“En los últimos 18 meses he vivido en hoteles”, en aviones, en salas de espera de aeropuertos, cuenta Ben Schlappig al programa de radio Newshour de la BBC. En una nueva modalidad, replica lo que hacía Frank Abagnale Jr estafando a las compañías aéreas haciendose pasar por piloto.
“Soy un sin techo voluntario, se podría decir”, remarca. “Paso unas 305 noches al año en hoteles y las otras 60 en aviones”.
Y por eso, este estadounidense de 25 años ya ni siquiera tiene casa.
Decidió dejar su apartamento porque vuela unas 400.000 millas al año (647.000 kilómetros, aproximadamente).
“Tiene sus altibajos. Uno puede pensar que es glamuroso, pero también es bastante agotador”, dice.
Y aun así, asegura que lo quiere hacer de por vida.
¿Pero cómo lo logra? A simple vista parece un estilo de vida muy caro, ¿pero es así? ¿Y cómo es ese estilo de vida?
Pasión temprana
La historia se remonta a cuando era apenas un niño.
Fue entonces cuando nació su pasión por los aviones y era tal que jugaba a memorizar modelos de aeronaves.
A los 13 años descubrió la página de internet FlyerTalk, un foro en el que los usuarios planean de forma conjunta estrategias sobre ofertas de vuelo y ponen a prueba la burocracia de las aerolíneas.
En dos años ya volaba cada fin de semana y en cuatro acumulaba más de 800.000 kilómetros en el aire.
“Desde los 15 años he estado obsesionado con los programas de fidelización y de viajeros frecuentes, y los he usado para minimizar los gastos de viaje lo más posible”, dice a la BBC.
“Así, hoy me alojo en hoteles de cinco estrellas y vuelo casi exclusivamente en primera clase”, cuenta.
“A veces son pasajes que cuestan US$20.000 o US$30.000, y yo pago centavos de dólar por ellos, porque suelo usar puntos”.
¿Pero cómo acumula las suficientes millas aéreas para viajar constantemente cuando los usuarios normales y corrientes necesitan meses y decenas de vuelos para lograr los puntos necesarios para canjearlos por un trayecto corto?
Acumular puntos
Schlappig señala que hoy más de la mitad de los puntos canjeables por vuelos no provienen de las compañías aéreas, sino de tarjetas de crédito, cheques de comida, etcétera.
“Por eso, no tomo ninguna decisión sin tener en cuenta cuántas millas aéreas puedo acumular”, reconoce.
“Por ejemplo, en Estados Unidos las tarjetas de crédito pueden ofrecerte hasta 75.000 millas de vuelo a cambio de una compra mínima”, explica.
Para sacar el mayor provecho a esto, el joven dice que debe tener unas 40 tarjetas de crédito.
Y no acumula deudas. “El estado de mi cuenta es excelente”, sentencia.
Una vez reunidas las millas, el experto recomienda canjearlas la víspera del vuelo, incluso horas antes, porque es cuando las aerolíneas liberan los asientos que no logró vender.
“Así que si, por ejemplo, quiero ir a Hong Kong esta noche, me conecto a internet, reservo el espacio y casi en todos los casos puedo intercambiarlo por millas”, explica.
Y si de verdad hiciera ese viaje, cuenta cuán lujoso sería, además de barato.
“Probablemente iría en primera clase en Cathay Pacific. Es un gran producto, 14 horas desde Los Ángeles”, comienza.
“Dormiría todo el trayecto, ya que es el mejor momento para descansar y desconectar”.
Y como los puntos que dan las tarjetas de crédito a cambio de comprar con ellas también pueden canjearse por noches de hotel, se alojaría en el Ritz-Carlton Hong Kong, asegura.
Es el más alto del mundo, una lujosa torre de cristal con vistas al mar y con todo tipo de comodidades y servicios.
“Pasaría allí dos o tres noches, e intentaría ver todo lo que pudiera, volver a los sitios que más me gustan, ya que Hong Kong es una de mis ciudades favoritas”.
Trabajo a bordo
Pero no todo es ocio. Schlappig asegura que, mientra viaja por el mundo, no deja de trabajar.
Y es que tiene negocios que atender.
Por un lado, es dueño de PointsPros, una consultora dedicada a asesorar a clientes sobre la mejor manera de construir itinerarios de viaje a través de la aerolínea con la que acumulan más puntos.
Y por otro, debe atender las decenas de solicitudes que los usuarios le hacen en el blog One Mile At A Time.
Lo creó en 2008 y en él suele comentar sus viajes y comparte recomendaciones.
“Así que no dedico 16 horas al día a relajarme. Trabajo durante 16 horas, paso un par o tres haciendo turismo, y el resto durmiendo”.
Aun así, su estilo de vida le proporciona grandes momentos de placer, reconoce.
¿Pero cuál ha sido el mejor?
Lujo sobre lujo
“Es difícil elegir, pero he volado varias veces con (la aerolínea) Emirates, en primera clase en el Airbus 380, un avión de dos pisos”, hace memoria.
“Tiene suites individuales con puerta, duchas a bordo”, describe.
“Y hay algo surrealista en ducharse en un avión, al ir a casi 1.000 kilómetros por hora, a tantos metros del suelo”.
Pero no acaba ahí. “Cuando vuelas con Lufthansa en primera clase, por ejemplo, te llevan hasta el avión en un Porsche”.
También ha podido disfrutar de los “apartamentos en primera clase”, una suite individual para él solo, que ofrece la aerolínea Etihad, de Abu Dhabi.
Y ahora, ¿cuál va a ser su siguiente viaje?
“Sabes, esa es la parte más difícil”, dice. “Me levanto cada mañana sin estar seguro a dónde voy a ir ese día, porque la memoria me falla”, añade.
“Pero creo que a finales de esta semana vuelo a Hong Kong”.
Probablemente lo hará en primera clase, con Cathay Pacific, se alojará en el hotel más alto del mundo, donde permanecerá dos o tres días, los suficientes para visitar sus rincones favoritos de la ciudad.
Y todo a cambio de unos pocos centavos.