El soplón que destapó a Madoff revela lo que está ocurriendo con las aseguradoras

Harry Markopolos sabe por qué es tan sencillo engañar a los auditores, y cree que las cosas tan solo han ido a peor. Además, anuncia jugosas revelaciones para el año 2017.

harry-markopolosEn diciembre de 2008, Bernard Lawrence “Bernie” Madoff fue detenido por el FBI y acusado de fraude. La cantidad estafada ascendía hasta los 52.000 millones de dólares, el mayor fraude jamás cometido por una única persona, lo que le granjeó una condena de 150 años de prisión. Sin embargo, no fue nada fácil que el esquema Ponzi a través del cual engañó a bancos y aseguradoras, banca privada e inversores personales, saliese a la luz.
Tuvieron que pasar casi 10 años entre que Harry Markopolos alertase por primera vez alertarse a la SEC (U.S. Securities and Exchange Commission) del fraude y que esta finalmente decidiese tomar cartas en el asunto, principalmente, porque no le hicieron caso. Esta sensación de desamparo experimentada por el ex ejecutivo y contable de una pequeña firma de Boston se refleja en el título del libro que publicó narrando su ardua lucha para conseguir señalar a Madoff desde que, en 1999, tuvo acceso al flujo de ingresos de este y presintió que algo iba mal: “No One Would Listen” (John Wiley & Sons), es decir, “Nadie escuchaba” o “Nadie quería escuchar”.
El título, no obstante, puede aún aplicarse a la actualidad del sistema financiero, como ha sugerido el propio Markopulos en una entrevista con ‘Real Vision TV’ de la que se hace eco ‘Business Insider’: en su opinión, las Big Four, es decir, las cuatro grandes consultoras y auditoras (PricewaterhouseCoopers, Deloitte, Ernst & Young y KPMG) no están preparadas para enfrentarse a esquemas fraudulentos como el de Madoff, por lo que no es nada improbable que vuelva a ocurrir algo parecido. Su interminable lucha para hacerse oír es la mejor muestra de la facilidad que tienen los estafadores para colarse entre las rendijas del sistema.

¿Qué está fallando?

El síntoma más claro de que el sistema no funcionaba es que Madoff no fue investigado durante años ya que, según las auditorías de sus cuentas, no había motivo para hacerlo, ha recordado Markopolos (aunque, finalmente, su auditor, David G. Friehling, fuese acusado por colaborar en su esquema fraudulento). Es más, las Big Four no han destapado ni un solo caso de fraude. “Pero si te preguntase cuáles son los casos que han ayudado a cubrir, podríamos estar aquí toda la tarde”.
Las auditorías son, en opinión de este “whisteblower”, poco más que un trámite en el que se invierte muy poco dinero. “La mayoría de la gente que lleva a cabo las auditorías, en un 80 o 90% del tiempo son veinteañeros”, explica. La única manera de localizar los esquemas tramposos como el Ponzi de Madoff sería a través de trabajadores experimentados. “Tienes que haber vivido bastante para ser capaz de cazar los fraudes”. Tan solo aquellos que conocen todos los resquicios legales con capaces de anticipar los pasos de los estafadores. Él mismo tenía ya alrededor de 44 años cuando empezó a sospechar de Madoff.
¿Por qué no se dedica ni tiempo ni dinero ni esfuerzo a localizar los esquemas económicos fraudulentos, que pueden poner en peligro tanto los ahorros de miles de personas como hacer tambalearse la economía global (que, a finales de 2008, no se encontraba en su mejor momento)? Porque no son los accionistas quienes pagan por la auditoría, señala Markopolos. En su opinión, la compra y venta de acciones de una compañía deberían estar gravadas con una tasa para financiar las auditorías, ya que en este momento el dinero destinado a este aspecto es tremendamente bajo.
Poner impuestos a las transacciones económicas para destinar lo recaudado a las auditorías permitiría que fuese más fácil localizar el fraude, asegura Markopolos. No solo por la inexperiencia de los auditores, sino por sus herramientas de trabajo. “No hacen análisis sustantivos, porque es caro”, explica en dicha entrevista. “Solo pasan algunos números a través de los algoritmos de los que disponen y dicen ‘vale, esa es nuestra prueba’”. Un análisis sustantivo permitiría identificar las cuentas maquilladas que en apariencia cuadran, como las de Madoff.

No va a cambiar

Es lo ocurrido con el caso de Madoff, cuyas cuentas eran impolutas. Markopolos recuerda que muchas firmas simplemente recogen 75 transacciones para sus análisis de auditoría. “Puede que sean las 25 de mayor importancia, las últimas 25 y otras 25 cogidas de otra parte”, explica. “Pero la mayor parte de empresas tienen millones o decentas de millones de transacciones, tan solo auditan 75 y ¿dicen que es estadísticamente relevante? Una mierda. No es relevante en absoluto”. A menudo, basta con cruzar los dedos para que el análisis no desvele los ángulos oscuros de tus balances de cuentas.
Desde que el caso de Madoff salió a la luz, las exigencias en materia de auditoría a las empresas se han endurecido, tanto a nivel de la Comisión Europea como a nivel nacional, con la Ley de Auditoría que entró en vigor el pasado mes de junio y que está provocando cambios radicales en el panorama español de las Big Four. El objetivo de estos nuevos movimientos es garantizar un marco de competencia en el que los clientes fuesen independientes de las multinacionales que se encargan de examinar los estados financieros y contables.
En opinión de Markopolos, sin embargo, la mayor parte de países no hacen lo necesario para regular las cuentas de sus compañías aseguradoras. En EEUU, recuerda, de las 50 comisiones aseguradoras, 43 son elegidas por el gobernador. Lo que ocurre en muchos casos es que las empresas se instalan en aquellos estados donde menos se cobra por las auditorías, lo que agrava aún más este círculo vicioso. Sin embargo, considera que ni las autoridades públicas ni las grandes auditoras están cumpliendo con su papel como “gatekeepers”, al igual que las agencias de calificación, que son “para los niños que no pueden encontrar otro trabajo”.
¿Una última advertencia? Muchas compañías aseguradoras están trasladando su negocio a países ‘offshore’, donde las regulaciones son aún menores y la transparencia, mucho menor. “La situación tan solo ha empeorado”, concluye Markopolos. “Básicamente, la industria aseguradora se encuentra donde la industria bancaria estaba en 2007”. Y amenaza con desvelar a lo largo del próximo año un buen puñado de casos “de miles de millones de dólares cada uno de ellos”. Agárrense, que vienen curvas.