El Salado fuera de control

Mientras los vecinos de General Belgrano se preparaban para recibir hoy el pico de la crecida, Villanueva permanecía aislada.

inundacion-saladoNo por nada las tribus pampas que habitaban la zona le decían “Tubicha mini” (grande-chico) por lo fluctuante de su caudal: en los veranos secos apenas un arroyo que puede cruzarse caminando, el Salado llega a convertirse en épocas de lluvia en un río correntoso y amenazador. Sin embargo el intenso temporal que se extendió hasta la semana pasada en gran parte del territorio bonaerense hizo que esta vez su crecida escapara a toda previsión.
Con más de 400 milímetros de lluvia caída en diversos partidos que se encuentran sobre su cuenca alta, el Salado ha venido creciendo incesantemente a lo largo de la última semana hasta sepultar bajo sus aguas miles de hectáreas de campo, caminos vecinales, establecimientos rurales y una cantidad de cabezas de ganado difícil de calcular.
Como una ola que avanza lenta por la leve pendiente de la llanura pampeana, el pico de su crecida que días atrás se encontraba en Roque Pérez amenaza por estas horas a General Belgrano, una de las localidades más vulnerables entre la ruta 29 y la desembocadura del río en la Bahía Samborombón.
Con el agua a poco más de cien metros de zonas urbanizadas y contenida apenas por una defensa de tierra, General Belgrano ha venido trabajando sin descanso en los últimos días para “altear” ese terraplén mientras el Salado no cesa de crecer. Pero si sus esfuerzos serán suficientes o no para proteger a la ciudad es algo que se sabrá en las próximas horas dado que el pico de la crecida se aguarda para hoy.

CON EL AGUA EN LA PUERTA

“Creció a una velocidad que no dio tiempo a nada: el domingo pasado cuando fui al campo a revisar unas colmenas tenía el agua a mitad de la bota. A la mañana siguiente cuando volví para moverlas ya me llegaba a la entrepierna; así que puse los cajones arriba de unas máquinas como a un metro y medio del piso pensando que el agua no iba a llegar jamás hasta ahí. Ayer me avisaron que ya no estaban más: a esta altura esas abejas deben andar ya por bahía Samborombón”, cuenta Gustavo Vallejo un apicultor de General Belgrano que perdió cerca de un centenar de cajones en la inundación.
Con todo, dice, lo suyo fue “apenas un granito de arena en medio de todo lo que se perdió”. “Hay muchísimo ganado muerto, porque las ovejas una vez que se mojan y se enfrían ya no se salvan; y a muchas vacas el agua las agarró justo en época de parición. Pero además había un montón de pastura sembrada en campos que quedaron sumergidos. Por eso, aunque el agua se escurra rápido, va a pasar muchísimo tiempo hasta que nos podamos recuperar”, asegura el productor.
Con cerca de cuarenta años viviendo en General Belgrano, Vallejo cuenta que le ha tocado vivir al menos tres inundaciones grandes, pero que esta es “sin duda la mayor desde que se construyó la defensa Ricardo Calegari en 1992”.
Proyectada para resguardar al pueblo de crecidas extraordinarias del Salado, esa defensa -un terraplén de tierra que alcanza casi los 17 metros sobre el nivel del mar- está ahora a centímetros de ser sobrepasada por el agua. Y si bien hace ya varios días que retroexcavadoras y camiones coordinados por el Municipio y Vialidad trabajan para elevar su altura todo el recorrido, no hay certezas de que eso sea suficiente para evitar que el agua se meta igual a la ciudad.
“Si el agua rebasa la defensa, nos quedan unas 24 horas para evacuar la parte bajas del pueblo porque la ruta 29 quedaría funcionando como un segundo retén. Pero con la cantidad de agua que hay, difícil que aguante demasiado. Por eso la gente está con miedo; en parte porque esta vez no nos están informando bien, pero además porque muchos temen que el agua puede entrar por otros lados”, señala Vallejo al explicar que el desborde del río es tal que ya no es sólo un frente el que hay que cubrir.

