El tribunal de San Francisco halló a la compañía culpable de contaminar y enfermar al jardinero Dewayne Johnson. Adiós al discurso del glifosato seguro.
El herbicida glifosato, producto estrella de la multinacional estadounidense Monsanto, produce cáncer. Y la compañía ahora deberá desembolsar u$s289 millones para indemnizar a Dewayne Johnson, un jardinero y agricultor norteamericano que contrajo la enfermedad luego de pulverizar con el plaguicida entre los años 2012 y 2014.
Así lo dictaminó esta tarde un tribunal de San Francisco, el cual consideró que existe evidencia suficiente para vincular a las etiquetas comerciales de glifosato RoundUp y RangerPro con la dolencia que hoy aqueja a Johnson.
La resolución de la Justicia estadounidense representa la primera gran condena contra el gigante de los transgénicos y los pesticidas, en este momento en pleno proceso de absorción por parte de la alemana Bayer.
El pronunciamiento judicial llega tras una demanda elevada por Johnson, quien en el lapso de dos años efectuó reiteradas aplicaciones del herbicida en distintos predios de escuelas ubicadas en California. Según el tribunal, Monsanto actuó con malicia dado que conoce la elevada toxicidad del agrotóxico pero se ocupó de nunca advertirlo de forma adecuada.
Además de la sanción económica, la condena a la multinacional hiere de muerte a todas las campañas publicitarias que Monsanto sostiene desde hace años con el objetivo de anular cualquier cuestionamiento sanitario al glifosato.
Al mismo tiempo, la decisión de la Justicia reabre la discusión en torno a la validez de los controles que en su momento derivaron en la habilitación comercial del producto en los Estados Unidos. De esa misma documentación, ahora en entredicho por el fallo, surgió el permiso para el uso y la venta del glifosato en la Argentina.
La sentencia en San Francisco coincide con el dictamen de marzo de 2015 de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), vinculada a la Organización Mundial de la Salud (OMS), el cual expuso que existe evidencia suficiente para relacionar al glifosato con, precisamente, la proliferación del cáncer.
¿Qué es el glifosato?
El glifosato, según la definición de CASAFE -una de las cámaras que nuclea a los fabricantes de pesticidas en la Argentina-, “se utiliza para eliminar la competencia de malezas en los cultivos por luz, agua y nutrientes”.
El herbicida, autorizado por primera vez en Norteamérica en 1974, combina elementos químicos que inhiben el trabajo de enzimas que permiten a las plantas llevar a cabo procesos esenciales para la supervivencia.
Si bien Monsanto es la responsable de su creación, lo cierto que la patente del plaguicida se liberó en el año 2000 por lo que su fabricación ya se realiza en distintos lugares en el mundo. Una de las particularidades de este químico es que no actúa de manera selectiva: elimina toda la vegetación. De ahí la manipulación genética que derivó en el desarrollo de la soja transgénica.
Sólo la incorporación del gen que resiste la potencia del glifosato permite a la oleaginosa continuar de pie y proseguir su crecimiento luego de las habituales fumigaciones.
El glifosato es el principio componente del RoundUp, el herbicida desarrollado por Monsanto de mayor difusión en el agro local aunque, vale aclararlo, en la Argentina también se ofrece bajo marcas como Zamba (comercializado por Nidera), Sulfosato (Syngenta), o Sitrin (Bayer).
A nivel local, y dado el predominio de cultivos modificados para resistir al plaguicida como la soja, el maíz, el algodón y la alfalfa, al año se aplican alrededor de 400 millones de litros de agrotóxicos, de los cuales 320 millones corresponden a formulaciones de glifosato.
Distintas experiencias científicas comprobaron que el plaguicida atraviesa la placenta.
En julio de 2016, un trabajo que lleva la firma de, entre otros, Alicia Ronco -fallecida en noviembre de ese mismo año- y Damián Marino, investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), confirmó que la cuenca del río Paraná, considerada la segunda más importante de Sudamérica detrás de la que comprende al Amazonas y con desembocadura en el Río de la Plata, está altamente contaminada con glifosato o AMPA, metabolito originado de su degradación.
En el mismo mes pero de 2017, otra investigación científica llevada a cabo también por científicos del CONICET y el EMISA (Espacio Multidisciplinario de Interacción Socio Ambiental) -vinculados a la UNLP-, reveló que el herbicida que se aplica en la práctica agropecuaria no desaparece de los campos.
Por el contrario, y dada la enorme cantidad pulverizada y la afectación de los microorganismos encargados de su degradación, el glifosato no hace más que acumularse en las tierras con todo el riesgo tóxico que esto implica.
Más evidencias
Otro estudio contundente en cuanto a demostrar la toxicidad del compuesto fue realizado por Andrés Carrasco, un científico que -fallecido en mayo de 2014- llegó a presidir el CONICET y probó que la sustancia produce desde muerte celular hasta malformaciones.
La investigación de Carrasco reportó estos daños, con el agravante de que la experiencia se llevó a cabo sobre concentraciones de glifosato mucho menores a las que hoy se aplican en los campos.
En Francia, investigaciones del científico Gilles-Eric Séralini aportaron nuevos argumentos a lo expuesto por Carrasco en la Argentina.
“Trabajamos en células de recién nacidos con dosis del producto cien mil veces inferiores a las que cualquier jardinero común está en contacto. El RoundUp programa la muerte de esas células en pocas horas”, indicó el profesional galo, especialista en biología molecular.
Este académico -quien además es docente de la Universidad de Caen en Francia y director del Comité de Investigación e Información sobre Ingeniería Genética- recalcó lo riesgoso que resulta para las embarazadas tener contacto o habitar en zonas cercanas a las fumigaciones con glifosato.
Séralini se focalizó en las células humanas de cordón umbilical, embrionarias, y de la placenta, y descubrió que la totalidad de esas células mueren antes de las 24 horas de exposición específica al RoundUp.
En la actualidad, los efectos nocivos sobre la salud humana y el medioambiente en general derivados de la aplicación de glifosato pueblan las páginas de más de 800 trabajos científicos independientes desarrollados alrededor del mundo.
Un dictamen de marzo de 2015 de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), vinculada a la Organización Mundial de la Salud (OMS), ya declaraba la existencia de evidencia suficiente para relacionar al glifosato con, precisamente, la proliferación del cáncer.