El economista argentino más reconocido a nivel internacional pasó por el país y habló con 3Días. Sostiene que será necesaria una política de shock para revertir la herencia actual y que la Argentina vuelva a ser creíble. Además, advierte sobre “la trampa” que implica salir del cepo cambiario. Su preocupación por Brasil y el fortalecimiento del dólar.
En tiempos en los que América latina se adentra en aguas borrascosas -ante la inminente suba de las tasas de interés de los Estados Unidos y el posible fin de la bonanza económica para los emergentes-, la figura de Guillermo Calvo se agiganta.
El economista argentino de mayor prestigio internacional en la actualidad es quizás el experto que más contribuciones científicas hizo para comprender las crisis económicas de la región en general y de la Argentina en particular.
Célebre por haber anticipado la crisis del Tequila a principios de los 90 -por entonces, el New York Times llegó a bautizarlo el profeta de la ruina financiera-, desde entonces el profesor Economía y de Asuntos Públicos e Internacionales de la universidad de Columbia (EE.UU.) escapa al rótulo de pronosticador financiero y se refugia en el respeto de sus colegas en la comunidad científica internacional.
De paso por Buenos Aires, invitado a participar de la Conferencia Internacional sobre Mercados Emergentes, que organizaron el Banco Ciudad junto a la Universidad Torcuato Di Tella y el Comité Latinoamericano de Asuntos Financieros (ver recuadro), el ex economista jefe del BID dialogó con El Cronista 3Días.
Para el experto, el derrumbre del euro todavía no tiene piso y advierte sobre una posible reacción proteccionista de los EE.UU. También sostiene que el impacto regional de la devaluación del real en Brasil será muy distinto al de 1999. A diferencia de otras visitas al país, en esta oportunidad pone el foco en la realidad económica y política local: sostiene que para desactivar la “bomba de tiempo” que el kirchnerismo deja al próximo gobierno es necesario aplicar un política de shock porque “lo que se necesita es volver a ser creíbles”. Además, analiza cómo salir del cepo cambiario y traza un polémico paralelismo entre la década K y los tiempos de Domingo Cavallo.
– ¿Cómo observa el fortalecimiento del dólar, que anticipa una suba de tasas en los Estados Unidos para 2015, y la ola devaluatoria en los países emergentes?
– Antes de la recuperación de la economía en Estados Unidos, hubo flujos de capitales muy fuertes hacia los mercados emergentes y eso se está paralizando. Entonces se produce una depreciación natural. Es algo normal. Fuera de la Argentina, a mí me sigue preocupando el fortalecimiento del dólar por la reacción proteccionista de los Estados Unidos. Las empresas grandes ya dicen que están perdiendo mucha plata con esta situación. Yo escucho a los legisladores en el Congreso norteamericano y está habiendo más y más ruido respecto a la depreciación del euro. Incluso el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, dijo hace unos días explícitamente que está muy contento que se debilite el euro. Creo que eso fue un error político increíble porque muestra las cartas de parte de la Unión Europa ante el tema de la guerra de divisas. Y los Estados Unidos es muy sensible a este tipo de cosas. Ahora, en términos nuestros, la Argentina está pegada al dólar desde el punto de vista comercial y esto nos complica las cosas.
– ¿Ve un piso para el euro?
– Hoy no se puede decir con certeza hasta dónde llegará la caída.
– ¿Cree que este nuevo escenario global revitalizará el rol de los Bancos Centrales en la región? ¿Se podrá seguir haciendo un uso “no convencional” de las reservas?
– Va a ser difícil evitar una devaluación de las monedas regionales. Esto ya está ocurriendo, pero se puede exacerbar. En principio esto ayuda al sector exportador. Sin embargo, en el corto plazo estos podrían perder acceso al crédito en moneda extranjera, lo que puede ponerle una barrera a las exportaciones. Si esto sucediera, los bancos centrales podrían adoptar un rol más “fiscal” y facilitarles líneas de crédito, como lo hizo Brasil al final de la administración Cardoso, en 2002, por ejemplo. De esa manera, se evita que una contracción de las exportaciones por falta de crédito agrave aun más la sequía de dólares y agudice la devaluación de la moneda. Vale la pena indicar, sin embargo, que el uso de las reservas a través de operaciones de mercado abierto, es decir la venta de reservas absorbiendo liquidez en moneda local, puede ser contraproducente porque podría alimentar una fuga de capitales con escaso beneficio para la economía real.