UN PUEBLO ISLA

Al sobrevolar la cuenca baja del Salado, como hizo El Día el jueves último, puede verse que el rio, que a esa altura tiene normalmente unos 40 metros de ancho, ha desbordado a un punto que su cauce original resulta difícil de identificar. En su lugar lo que se observa desde el aire es un extenso delta del que asoman apenas islotes donde se refugia el ganado que logró escapar de la inundación. Uno de esos manchones de tierra alta rodeada de agua es Villanueva, una pequeña localidad de 500 habitantes ubicada pocos kilómetros aguas abajo de General Belgrano que quedó aislada tras el temporal.
A mitad de semana, un brazo del Salado que cruza la entrada de Villanueva desbordó cubriendo el camino de acceso al pueblo desde la ruta 29. Y aunque al principio las camionetas más altas y los camiones que abastecen de mercadería al pueblo podían pasar igual, con el transcurso de los días y a medida que el río siguió subiendo sus vecinos quedaron impedidos de salir o entrar por sus propios medios. Hoy dependen para hacerlo de un tractor con acoplado y dos lanchas puestas por Prefectura Naval.
“Estamos aislados pero más allá de la angustia por las pérdidas, los que vivimos en el pueblo estamos bien: tenemos electricidad, los negocios reciben mercadería, los chicos siguen teniendo clases, montamos un operativo para asistir a los más afectados y hay un montón de gente ayudándonos. El problema son las familias que viven en el campo y que quedaron completamente aisladas”, cuenta Fernanda Luna, maestra de la escuela primaria de Villanueva y una de las coordinadoras de ese operativo.
A diferencia de General Belgrano, en Villanueva no temen que el agua pueda entrar al pueblo porque el cauce principal del Salado pasa lejos de él. Quienes viven sin embargo en la zona de su balneario quedaron en cambio bajo agua. “Hace unos días, al ver que seguía subiendo, se les ofreció ayudarlos a sacar los muebles y evacuarlos, pero hubo gente que prefirió quedarse en su casa por temor a que le roben, como ya pasó alguna vez”, cuenta Fernanda que calcula en más de treinta las familias evacuadas en su localidad.
“Estamos trabajando con Gendarmería, la Cruz Roja, Bomberos, Vialidad, Policía, el Municipio y el Ejército. Hay muchísima logística y estamos recibiendo un montón de donaciones. Ya nos llegó ayuda de la Fundación Sí, La Serenísima y Villa del Sur, entre otros. Ahora el tema es organizarnos para distribuirla y administrarla muy bien porque si bien en este momento hay de sobra va a hacer falta también para después”, señala la docente.

“AGUA DE PARADOS”

Tras el pico de la crecida que en la cuenca baja que se espera para hoy, tanto en Villanueva como en General Belgrano creen que la situación, de no haber nuevas lluvias, tendería a mejorar. “Hablamos con gente de Gorch, un paraje que está unos 60 kilómetros río arriba, y nos contaron que el jueves ya casi no subió el agua por ahí, por lo que creemos que después del pico lo mismo va ocurrir acá. Eso siempre y cuando no vuelva a llover. Con el Salado en estas condiciones, si vuelve a llover un poco estamos fritos”, comenta Gustavo Vallejo.
Tanto él como algunos de sus vecinos reconocen sin embargo que con la cantidad de lluvia que estuvo cayendo hasta hace una semana, la situación podría haber sido mucho peor. “Creo que nos salvaron las obras de ensanche del Salado; de no haber sido por eso la defensa de General Belgrano no hubiera aguantado semejante cantidad de agua”, asegura.
Las obras a las que se refiere son las que corresponden a las del Plan Maestro Integral de la Cuenca del Río Salado, un proyecto impulsada por el gobierno provincial y el nacional desde 2003 para drenar y ensanchar el río a lo largo de su cauce a fin de facilitar el escurrimiento de las aguas hacia su desembocadura en la Bahía Samborombón.
Si bien de las cuatro etapas previstas en el Plan sólo llegaron a ejecutarse dos (las que afectan al tramo entre Junín y General Belgrano, en un alto porcentaje ya terminadas) su presencia se hizo sentir tras este último temporal. Como aseguran quienes conocen el río, “de no haber sido por eso, hoy estaríamos tomando agua de parados”.