Fue todo un ícono de impunidad, pero todo cambió con el viaje de Francisco a Santiago a comienzos del año.
Luego de que durante décadas fue uno de los sacerdotes más influyentes entre la élite chilena y la Iglesia, el papa Francisco decidió expulsar ayer a Fernando Karadima del sacerdocio por abusos sexuales.
Luego de años de encubrimiento por la jerarquía eclesiástica, la decisión de Francisco se produjo cuando el controvertido obispo tiene 88 años de edad.
DURANTE DOS DÉCADAS
Desde su parroquia de El Bosque, un exclusivo barrio residencial de la capital chilena, Karadima abusó sexualmente y manipuló psicológicamente desde 1980 hasta 2000 a jóvenes que acudían a él en busca de orientación espiritual, seminaristas y sacerdotes, tendiendo una red de complicidades que lo mantuvo al amparo de la justicia.
Manipulador, perverso y hábil torturador psicológico, según sus víctimas, no tenía el más mínimo escrúpulo para acabar con vocaciones o con la imagen de aquellos que osaban apartarse de su círculo.
Pero su sed de poder no se limitó al control de sus discípulos. También desvió fondos de los feligreses que le permitieron amasar una millonaria fortuna que gastó en inmuebles, viajes y pago de favores, aseguran los autores.
Su vida repleta de abusos a jóvenes seguidores que pululaban atraídos por su aura de santidad quedó plasmada en la película “El Bosque de Karadima”, del director Matías Lira, que fue un éxito en Chile, donde la vieron más 310.000 espectadores en sus primeros días de lanzamiento. El manto de protección de sus influyentes colegas en la Iglesia chilena empezó a resquebrajarse a raíz de las denuncias de sus víctimas, entre ellas Juan Carlos Cruz, que ayer en un tuit confesó aliviado que “nunca” pensó que “vería este día”.
En 2010, la justicia chilena archivó las denuncias de abuso de menores al considerarlas prescritas, pero el Vaticano condenó un año más tarde al entonces párroco a una “vida de oración y penitencia” apartándolo de sus responsabilidades.
Ello pese al viaje que hicieron a Roma dos obispos chilenos para reunirse con el ex secretario de Estado vaticano Angelo Sodano, uno de los hombres más poderosos de la curia, con la misión de impedir que Karadima fuese declarado culpable. El caso estremeció a la Iglesia chilena, que pidió perdón en abril de 2011 por las acusaciones de pederastia contra una veintena de sacerdotes.
UN VIAJE CLAVE
Pero el viaje que hizo el Papa a Chile en enero supuso un antes y un después para el destino de la jerarquía católica y la limpieza en la Iglesia chilena.
Uno de los primeros en ser apartados del clero fue el entonces obispo de Osorno Juan Barros, acusado de encubrir a abusadores como Karadima, del que fue discípulo y amigo fiel.
“No hay una sola prueba en contra. Todo es calumnia”, dijo Francisco entonces, pero la lluvia de críticas le obligó a replantear toda la estrategia del Vaticano ante los abusos sexuales y con la Iglesia chilena.
Desde entonces, la Conferencia Episcopal en pleno ha presentado su dimisión al pontífice, que hasta ahora sólo ha aceptado la renuncia de siete de sus miembros.