La desaceleración de la actividad económica a nivel planetario ha tenido un impacto significativo en el medioambiente. Se registra una drástica reducción de la contaminación y del efecto invernadero en varios zonas del mundo. Pero este respiro podría ser sólo un corto paréntesis si no hay una toma de consciencia mundial.
Es uno de los efectos indirectos pero positivos de esta pandemia inédita. Las restricciones a la actividad económica y al tráfico aéreo, terrestre y marítimo, así como el cierre de industrias y el confinamiento poblacional ha permitido una sorprendente caída de la contaminación ambiental y de las emisiones de gases con efecto invernadero.
El primer país en reducir sus tasas de contaminación ambiental fue precisamente China, el mayor contaminante a nivel mundial y donde apareció la epidemia del coronavirus, en diciembre pasado. Es lo que muestran las imágenes de la Nasa tomadas desde finales de enero : la concentración de dióxido de nitrógeno, uno de los contaminantes más frecuentes en zonas urbanas, disminuyó entre 30% y 50% en varias de las grandes ciudades chinas, en comparación al mismo período en 2019. Además, desde diciembre, los chinos consumen menos carbón, petróleo y acero, lo que ha tenido un impacto favorable en la reducción de las emisiones de gas con efecto invernadero.
“Es espectacular y de un alcance inédito. La lucha contra el coronavirus ha transformado radicalmente el aire que respiran los chinos”, explica Philippe Ciais, climatólogo de Reporterre.
Según los expertos, paradójicamente la epidemia ha salvado más vidas que las muertes que ha producido. En China, donde se reportan casi 9.000 hasta la fecha, mueren en promedio 1,1 millones de personas por año, víctimas de lo que ahora llaman el “airepocalípsis”, la masiva nube de esmog sobre China.
Otro ejemplo es Italia, que en febrero se convirtió en el primer foco de infección fuera de Asia. Según el servicio europeo Copernicus, en el norte del país “hay una tendencia a la reducción gradual de las concentraciones de dióxido de nitrógeno de aproximadamente 10% por semana”. Esto es particularmente visible en 11 ciudades en Lombardía y Véneto, dos provincias puestas en cuarentena al principio de la crisis.
En los últimos días, en las redes sociales han proliferado imágenes de las aguas de los canales en Venecia. La reducción del número de turistas y del tráfico han permitido que las aguas se limpien y traído de vuelta los peces. En Cerdeña, los habitantes han vuelto a percibir delfines en el puerto, desértico desde hace varias semanas.
Toma de conciencia global
A pesar de estos signos de recuperación ambiental, los especialistas temen que este paréntesis podría ser de corta duración. Más aún, que la reanudación de las actividades económicas e industriales sea particularmente contaminante. China podría reabrir las fábricas de carbón. Otros países podrían aumentar sus demandas de energías fósiles, por el momento en un nivel bajo, para reactivar lo antes posible la actividad económica. Algunos expertos son optimistas.
“Habrá un antes y un después del coronavirus desde el punto de vista climático. La epidemia y las medidas tomadas para contrarrestarla han creado un choque psicológico en nuestras sociedades. Habrá consecuencias en las políticas medioambientales. En definitiva, las crisis por el coronavirus y por el calentamiento global son similares. Es cuando estamos frente a la catástrofe que se toman decisiones contundentes”, aseveró el experto francés en cambio climático, Hervé le Treut