– El temblor ya se siente en Brasil. ¿Se pueden hacer paralelismos entre el impacto de la devaluación del real a fines de los 90 y la actual, con respecto a la Argentina? ¿Cuán cierto es, en esta oportunidad, aquello de que cuando Brasil estornuda, nosotros nos resfriamos?
– Indudablemente, la devaluación del real es una mala noticia. Pero hay que decir que la Argentina ya tiene neumonía hace por lo menos tres años. Es decir, va a ser diferente a lo que sucedió en otros casos. Si yo miro el año 1999, teníamos las fronteras abiertas y había lugar para corridas, entre otras cosas. Ahora, en cambio, no. Estamos blindados, en el mal sentido, obviamente. Cuando uno vive bajo tierra, se salva cuando pasa el huracán. Eso sí, se vive pésimo de todas formas bajo tierra. Así es como lo veo yo. El impacto de lo que puede venir de Brasil ahora es muy diferente al de 1999.
– En este contexto, China parece estar convirtiéndose en el gran prestamista para la región. ¿Qué riesgos conlleva la dependencia del financiamiento ?
– El dinero chino, por el momento, es muy poco. Y todavía es cuestionable cuánto de ese dinero que llega a la región se trata de dinero internacional. Lo que sí veo con los chinos es que están haciendo lo que hicieron los acusados capitalistas cuando la crisis asiática, por ejemplo, que se decía que iban a comprar los activos a precios de regalo. Eso siempre sucede cuando hay una crisis profunda. El riesgo que yo veo con respecto a los chinos no es financiero sino que está ligado a su interés por la compra de recursos naturales. El problema sería que de pronto tengan montones de propiedades en el país por las cuales no pagaron nada, solo por haber ayudado al Gobierno a llegar a diciembre.
– ¿Cuál es el legado que deja el kirchnerismo al próximo gobierno en materia económica para afrontar este nuevo contexto internacional desfavorable?
– Es difícil hablar de legado. El Gobierno repitió algo que es casi como un pecado original de la Argentina. Curiosamente, si yo miro lo que hizo Domingo Cavallo y lo que hicieron los Kirchner, en ciertos aspectos, no fueron tan diferentes. Cavallo llega al ministerio de Economía y se siente campeón del mundo durante un período de entrada de capital en todos los países emergentes. Yo de vez en cuando le decía que tuviera cuidado y él se enfurecía. De hecho, me hice conocido en la Argentina por cómo me insultaba a través de los medios, con lo cual estoy muy agradecido. Cuando llega el tiempo del gobierno de De la Rúa, la situación ya estaba muy mal, pero Cavallo decía que no había que preocuparse porque Wall Street confiaba en él. Todos sabemos cómo termina la historia. El kichnerismo hizo lo mismo. Subieron al poder, tuvieron una bonanza extraordinaria, pudieron recuperar los indicadores y luego, de alguna manera, se olvidaron de que eso no fue más que una bonanza. Y ahora lo que estamos viviendo en estos últimos años es el resultado de creer que todo lo anterior se alcanzó gracias al nuevo modelo. Hay paralelismos.
– Tropezamos dos veces con la misma piedra…
– El gobierno argentino distribuyó la bonanza a través de programas sociales, lo que es bueno, pero también aumentando fuertemente el empleo del sector público, lo que es altamente debatible. Ahora la bonanza se acabó y deshacer esas políticas es muy difícil. Por lo tanto, cualquiera sea el partido que esté a cargo de la próxima administración, se va a encontrar con una situación parecida a la de Brasil en este momento. No se qué es rescatable de lo que hizo el kirchnerismo con la economía. Si esta década deja una enseñanza, tal vez sea que los argentinos deberíamos aprender de una vez por todas de Chile, que en las buenas ahorra para entonces aguantar en las malas. Los economistas deberíamos lograr de alguna forma que esta idea quede como lección de las últimas décadas. Habría que dejarlo grabado en la Plaza de Mayo o en algún lado (risas).
– Para lo que viene: ¿cómo se hace para salir de la encerrona de atraso cambiario con inflación como la que enfrenta la Argentina?
