Las personas predispuestas a despertar pronto comparten genes que mejoran su salud mental.
Los científicos llaman alondra al tipo de persona que sale de la cama con facilidad y encuentra la mayor productividad del día por las mañanas. Su cronotipo —este es el nombre técnico que recibe cada patrón de sueño y actividad— es opuesto al de los búhos, que trabajan mejor de noche y se acuestan y levantan tarde, según las convenciones sociales. Un nuevo estudio, publicado hoy en Nature Communications, desvela que quienes están genéticamente programados para despertar pronto tienen menos riesgo de sufrir enfermedades mentales como la depresión o la esquizofrenia. Además, declaran sentirse mejor que los demás.
Se conocía que la genética de cada individuo condiciona su facilidad para seguir uno u otro horario. Pero las investigaciones previas solo habían identificado un puñado de genes relevantes al cronotipo, y aquellos estudios que han buscado un vínculo con la salud solo han encontrado correlaciones, no causalidad. El nuevo trabajo, que ha analizado el genoma de 697.828 personas, concluye que existen al menos 351 genes que predisponen a una persona a ser búho o alondra, cientos más de los 24 que se conocían. Al determinar qué variantes genéticas comparten las alondras, los investigadores han podido establecer una relación causa-efecto entre ser tempranero y gozar de una mayor salud mental.
El equipo internacional de investigación, encabezado por biólogos de la Universidad de Exeter (Reino Unido), analizó los genomas de ciudadanos británicos recogidos en la base de datos de investigación UK Biobank y también datos de la empresa privada estadounidense 23andMe, que vende pruebas personales de genética. Cada participante había indicado su patrón de sueño previamente en una encuesta. Sin embargo, los científicos buscaban una medida más objetiva del cronotipo, así que incluyeron en el análisis datos de 85.760 personas cuyas horas de sueño se registraron con una pulsera de actividad.
El estudio confirma que quienes estaban genéticamente predispuestos a ser alondras se dormían de media 25 minutos antes en el día que los búhos. Obtuvieron esta medida al comparar el 5% de personas que tenían en su ADN más genes tempraneros con el 5% que tenía menos. La diferencia de horarios entre un extremo del espectro y el otro parece modesta, pero es estadísticamente significativa. No había diferencias, sin embargo, en la duración ni la calidad del sueño.
Aunque los matutinos declaran mejor bienestar en general y se detectó que sufrían menos casos de depresión y de esquizofrenia, los investigadores no han encontrado que ser madrugador proteja contra otras enfermedades, como diabetes u obesidad. “Esto fue un poco sorprendente”, dice el biólogo Samuel Jones de la Universidad de Exeter, uno de los autores del estudio. “Muchas investigaciones han encontrado que los búhos tienen una peor regulación metabólica y quizá un riesgo de diabetes y obesidad. Pero esos estudios suelen ser de correlación; nosotros al usar genética hemos podido inferir la causa y el efecto”.
Jet lag social
Una posibilidad para explicar los resultados previos es que haya un tercer factor común a quienes se acuestan tarde y a quienes padecen esas enfermedades, explica Jones. Pero también es posible que ser búho no sea intrínsecamente malo para la salud, sino que lo perjudicial es levantarse pronto por compromisos sociales y laborales cuando la genética te predispone a lo contrario. Esto produce desajustes en los relojes biológicos internos, o jet lag social, y tiene consecuencias negativas demostradas para la salud.
Precisamente, muchos de los genes identificados en este estudio son los responsables de regular los relojes circadianos del cuerpo, procesos bioquímicos que gobiernan la periodicidad de las actividades celulares. Jones señala que “el ritmo circadiano se puede entrenar, hasta cierto punto”, sobre todo intentando mantener una rutina para acostarse y despertarse siempre a la misma hora. “Si eres una persona de tarde, puedes lograr avanzar gran parte del camino hacia ser una persona de mañana”, explica el investigador. Pero añade: “Los genes te detendrán en el tramo final porque los búhos tienen un reloj interno que corre un poco más despacio. Eso es genético y no se puede cambiar”.
Maria José Martínez, la coordinadora del Grupo de Cronobiología de la Sociedad Española de Sueño (SES), que no participó en este estudio, asegura que “si viviésemos en una sociedad en la que cada uno pudiese organizar sus horarios (trabajo, sueño, etcétera) libremente, sería indiferente para la salud ser matutino o vespertino”. Pero Martínez, que también es gerente de la empresa de asesoría circadiana Kronohealth, matiza que para los búhos eso solo se cumpliría “siempre y cuando usásemos luz artificial intensa durante las horas de vigilia y evitasemos la luz durante las horas de sueño”.
La incidencia de la luz es un factor importante porque detiene la producción de melatonina, una hormona que favorece el sueño. Un consejo para adelantar la rutina cuando el cuerpo no te lo pide es exponerse a la luz, natural o de la lámpara, a primera hora de la mañana, incluso antes de despertar. Curiosamente, Jones y sus compañeros han encontrado que algunos de los 351 genes asociados al cronotipo se expresan en las células de la retina, en el ojo, algo que sugiere que “las alondras probablemente perciben la luz de forma ligeramente distinta a los búhos”, según el autor del estudio.
Otros genes que han identificado se expresan en el hipotálamo, una región del cerebro con funciones de regulación del sueño y la vigilia, algunos participan en el metabolismo de insulina y los hay que influyen en el procesado de sustancias estimulantes, como la cafeína y la nicotina. Todo esto apunta a diferencias fisiológicas intrínsecas entre búhos y alondras, pero serán necesarios estudios detallados para desentrañar cómo o por qué afecta cada una de estas variantes genéticas al cronotipo y por extensión a la salud mental.