El primer ministro nipón, Shinzo Abe, anunció la compra de destructores con sistema antimisiles Aegis, 28 cazas F-35 invisibles al radar, tres drones, 52 vehículos anfibios, 17 aviones V-22 Osprey de despegue y aterrizaje vertical, y cinco submarinos. La inversión en armamento apunta a contrarrestar el crecimiento de China como súper potencia y la creciente amenaza de Corea del Norte.
La compra de armamento forma parte del presupuesto militar japonés previsto para el periodo 2014-2019 que, culminando una década de recortes, asciende a 24,7 billones de yenes. Con respecto a los 23,5 billones de yenes gastados entre 2009 y 2014, supone un aumento del 5% que, una vez contabilizado el ahorro en los costes, se quedaría en el 2,6%.
El Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz sitúa a China como el segundo país que más gasta en defensa, tras Estados Unidos y por delante de Rusia; y ubica a Japón en quinto lugar, entre Reino Unido y Francia.
Pero este nuevo presupuesto militar que tendrá Japón supone un cambio de tendencia que pone de manifiesto la tensión creciente en Asia, agudizada durante los últimos meses por la zona defensiva de identificación aérea que China ha establecido sobre las islas Senkaku (o Diaoyu en mandarín) que reclama a Japón. Desde que fue elegido hace un año, el conservador Shinzo Abe ha recuperado su vieja aspiración de relanzar el papel militar de Japón, constreñido por una Constitución pacifista impuesta por EE.UU. al término de la Segunda Guerra Mundial, a partir de la cual renuncia a toda acción bélica en el exterior y reduce las tareas del Ejército a defenderse solo en caso de que el país sea atacado.
Además de aumentar su presupuesto en defensa, el primer ministro centralizó todo el poder castrense en un Consejo de Seguridad Nacional y promulgó un plan estratégico que define a China como una preocupación para Japón por sus movimientos militares y su falta de transparencia en defensa.