La reforma constitucional de Keir Starmer también contempla una descentralización a favor de las institucionales locales.
El líder de la oposición laborista, Keir Starmer, no votó por el Brexit y tampoco apoya la independencia de Escocia. Sin embargo, simpatiza con la idea subyacente de que las personas quieren “más control sobre sus vidas, más control sobre su país” y se sienten insatisfechas con la política de Westminster, un lugar al que ven remoto, alejado por completo de sus preocupaciones. De ahí que se haya comprometido a realizar una profunda reforma constitucional si gana las próximas elecciones, que, entre otros, incluye la abolición de la Cámara no electa de los Lores y una descentralización del poder hacia las instituciones locales.
Queda aún año y medio para los próximos comicios generales. Pero teniendo en cuenta que la oposición saca hasta 25 puntos de ventaja en los sondeos, hay gran interés por cómo los laboristas quieren moldear la nueva era británica tras doce años de Gobierno conservador. Sobre todo teniendo en cuenta que, tras perder su caso en el Tribunal Supremo para sacar de nuevo las urnas, los independentistas escoceses han recalcado que las próximas generales previstas para primavera de 2024 serán un “referéndum de facto” para su causa secesionista.
En este contexto, Starmer presentó ayer su plan, titulado “Nueva Gran Bretaña”, para llevar a cabo “el mayor traspaso de poder” de Westminster a los ciudadanos con hasta 40 recomendaciones con las que, según sus estimaciones, Reino Unido se ahorraría 200 millones de libras al año.
“Entre las razones por las que no logramos hacer crecer nuestra economía en los últimos doce años está que no permitimos que cada parte de Reino Unido desempeñe su papel económicamente”, recalcó durante la presentación en Leeds, donde estuvo acompañado del ex premier laborista Gordon Brown.
Este último ha sido el encargado de elaborar durante los últimos años el documento de 155 páginas con el que el laborismo aspira a recuperar el poder. De alguna manera, a Brown se le considera además el salvador de la unión, ya que fue él quien publicó un programa para devolución de poderes durante la campaña del referéndum escocés de 2014 en un momento en el que se llegó a creer, según las encuestas, que los separatistas podían conseguir su propósito.
Starmer está ahora en estrecho contacto con Brown y Tony Blair, creadores del Nuevo Laborismo que en 1997 arrebató el poder a los “tories” tras estar 18 años en la oposición con un programa de centro izquierda. Por lo que da pistas de por dónde podría dirigir su agenda en caso de mudarse a Downing Street.
Entre las medidas de su revolución constitucional, destaca la transferencia de hasta 50.000 puestos de Whitehall -donde están los ministerios- a las afueras de Londres, prohibir la gran mayoría de los segundos trabajos para los parlamentarios y eliminar la financiación extranjera en la política de Reino Unido. Asimismo, también contempla la creación de una nueva oficina anticorrupción, dar mayores poderes económicos y fiscales a las autoridades y gobiernos locales, e incluir al Parlamento escocés en acuerdos internacionales que estén relacionados con sus áreas y espacios económicos.
Entre las medidas más controvertidas está la de deshacerse de la Cámaras de los Lores -en la agenda laborista durante bastantes años-. El tamaño y el papel de la Cámara Alta ha sido objetivo del escrutinio público especialmente en los últimos años, mientras crece la idea, según el ex primer ministro Brown, de que están ahí “porque son amigos del Partido Conservador y no por su contribución a las políticas públicas”.
La propuesta de los laboristas es muy ambiciosa, ya que requeriría que sus miembros aceptasen su salida, o al menos ser reformada de alguna manera. El tamaño de esta Cámara, con 830 asientos, contrasta con las de otras segundas de otros parlamentos, como el Senado de Estados Unidos, con cien.