Algunos ven en él un profeta, un científico loco, un genio incomprendido o un gurú con una pócima mágica para responder a la angustiante crisis planetaria que plantea el coronavirus. El profesor francés Didier Raoult, a cargo del Instituto Hospitalario Universitario de Marsella, y su defensa de la cloroquina, concitan tanto la esperanza de quienes exigen sin tardar su tratamiento como el recelo de parte de la comunidad científica.
Su rostro, enmarcado por su largo cabello blanco y una barba que recuerda al mosquetero D’Artagnan, ocupa la portada de este martes del diario Libération. “Cloroquina: ¿esperanza o espejismo?”; es el título del periódico que sintetiza la esperanza que muchos ponen en este científico con aires de mesías. ¿Tiene este druida galo la poción mágica contra el mal que golpea la aldea global?
Es lo que creen los hombres y mujeres que este lunes hacían hasta cinco horas de cola en Marsella frente al l’Institut Méditerranée Infection para acceder a una prueba de detección del coronavirus y al tratamiento con cloroquina defendido por el profesor Didier Raoult, contra la opinión de expertos que piden prudencia.
Pero ¿quién es Didier Raoult? La reputación científica de este hijo de un militar y una enfermera nacido en Senegal es indudable. Se trata de un investigador de gran prestigio internacional, detrás de varios descubrimientos, en particular sobre virus gigantes, e incluso dio su nombre a dos bacterias (Raoultella planticola y Rickettsia raoultii).
“Haríamos bien en prestar atención a lo que dice”
Raoult es el autor de numerosas publicaciones científicas -para sus detractores demasiadas- y en 2010 obtuvo el gran premio del INSERM, el Instituto Nacional de Investigación en Salud y Medicina de Francia. Desde Marsella, este experto en microbiología de 68 años dirige uno de los mayores centros sobre enfermedades infecciosas tropicales emergentes.
“Es un gran microbiólogo, un gran infectólogo. Es un hombre extraordinario, comprometido, un militante de la ciencia. Tiene en su haber un número y calidad de publicaciones extraordinarios. Didier Raoult sabe de lo que habla y haríamos bien en prestar atención a lo que dice”, sostiene Arnold Munnich, cofundador en Paris-Necker del hospital universitario Imagine, dedicado a las enfermedades genéticas, y antiguo asesor de salud del expresidente Nicolas Sarkozy.
“Es un gran médico, una persona muy ética, que trabaja muy duro, que tiene mucho respeto por sus equipos”, abunda Philippe Douste-Blazy, ex Ministro de Sanidad y Asuntos Exteriores, que dice tener “mucho respeto tanto por el hombre como por el investigador”. En el mismo sentido, Renaud Muselier, médico y presidente de la región PACA que lo conoce desde hace años, opina que es un “nobelizable”.
“Falsas esperanzas”
Pero mientras el profesor Raoult tiene muchos adeptos entre profanos y sus pares, también recibe numerosas críticas por parte de la comunidad científica, preocupada por los efectos secundarios tóxicos de la cloroquina.
En sintonía con la Organización Mundial de la Salud, que este lunes alertó sobre que el peligro de los “estudios reducidos” sobre tratamientos y las “falsas esperanzas” que despierta la cloroquina, las autoridades francesas se muestran reticentes a dar su luz verde.
“El Alto Consejo [de Salud] recomienda que este tratamiento no se utilice en ausencia de una recomendación, salvo en formas graves, hospitalizados por decisión colegiada de los médicos y bajo estricta supervisión médica”, afirmó el lunes el ministro francés de Salud Olivier Verán.
El Consejo también excluye “toda prescripción en la población general o para formas no severas en esta etapa, a falta de datos concluyentes”, subrayó en una reunión informativa para la prensa sobre la evolución del coronavirus en Francia.
En cuanto al ámbito de la investigación científica, donde se valora la humildad y el bajo perfil, la personalidad del profesor Raoult rompe el molde y molesta por su omnipresencia en los medios de comunicación.
Sin embargo, para el profesor Arnold Munnich, la apariencia de Raoult no debe ocultar su verdadero valor. “Ese es su estilo. Tienes que superar eso para apreciar el valor del científico y del gran médico. Hay que ver todo lo que este muchacho ha traído y traerá”, dice. “Es un constructor, un espíritu innovador, mueve montañas, tiene una ambición ilimitada por la causa que defiende”, enfatiza.
En cuanto al tratamiento que defiende, sólo se podrá juzgar de manera retrospectiva, en función de sus resultados, o de la ausencia de éstos.