Un análisis de más de cuatro millones y medio de pacientes muestra que las posibilididades de autolesión son mayores en pacientes con cáncer de páncreas o pulmón
El riesgo de que una persona se suicide en el primer año después de recibir un diagnóstico de cáncer se multiplica por 2,5 respecto a la población normal. Los resultados, publicados en la revista CANCER, muestran también diferencias dependiendo del tipo de tumor. El mayor incremento se observó en los de páncreas y los de pulmón y algo menos en el colorrectal. En otros tipos de cáncer con mejor diagnóstico, como el de próstata o el de mama, no se observó un incremento significativo del riesgo de suicidio.
El estudio, liderado por Hesham Hamoda, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard, y Ahmad Alfaar, del hospital Charité, de Berlín, analizó la información de 4.671.989 pacientes registrados en la base de datos estadounidense SEER entre 2000 y 2014. De esas pacientes, que representan el 28% de todos los que existieron en el país norteamericano en ese periodo, se quitaron la vida 1.585 dentro del primer año posterior a recibir la noticia de que sufrían algún tipo de cáncer.
“La concienciación entre los médicos para vigilar el riesgo de suicidio y dirigir [a los enfermos] a los profesionales de salud mental es importante para mitigar ese riesgo y salvar vidas, especialmente durante los primeros seis meses tras el diagnóstico”, apuntó Alfaar. “Además, los familiares y los cuidadores deben ser entrenados para proporcionar apoyo a sus parientes enfermos”, ha añadido.
En España, donde se registran alrededor de 3.600 suicidios al año, no se ha cuantificado cuántos de ellos pueden ser achacables a un diagnóstico de cáncer. Sin embargo, según explica Ruth Vera, presidenta de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), los médicos toman en cuenta ese riesgo. “Cuando hacemos la primera visita en el servicio de oncología, se tienen en cuenta los antecedentes médicos del paciente, incluidos los antecedentes psiquiátricos, si ha tenido depresión, por ejemplo”, explica. “Y cada vez se incorpora más la figura del psicooncólogo, no solo por el tema del suicidio sino por todo el impacto emocional que puede tener un diagnóstico de este tipo”, añade.
Una de estas psicooncólogas es Eva Rodríguez Bruzos, del Hospital del Mar en Barcelona. Coincide en que se tiene muy en cuenta la historia previa del paciente, “si ha tenido problemas emocionales, vemos cómo los ha afrontado, si ha tenido ideas de hacerse daño o de suicidio…”, y añade que la valoración debe ser amplia. “Hay que tener en cuenta el momento de la enfermedad en que se encuentra el paciente, porque puede cambiar”, señala Rodríguez. “Hay personas que quieren luchar más que otras después de recibir el diagnóstico, pero después de muchos años, cuando hay mucho sufrimiento, se produce un agotamiento, porque el dolor desgasta mucho”, continúa. “Las personas van cambiando y hay que adaptarse”, señala.
La forma de afrontar el cáncer, que hasta hace no tanto era un monstruo innombrable, ha cambiado y eso puede mitigar su impacto emocional. “Cada vez hay más cultura. Hace quince o veinte años te encontrabas a mucha gente que te pedían que no les informases, que no explicases, que tomases la decisión que mejor te pareciese, pero sin decir nada. Casi pedían que no se nombrase la palabra cáncer o la palabra quimio”, recuerda Vera. “Todavía se dan casos así, pero el paciente tiene cada vez más información y participa más en el proceso de decisión”, indica.
Tanto Vera como Rodríguez consideran que el problema es importante y recalcan que el apoyo psicológico es fundamental, sin embargo, ninguna de las dos especialistas, con amplia experiencia, han vivido muchos casos de suicidio entre sus pacientes. Vera cree que habrá tenido uno o dos casos en toda su carrera y Rodríguez no recuerda ninguno. “En una ocasión, hubo un paciente al que vi mal y yo misma le acompañé a urgencias para asegurarme de que no se hiciese daño”, concluye.