El Papa Francisco eligió entre sus nuevos cardenales electores a cinco latinos, dos africanos y dos asiáticos.
Uno de los lemas del Papa Francisco es tener una iglesia orientada hacia “las periferias del mundo”, dirigida por pastores con “olor a oveja”. Cuando llegó a su cargo, se encontró con 120 cardenales electores de los cuales 60 son europeos y, de ellos, la mitad son italianos. Es decir, pertenecientes al viejo primer mundo y metidos en el poder viciado del Vaticano.
Por todo esto, con su elección Francisco dejó un claro mensaje de cambio de rumbo. De los 12 primeros cardenales electores que nombró, una vez descontados los tres eméritos y los cuatro pertenecientes a la Curia, se cuentan otros de Latinoamérica, África y Asia. La mayoría de ellos ha hecho muchas horas de parroquia o de misión, y solo hay un teólogo de profesión. Incluso Haití tendrá su primer cardenal de la historia.
Por su parte, y quitando a los cuatro nuevos cardenales de la Curia, donde hay tres italianos y un alemán, el Papa solo ha elegido a dos europeos: el arzobispo de Westminster, Vincent Nichols, y el italiano Gualtiero Bassetti, arzobispo de Perugia. De España, solo estará como cardenal emérito, sin derecho a voto por tener más de 80 años, el arzobispo emérito de Pamplona Fernando Sebastián Aguilar.
Una vez descontados los cardenales eméritos, los 16 restantes se dividen en dos grupos: los cuatro jefes de departamento de la Curia vaticana y los 12 residenciales. Entre los cuatro nuevos cardenales del poder vaticano, no hay sorpresas. El Papa Francisco convertirá en cardenal a su secretario de Estado, Pietro Parolin; al secretario general del Sínodo de los Obispos, Lorenzo Baldisseri; al prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Gerhard Ludwig Müller; y al prefecto para la Congregación para el Clero, Beniamino Stella.
El próximo 22 de febrero recibirán la birreta cardenalicia los arzobispos de Managua, Leopoldo José Brenes Solórzano; de Río de Janeiro, Orani Joao Tempesta; de Santiago de Chile, Ricardo Ezzati Andrello; y de Buenos Aires, Mario Aurelio Poli. También, el arzobispo Chibly Langlois, presidente de la Conferencia Episcopal de Haití. Además, Jorge Mario Bergoglio quiso poner el acento en África y en Asia, nombrando cardenales a arzobispos de Burkina Faso, Costa de Marfil, Corea del Sur y Filipinas.
Entre los nuevos cardenales hay también quienes, como el canadiense Gèrald Cyprien Lacroix, tienen largos años de experiencia misionera. La idea no era solo reequilibrar geográficamente el consistorio, sino también alejarlo del Vaticano y de las luchas de poder.