La cuestión va más allá de Roma e involucra a toda la región. Tanto que, entre 2015 y 2016, el número de clanes mafiosos ha pasado de 88 a 92. Muchos operan como verdaderos cárteles.
La primera vez que los Triassi aparecieron en una acta judicial fue en 1997. Aquel año, Alfonso Sabella, un fiscal antimafia de Palermo, investigaba a uno de los mayores narcotraficantes de la historia de la mafia siciliana, Pasquale Cuntrera. Unas escuchas telefónicas revelaron que Vito y Vincenzo Triassi, propietarios de gimnasios y joyerías, les estaban protegiendo. Los Triassi también eran jefes de un clan de Ostia, una localidad costera a 20 kilómetros del centro de Roma que hace una semana saltó a las portadas de la prensa internacional por una brutal agresión a un periodista. Este domingo, Ostia votará en la segunda vuelta de las elecciones municipales, con el ejército italiano custodiando las urnas.
La Dirección Nacional Antimafia de Italia, con sede en Roma, calcula que hasta 75 clanes criminales campan a sus anchas en la “Ciudad Eterna”. Algunos son autóctonos, otros, de ascendencia gitana (como los peligrosos Casamonica de Cinecittà, Tor Bella Monaca y la Romanina) y otros han surgido de las múltiples capas del poder de las tres grandes mafias italianas (Cosa Nostra, Camorra y ‘Ndrangheta), que tienen raíces en la ciudad desde los 70. Criminales que se han ocupado un poco de todo: desde las extorsiones a la usura pasando por el tráfico de estupefacientes y la adjudicación ilegal de contratos públicos, con tentáculos que se extienden en la periferia, pero también en el mismísimo centro de la ciudad (en el barrio de Monti, por ejemplo).
Ninguno de ellos, aseguran investigadores y fiscales, ha logrado jamás ‘vampirizar’ la ciudad de una manera absoluta, como ha ocurrido en Sicilia, Calabria o Nápoles. Con una única, y relativamente reciente, excepción: Ostia, el municipio 10 de Roma. Allí, “el control del territorio de los clanes es tal que recuerda a Corleone o San Giuseppe Jato”, dice Alfonso Sabella, quien ha capturado a centenares de mafiosos y que en 2015, durante el mandato del alcalde Ignazio Marino, fue nombrado concejal de legalidad de Roma.
“En los últimos tres años, nueve sentencias, ¡nueve!, han ratificado que en Ostia hay mafia. El problema es que hasta ahora se ha respondido con mucha indiferencia”, insiste Sabella mientras cuenta que, durante el periodo en el que se ocupó de la localidad, una de sus colaboradoras vivió bajo escolta y otra fue hospitalizada tras un brutal intento de agresión sexual.
La situación que hoy describe el juez Sabella -un personaje con fama de intrépido, que ha llegado a ir armado con pistolas a sus citas- es el colofón de algo que comenzó a gestarse hace casi tres décadas. En los 90, con el vacío de poder que provocó la caída de la Banda de la Magliana -lo más parecido a una mafia que tuvo Roma en los 70 y 80-, en Ostia se abren camino tres clanes: los Triassi, originarios de Sicilia; los Spada, emparentados con los Casamonica; y los Fasciani, cuyo jefe Carmine (en prisión) nació en la provincia de L’Aquila, en el centro de Italia.
“Su presencia se infiltra en todo”
Tras este preámbulo, el 22 de noviembre de 2011 fueron asesinados en dos atentados distintos Francesco Antonini y Giovanni Galleoni. No eran dos criminales cualquiera, sino que aparecían vinculados a la ya extinta Banda de la Magliana y habían cometido el error de entorpecer el ascenso de los Spada. Además, los investigadores descubrieron otro detalle inquietante: los tres clanes había firmado entre ellos una ‘pax’ mafiosa promovida por Michele Senese, un capo de la Camorra apodado ‘O pazzo’ (el loco).
