Durante el mes pasado, el diario “El Siglo de Torreón” del norte de México sufrió el secuestro de cinco trabajadores y tres tiroteos a sus instalaciones.
Javier Garza Ramos, subdirector editorial de El Siglo de Torreón, redactó cómo fueron la noche y los días siguientes a los secuestros y a la intimidación que se vivieron en sus instalaciones del diario, a manos de delincuentes ligados al narco.
La noche del 7 de febrero distintas llamadas comenzaron a llegar con la noticia de que habrían secuestrado a dos compañeros. La confirmación llegó unos minutos después: dos trabajadores habían sido raptados en una tienda cercana.
Un rato más tarde, un reporte de las autoridades daba la noticia de que otra empleada del periódico había sido secuestrada, y luego otros dos más.
Cinco secuestros, cinco vidas en riesgo, en un hecho nada común para el periodismo mexicano. Cinco trabajadores de un medio de comunicación que, además, eran ajenos a la tarea informativa: no eran reporteros, fotógrafos o editores.
Los raptos sucedieron en cuatro puntos distantes entre sí en un lapso aproximado de seis horas, bajo la mirada de los soldados y policías que vigilan la ciudad de Torreón.
La zona corresponde a una localidad con un millón de habitantes que incluye Torreón y otros tres municipios. Es uno de los lugares más violentos de México, ya que distintos grupos criminales se disputan la llamada “guerra del narcotráfico”.
Unas horas más tarde los cinco trabajadores fueron liberados. Pero los delincuentes dejaron un claro mensaje contra la cobertura informativa de una ola de violencia sin precedentes en La Laguna desde la Revolución Mexicana hace 100 años.
Todos los protocolos de seguridad desarrollados para la redacción no sirvieron, porque se aplicaban sólo para reporteros y los secuestros fueron de personas que trabajaban en el medio pero no con las noticias diarias.
Por tal motivo, se tomaron otras medidas. Una de ellas fue la oferta de vigilancia que hizo la Policía Federal para apostar patrullas y agentes afuera de las instalaciones.
Durante dos semanas, la vigilancia funcionó. Al día siguiente, otra vez se produjo un tiroteo contra agentes apostados frente a la entrada principal del periódico. Dos personas resultaron heridas y hubo un tercer ataque, donde murió un trabajador de una empresa vecina.
De estos hechos de violencia se pudo deducir que los medios de comunicación están completamente desprotegidos, al igual que el resto de la sociedad. Incluso, quedó claro que los grupos criminales no tienen límites ya que también atacaron a la policía. Hace cuatro años que los criminales atacan a los medios porque saben que no sufren consecuencias.
El cambio en el Gobierno Federal, con una nueva estrategia, parecía haber mejorado las cosas. Sin embargo, los grupos criminales siguen actuando con total impunidad. La Laguna es la única zona metropolitana del país, con excepción de la Ciudad de México, que abarca más de un Estado.
Todos los días, miles de personas cruzan los límites de Coahuila y Durango sin reparar en que han cambiado de Estado. Viven en Torreón y trabajan en Gómez Palacio o viceversa. El río Nazas, que divide ambos Estados, es más un factor de identidad histórica y cultural compartida que una línea divisoria.
Pero cuatro municipios agrupados en dos Estados significan cuatro policías municipales y dos policías estatales. Esta división pone a Torreón bajo un mando militar y a Gómez Palacio bajo otro. Por su parte, las capitales de Coahuila y Durango se encuentran a más de 200 kilómetros de distancia y los gobernadores enfrentan el problema con maneras muy distintas a la hora de tomar medidas.