– Eso es lo que le toca al próximo gobierno y no debería ser sorpresa para nadie. Es una situación que se viene aguantando hace mucho tiempo por los controles que impuso el kirchnerismo. Por los corralitos. El corralito, otra vez… Pero están dejándole una bomba de tiempo al que venga. Acá hay dos caminos si queremos salir en las actuales circunstancias: o una inflación galopante o ajuste fiscal. Yo creo que hay que ir por esta segunda opción, aplicar un shock, aunque no todo en un día.
– Eso puede sonar contradictorio
– Hay que tratar de aplicar un shock inicial porque lo que se necesita es volver a ser creíbles. El gradualismo a veces transmite miedo, o una sensación de que en el fondo no voy a implementar cambios. Entonces, la nueva administración tiene que comprometerse creíblemente a hacer las cosas bien desde el primer día.
– ¿Por ejemplo, concretamente?
– Desde el punto de vista monetario, por ejemplo, el cepo cambiario tiene que desaparecer. El tema es cómo, porque las formas mecánicas son muy peligrosas. Por supuesto que a mí me gustaría soltar la tasa de cambio y que busque su equilibrio, pero hay que tener mucho cuidado con esto. Durante estos años en la Argentina hemos embotellado un montón de capital. No hemos permitido a las empresas enviar sus ganancias hacia sus casas centrales. Entonces, en el momento en que uno libera el cepo, hay que ver cuánto de ese capital se va. Pero creo que se pueden encontrar métodos para sacar el dinero mediante bonos o mecanismos por el estilo que sean creíbles. De esta forma, las empresas canjean esos bonos en Wall Street y el país logra su objetivo. Para eso, se cuenta con el mercado de capitales, que está disponible, siempre y cuando la Argentina sea creíble.
– ¿Qué medidas se necesitan para recuperar la confianza del mercado de capitales y el acceso al crédito?
– El acceso al crédito requiere eliminar el cepo y diseñar un programa fiscal más eficiente. El éxito de estas políticas requiere una fuerte dosis de credibilidad. Sin credibilidad, la eliminación del cepo puede generar una fuga masiva de capitales y exacerbar de manera peligrosa el ajuste fiscal. En ese sentido, Argentina está en una trampa de la que le va a costar salir por sus propios medios. No es suficiente decir que “ahora somos serios”. Zapatos nuevos y lustrosos no limpian el barro de la Casa Rosada. La reputación se hace de a poco. Hay, sin embargo, algunas estrategias que pueden ayudar a acelerar ese proceso, como, por ejemplo, un compromiso entre los partidos políticos más importantes de apoyar ciertas reglas fiscales, monetarias y crediticias. En ese sentido, un arreglo como el del PRO-UCR es muy buena noticia. Además, sería de gran utilidad que el Banco Central y el ministerio de economía fueran liderados por individuos con una alta reputación internacional, como lo hizo Brasil y Perú, entre otros. Esto se podría reforzar por la formación de un comité de expertos internacionales que asesoren y se comprometan con la administración de turno, al menos por los primeros 100 días.
– En Brasil, tanto la oposición como parte de la sociedad rechaza las medidas de ajuste fiscal impulsadas por la presidenta Rousseff. ¿Puede repetirse esa situación en la Argentina para 2016?
– A Brasil se le suma el escándalo de Petrobras. Esto ya es malo de por sí, pero, además, la situación financiera es muy complicada porque la expectativa de un boom petrolero y un nacionalismo populista extremo privilegió el desarrollo de empresas brasileras complementarias a la operativa de Petrobras, las cuales se endeudaron fuertemente en moneda extranjera para beneficiarse del boom. La caída fenomenal del precio del petróleo, más el escándalo, han conllevado a que estas empresas pierdan acceso al crédito de manera abrupta y estén a punto de quebrar. Esta situación puede generar un efecto dominó que termine generando un parate repentino de los flujos crediticios a toda la economía brasilera (un sudden stop) con efectos dañinos al producto y al empleo. Creo que Argentina está en una posición más fuerte dado que no está tan expuesta a la deuda internacional. Sin embargo, la falta de acceso al mercado de capitales que sufre la Argentina es una traba seria para la recuperación en 2016.