En Roma, en los despachos de los magistrados antimafia, la preocupación aumentaba sin freno. Como respuesta, en febrero de 2012 el hasta entonces fiscal jefe en Calabria y experto en la ‘Ndrangheta, Giuseppe Pignatone, ocupó el cargo de fiscal jefe de Roma. En los meses siguientes, los arrestos se produjeron por doquier. Uno de los más sonados fue el operativo Alba Nuova que, en julio de 2013, condujo a la detención de 51 personas por asociación mafiosa.
Sin embargo, también cayeron el jefe de la policía, el presidente del mini-ayuntamiento (del PD) e incluso un tal Aldo Papalini, un oscuro funcionario del Ayuntamiento de Ostia, acusado de haber favorecido la asignación de contratos para la gestión de playas públicas a los Spada y a personas cercanas al movimiento neofascista de Casapound. Poco después, en agosto de 2015, el Ayuntamiento de la localidad fue disuelto e intervenido judicialmente. Mientras, el Partido Democrático (PD), que lo administraba en ese momento, puso bajo escrutinio a todos sus afiliados en Roma, con la lupa sobre Ostia.
“Ostia es sofocada por una presencia inmanente, que se infiltra en todo aspecto del vivir, corrompe, intimida y encuentra, según el caso, apoyos en la esfera política”, ha escrito esta semana al respecto Matteo Orfini, presidente del PD y el comisario de la formación que se ocupó del caso. Al excavar, también surgieron todos los nexos de las bandas con empresarios, políticos, funcionarios públicos…
Militares y policías vigilan las urnas
Son los “facinerosos de clase media”, añade Sabella, parafraseando una frase de 1876 de Leopoldo Franchetti, un político y economista livornés que realizó uno de los primeros informes sobre el fenómeno mafioso en Sicilia. “Ostia es ya como Corleone, San Luca o Scampia: un territorio de los clanes […] Vamos atrasados reconociendo las mafias de Lazio”, ha coincidido el escritor Roberto Saviano, amenazado de muerte por la Camorra y que vive con escolta desde hace 11 años.
El hermano mayor del agresor del periodista de Rai3, Carmine Spada, uno de los presuntos capos de los Spada en Ostia, es sinónimo de esto. Ha sido condenado en primera instancia por extorsión agravada por el método mafioso. La pena que le impusieron evidencia la preocupación de los jueces: 10 años bajo el 41-Bis, conocido como ‘cárcel dura’, para los miembros de los grupos criminales organizados. En cuanto a los Fasciani, hay una sentencia de octubre del Supremo italiano sobre Carmine, que también reconoce el vínculo por asociación mafiosa, y otras tantas para otros miembros del clan.
Pero también son sinónimos los rostros desconocidos que, cuando la policía italiana arrestó el jueves pasado a Roberto Spada por haberle propiciado una paliza al periodista Daniele Piervincenzi y a su cámara, gritaban: “Buitres, váyanse. Avergüéncense”. O los tantos que, quizá por miedo, preguntados sobre la situación de la localidad, contestaron que en Ostia no pasa nada. Escenas ya vistas en otros lares, como el barrio napolitano de Scampia, tierra de Camorra.
La cuestión va más allá de Roma. E involucra a toda la región. Tanto que, entre 2015 y 2016, el número de clanes mafiosos ha pasado de 88 a 92. Muchos de las cuales operan como verdaderos cárteles, uniéndose según las circunstancias, de acuerdo con un informe del año pasado del Observatorio regional de Lazio y la asociación.
¿Qué hacer? Roma ha resuelto no desplegar (al menos de momento) al ejército en Ostia, como algunos han pedido, pero este domingo sí enviarán militares y policías de paisano para vigilar la votación cuyo fin es elegir el nuevo presidente municipal. Custodiarán las urnas hasta el final de la cita electoral, que se disputan la candidata del Movimiento Cinco Estrellas, Giuliana Di Pillo, y la de la coalición de centroderecha, Monica Picca. Ambas, sin embargo, ya han sido acusadas de haberse rodeado de sujetos poco recomendables, o “impresentables”, como les llaman en Italia.