Transformar el ambiente del hospital, lograr que los chicos recuperen su identidad, un espacio de juego y puedan dejar, aunque sea por un rato, su lugar de ‘pacientes’, son algunos de los objetivos de Alegría Intensiva, un grupo de artistas profesionales que utilizan el clown como lenguaje de intervención en ocho centros de salud.
“El niño hospitalizado es colocado en un lugar de pasividad. Nadie pide permiso para ingresar a la habitación, no puede decidir sobre su cuerpo, lo pinchan, lo estudian, lo operan, entonces va perdiendo su subjetividad, su nombre, está lejos de su lugar de origen, de su escuela”, describió Silvina Sznajder, directora artística de la ONG.
Y continuó: “Lo que hacemos nosotros es ponernos al servicio del niño. Entonces, por ejemplo, hacemos la parodia médica pero nos ponemos nosotros en el lugar del paciente, y el nene nos pincha, nos estudia, nos revisa. En esas situaciones ellos pasan a ser activos y es ahí cuando el niño puede transformar, drenar y soltar poniendo en escena lo que le pasa con su cuerpo”.
La artista remarcó que “otra cuestión importante es recuperar la subjetividad”, por eso lo primero que hacen estos payasos de hospital cuando ingresan a una habitación es observar y preguntar el nombre del niño, la edad, de dónde viene, gustos, si es hincha de algún club de fútbol, cómo se llama su mejor amigo y otro sinfín de aristas que hacen a la identidad del chico.
“No vamos con una escena o una canción prefijada, sino que a partir de lo que observamos creamos la escena que pensamos que tiene que ser trazada para que ese niño pueda transformar, y también enojarse, porque es una instancia en la que el niño puede decir que no”, sostuvo Sznajder.
Además del trabajo que se hace niño por niño en cada habitación los payasos realizan números en la salas de espera: allí donde el tiempo pareciera ser de goma y las angustias se potencian, de repente un grupo de personas con delantal y nariz de payasos irrumpen en el murmullo.
“Estoy enamorado”, dijo el doctor “Preparado”, y su colega “Aerosmith” le aconsejó cómo conquistar a la doctora “Brótola”, entonces niños y padres opinaron y hasta algún médico que pasa dio un consejo.
Cuando los payasos se retiraron la sala ya no fue la misma: además de las sonrisas instaladas quedaron temas para charlar mientras esperan el turno.
Brótola (Marta Esandi), una de las 18 clowns del grupo, aseguró que “éste es un trabajo que me pone en eje y me brinda una unidad entre mi persona, el clown y la música, como no me da ningún otro trabajo, además de que aquí aprendí a improvisar”.
Su enamorado en la ficción, el doctor Preparado (Leonardo Daniel Quiroz) también encontró un plus en la tarea: “Yo siento que acá puedo jugar como no juego en el teatro, lo que vuelve con la gente es impagable porque el límite entre el artista y el público es mucho más poroso”.
Pero, además, Preparado (cuyo nombre clown fuera del hospital es Prematuro), afirmó que “el payaso en este ámbito cumple una función social, es un lugar donde si el payaso no viene el niño no tiene acceso y está bueno ver lo que se genera con lo que hacemos, es como cuando pisas el agua y ves cómo repercute”.
Alegría Intensiva nació ocho años atrás por idea de Mariano Rozenberg, quien se había capacitado en Brasil con el grupo Doctores Alegría, que viene de la tradición de Michael Christensen, el artista que creó Big Apple Circus (el primer grupo de payasos de hospital).
El primero en sumarse al proyecto fue Andrés Kogan, quien dirige hoy el grupo junto a Rozenberg, y ambos convocaron a Irene Sexer como directora artística, quien, a su vez, formó un equipo de cuatro payasos, entre los que estaba Sznajder, para hacer una primera experiencia en el hospital porteño Garrahan donde todavía acuden cada jueves.
“Desde el principio estuvo claro que quienes iban a desempeñar la tarea debían ser artistas y que éste era un trabajo remunerado. Todos nuestros clowns trabajan hace años y tienen mucha formación, porque el contenido es el amor, pero hacen falta muchos recursos porque sino podés hacer agua en muchas situaciones”, aseguró Sznajder.
De esas situaciones en las que “hacer agua” era casi inevitable, Silvina recordó la reacción de Sexer ante el llanto de una madre: “Entramos a una habitación y había una beba, se llamaba Clara y nosotras comenzamos a cantarle. La madre se puso a llorar e Irene se acercó a ella y sin dejar su rol artístico de payasa se puso a llorar con ella y me dijo: ‘lo que pasa es que usted canta muy lindo'”.
“Terminamos las tres llorando y cantando, llevando ese llanto al juego, haciéndolo viajar; el llanto estaba incluido en la escena porque no se trata de reprimirlo ni de pasarlo por alto, sino de hacer algo con eso. Fue muy lindo porque las tres terminamos muy bien”, describió.
En mayo de este año se aprobó la ley bonaerense De Payasos de Hospital, que insta a los centros de salud a generar este tipo de grupos como herramienta terapéutica.
“La ley no cambió nuestro trabajo pero sí puso en agenda el tema. Es un aporte muy importante que seguramente llevará muchos años pero que implica un cambio de paradigma centrado en lo vital más que en la enfermedad. Y para nosotros, contribuir a esta transformación también es un objetivo”, concluyó Sznajder.