Los países latinoamericanos ya no quieren ser meros exportadores de materias primas hacia la potencia asiática y buscan una porción del prometedor mercado.
China vende manufacturas baratas a América Latina y Latinoamérica vende materias primas al gigante asiático. La premisa de la relación comercial no ha cambiado pese a que en una década se ha multiplicado por 10 el intercambio bilateral, para alcanzar los 292.000 millones de dólares (224.615 millones de euros) en 2013. Pero el aumento del consumo interno en la segunda economía del mundo abre nuevas oportunidades para tratar de dar más equilibrio a una balanza que es hoy favorable a China. La clave, avisan los expertos, está en agregar valor añadido a los productos latinoamericanos en oferta.
El consumo interno en China apenas representa hoy el 37% del PIB, frente al 54% en India o el 61% en Indonesia. Pero, según las estimaciones oficiales, crecerá entre un 8% y un 11,5% a lo largo de la próxima década. Un porcentaje que supone miles de millones de euros y un crecimiento de la demanda en sectores donde América Latina es competitiva, como los productos alimenticios. Ante ello, el reto es determinar cómo introducir valor añadido en las exportaciones tradicionales latinoamericanas, según señalaba el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Luis Alberto Moreno, en el VIII Foro Empresarial anual China-América Latina, celebrado recientemente en Changsha, en el sur de China y del que esa institución es coorganizador.
“Es más fácil producir y exportar productos básicos, pero más difícil ver cómo se le añade valor. Eso depende de la naturaleza del producto y del mercado, en este caso de China… Pero no hay duda de que si nosotros queremos aspirar a tener una relación de estas dimensiones, tendrá que venir un proceso en el que se agregue mucho más valor, no solo a las exportaciones manufactureras sino también al sector servicios. Ahí es aún poco lo que exportamos, pero Latinoamérica tendrá que irse adaptando”, explicaba Moreno.
Hoy por hoy, relativamente pocas empresas de la región están implantadas en China pero su tendencia es a aumentar. Un 32% de ellas entró en el gigante asiático en los últimos seis años. Según el informe del BID Inversión Latinoamericana y Caribeña en China: Un nuevo capítulo en las relaciones entre China y América Latina y Caribe, de las 98 compañías estudiadas en el documento, el 56% son manufactureras, y el 48% cuenta con plantas industriales para producir en China. La mayoría se encuadran en el sector de la alimentación o el de la minería.
Según el ministro uruguayo de Economía, Mario Bergara, la clave para el éxito es fomentar el conocimiento mutuo. “Tenemos que entendernos más, saber cómo se hacen los negocios en América Latina y cómo se hacen los negocios en China”, afirma. Bergara sabe de lo que está hablando. Su país, de apenas tres millones de habitantes y que hace tan sólo 15 años no tenía prácticamente relación comercial con China, en 2012 vendía 1.838 millones de dólares hacia la República Popular y contaba con un superávit comercial de 176 millones de dólares. Ha diversificado su oferta, que ya no se limita sólo a la carne, su exportación más tradicional; hoy es también soja, pasta de celulosa, pero además servicios de información agropecuaria y software.
Su planteamiento más novedoso es abrirse a las operaciones en yuanes, una oferta que aún no existe en América Latina pero que presenta un enorme potencial. “Hay que tener la mente abierta a ver cómo evoluciona este proceso de internacionalización del renminbi para incorporarlo como un ingrediente del menú más para facilitar, con todas las garantías regulatorias del caso, las posibilidades de financiación y las operaciones bancarias y financieras entre los países de Latinoamérica y China”, explicaba Bergara en Changsha.
Las posibilidades no se quedan ahí. Países como Costa Rica aspiran a diversificar su oferta en áreas como el turismo, pero también los servicios corporativos o las tecnologías de la información. Además de presentarse como un destino atractivo para la inversión china también quieren “identificar las escalas de valor en China y procurar que nuestras empresas puedan integrarse en ellas”, afirma Alexander Mora, ministro de Comercio Exterior del país centroamericano.
El potencial está sobre la mesa. Según el vicepresidente del Banco Popular de China (PBOC, banco central), Li Dongrong, las reformas económicas que acomete este país “abren una oportunidad para elevar la cooperación y expandir las relaciones comerciales”. Pero no sólo hace falta que los empresarios latinoamericanos estén dispuestos a dar el salto cultural, geográfico y de inversión necesario. También hacen falta políticas de Estado en los países latinoamericanos que apoyen esa voluntad de implantación: fomentar el transporte y las comunicaciones, dar apoyo constante a sus empresarios sobre el terreno y ayudarlos a organizarse.
¿Cómo evitar el fracaso? El chino no es un mercado en el que se puedan conseguir grandes negocios de la noche a la mañana. Muchas otras empresas occidentales desembarcaron con grandes ambiciones para acabar retirándose a los pocos años. Y América Latina parte con algunas desventajas, como la distancia geográfica y cultural y un gran desconocimiento mutuo entre las dos economías.
Pero también tienen elementos a su favor en sectores como el de productos alimenticios: el desarrollo económico chino ha disparado la demanda de productos, que crecerá aún más en los años venideros. Es una demanda que —a diferencia de otros sectores manufactureros donde China ya ha desarrollado el suficiente know-how— el gigante asiático no puede abastecer por sí solo.
El presidente de la Cámara de Comercio de México en China, Efrén Calvo, considera imprescindible contar con “soporte chino” y la voluntad política para poder vender a China productos que cuenten con el valor añadido desde el origen. “Lo estamos viendo en casos como Rusia, existiendo una voluntad política se puede lograr. No importa el tamaño de la empresa, tiene que haber voluntad política”, explica. Calvo considera clave un plan de negocio meditado: “hay que venir preparado, hacer visitas preparatorias, tener un representante permanente”.