Évariste Ndayishimiye también criticó que las ayudas occidentales a África estén condicionadas por la postura de los gobiernos frente al colectivo LGTBI.
Évariste Ndayishimiye opina que sus ciudadanos deberían lapidar a los homosexuales. El actual presidente de Burundi dijo este viernes que las parejas homosexuales son algo “abominable”, añadiendo que la ley debería permitir que fueran lapidados públicamente en su país. Aunque la homosexualidad ya tiene una pena de hasta dos años de cárcel en Burundi, esto no es suficiente para Ndayishimive.
En sus polémicas declaraciones, indicó que “para mí, creo que si encontramos a estas personas en Burundi, deberían ser llevadas a los estadios y apedreadas, y hacerlo no sería un delito”. Citando pasajes de la Biblia (tanto Burundi como Ndayishimive son conocidos por su fuerte conservadurismo cristiano), aseguró que vivir la homosexualidad es como “escoger entre Dios y Satanás”. Este tipo de discursos siguen el mismo patrón que un creciente número de naciones africanas, cristianas o no, donde las penas de homosexualidad se han endurecido en los últimos años. El último ejemplo en cuanto a la legislación anti-LGTB en África ocurrió este 2023 en Uganda, donde los homosexuales “reincidentes” pueden ser condenados a cadena perpetua o incluso castigados con la pena de muerte.
En Somalia, Mauritania y el norte de Nigeria también se contempla la pena capital como castigo por las prácticas homosexuales, aunque estos tres países se diferencian de Uganda y de Burundi por ser de mayoría musulmana. Las declaraciones de Ndayishimive muestran, sin embargo, una actitud que sobrepasa las fronteras de lo religioso y que podría explicarse en el creciente deseo africano de desasirse de los mecanismos de control europeos. A la vez que aseguraba que había que lapidar a las parejas homosexuales, el mandamás burundés criticó abiertamente que la política de ayudas de Occidente estuviera condicionada por el desarrollo de los derechos LGTBI en las naciones africanas.
Haciendo referencia a estas dinámicas en las ayudas, Ndayishimive aseguró que las ayudas “pueden quedárselas [los occidentales]” si el precio a pagar es la proliferación de las parejas homosexuales en Burundi.
Tampoco es la primera vez que la relación entre Occidente y el colectivo LGTBI influye de forma directa en las relaciones con África. El que fuera presidente de Zimbabue entre 1987 y 2017, Robert Mugabe, dijo en 2015 que “he concluido que, ya que el presidente Obama respalda el matrimonio entre personas del mismo sexo, defiende a las personas homosexuales y disfruta de un semblante atractivo, viajaré si es necesario a Washington DC, me arrodillaré y le pediré la mano”. También opinó que Estados Unidos está gobernado por “pervertidos y adoradores de Satanás”.
Que Estados Unidos es el mayor promotor de la comunidad LGTBI en África no es ningún secreto. El último ejemplo puede encontrarse durante el pasado mes de marzo, en Ghana, durante la visita de Kamala Harris a dicho país africano. La vicepresidenta de Estados Unidos se reunió con el presidente ghanés, Nana Akufo-Addo, con quien dijo haber conversado sobre una nueva ley anti-LGTBI que se encontraba entonces en proceso de trámite en el parlamento de Ghana. Apenas dos días después del encuentro, Nana Akufo-Addo rectificó su postura y anunció a los medios de comunicación que “elementos substanciosos” de la nueva ley “fueron modificados” por intervención directa de su Gobierno. Una intervención que negó que fuera a ocurrir bajo ninguna circunstancia… antes de su reunión con Kamala Harris.
Donde presidentes como Nana Akufo-Addo se pliegan a las peticiones de Occidente en relación a la postura de sus gobiernos frente al colectivo LGTBI, otros consideran el endurecimiento de la legislación un deber moral que combate la “degeneración moral” de Occidente y que sirve en última instancia como medio de resistencia al neocolonialismo europeo, que es político y económico, pero también ético y moral en otros campos de la sociedad.
Este periodista ha hablado a lo largo de los años con decenas de africanos de diferentes nacionalidades y religiones acerca del colectivo LGTBI y todavía no ha encontrado a uno (excluyendo a aquellos que trabajen en la ONU u organizaciones occidentales) que considere correcto la normalización de las relaciones homosexuales. Igual que fue testigo en una ocasión de cómo un grupo de jovenes arrojaban piedras a un homosexual en Senegal. Se aprecia así una tendencia cultural antes que religiosa, desde que cristianos y musulmanes africanos convergen en este punto. Pudo comprobarse apenas la semana pasada, cuando los obispos católicos de República Democrática del Congo se negaron públicamente a aceptar la nueva postura del Vaticano en lo referente a bendecir las uniones entre homosexuales.
Tal es así, que no pocos africanos aplaudieron ayer las declaraciones del presidente de Burundi, llegándole a calificar de “panafricanista” por la contundencia de su postura contra las políticas occidentales en lo referente al colectivo LGTBI.