de los 120 escaños de la fragmentada Kneset. Pero en el Estado judío no existe elección directa del primer ministro: cuenta con un sistema parlamentario ultraproporcional y de circunscripción única nacional. Gantz acaba de fundar su propia formación, Resiliencia para Israel, dentro de la nebulosa de partidos de centro-derecha con la que se identifica la mayoría social.
Los medios israelíes se han apresurado a señalarle como caballo ganador en una competición en la que ninguno de los viejos conocidos parecían hacer sombra a Netanyahu, dirigente de repercusión internacional tras haber desempeñado durante 13 años cuatro mandatos como jefe de Gobierno, los tres últimos de forma consecutiva.
A pesar de su aspiración al título, el reservado exgeneral no se ha fajado aún en un cuerpo a cuerpo dialéctico con Netanyahu, acusado por la policía de tres casos de corrupción y a quien el fiscal general de Israel puede imputar dentro de tres semanas por soborno y fraude. Gantz ha preferido mantener cara de póquer, un prudente mutismo que ha ensalzado su perfil de jefe militar con sangre fría. El silencio ya se ha roto. “Si (el primer ministro) es acusado formalmente, no deberá gobernar”, anticipó para dar a entender que no pactará con el Likud con su actual jefe de filas.
Mensaje ambivalente
La difusión de varios vídeos por parte de su campaña solo ha contribuido a enviar un mensaje ambivalente. Muestra firmeza frente a Hamás durante la guerra de Gaza de 2014, al tiempo que se define como partidario de la reanudación de las negociaciones de paz con los palestinos, suspendidas desde hace cerca de cinco años. “Solo los fuertes prevalecen” y “Buscar la paz no es algo que sea vergonzoso”, rezan los lemas de los vídeos electorales, aparentemente dirigidos a satisfacer las expectativas del israelí medio, preocupado por la seguridad, pero también inquieto por el estancamiento de la solución al conflicto palestino.
Gantz ha atraído a su lista a otro exjefe del Ejército, el general Moshe Yaalon, que fue ministro de Defensa con Netanyahu. En su discurso programático se permitió lanzar un aviso al presidente Hasán Rohaní: responderá con contundencia a todas las amenazas bélicas del régimen de Irán. Desde partidos de centro como Yesh Atid (Hay Futuro, en hebreo) se pronostica que acabará integrándose en una futura coalición de Gobierno de Netanyahu, de ahí su calculado silencio.
El Likud y la derecha nacionalista, que lo han tachado de izquierdista dispuesto a devolver los territorios ocupados a los palestinos, han empezado a propinarle golpes bajos para desacreditar su historial castrense. Se le responsabiliza de la muerte, al comienzo de la Segunda Intifada (2000-2005), de un soldado de la minoría drusa a quien no auxilió a tiempo tras haber sido atacado en Nablus (norte de Cisjordania).
Gantz, que a lo largo de su carrera militar desempeñó puestos de mando en los territorios palestinos ocupados, había cuestionado en uno de sus escasos pronunciamientos la llamada Ley del Estado nación judío. Aprobada el año pasado por el Gobierno de Netanyahu, considerado el más derechista en la historia del Estado de Israel, esta norma ha relegado derechos de las minorías árabe y drusa frente a la mayoría judía.
“Necesita atraer tanto a votantes de centro como de la coalición que gira en torno al Likud para poder batir a Netanyahu”, advierte el columnista Anshel Pfeffer en un perfil del exgeneral publicado por el diario Haaretz. “Hasta ahora Gantz ha hecho lo que mejor sabe hacer: escuchar con paciencia los consejos contradictorios de sus asesores mientras toma un decisión”, detalla este analista político israelí, “pero el tiempo se está agotando para el primer candidato que parecer tener la oportunidad de poner fin a la era de Netanyahu”.