La asociación La Manif pour Tous (La Manifestación para Todos) nació como contraposición al Mariage pour Tous (El Matrimonio para Todos), como se conoce en Francia a la ley que permite legalizar las uniones entre homosexuales. Con una gran manifestación, miles de personas colmaron las avenidas y plazas de París y Lyon, obligando al gobierno de Hollande a congelar su Ley de Familia, prevista para ser aprobada este año.
Los que se manifiestan contra la adopción de niños por parte de parejas homosexuales no son los mismos que se lanzaron a las calles en la llamada Jornada de la Cólera. Pero, para Manuel Valls, unos y otros estarían creando las bases de un Tea Party a la francesa, un movimiento ultraconservador similar al surgido en EEUU.
Entre los manifestantes, destacó una mayoría de católicos, pero también desfilaron representantes de los credos musulmán y judío que se oponen a lo que consideran un ataque a la familia tradicional. La protesta del domingo es la culminación de una serie de manifestaciones callejeras que han mantenido en vilo al Ejecutivo francés durante los últimos meses; aunque no se puede colocar a todas en el mismo saco, como parte de la izquierda y casi toda la prensa bien pensante hace.
Las familias e individuos que se manifiestan contra las madres de alquiler o la adopción de niños por parte de parejas homosexuales no son los mismos que se lanzaron a las calles en la llamada Jornada de la Cólera contra el gobierno. Estos últimos, una mezcla de antijudíos, dieudonnistas, extremistas de derecha e izquierda y marginales con ganas de bronca, solo buscaban destrozar el material urbano y enfrentarse a la policía para hacer público su rechazo a un gobierno elegido democráticamente.
El filósofo y teólogo Bertrand Vergely, opuesto al matrimonio homosexual, subraya que hay que ladear los clichés. Según él, “la izquierda considera reaccionarios a la derecha, la extrema derecha, los católicos, los religiosos, los conservadores y, en general, a todos los que no son de izquierdas o no votan por ella“. Para Vergely, los que la izquierda considera reaccionarios son realistas que piensan que hay cosas que no son posibles de llevar a cabo, y, por lo tanto, no creen en la utopía.
Pero dejando aparte las disquisiciones socio-políticas que acaparan los debates en Francia, hay que interrogarse sobre el nuevo fenómeno protagonizado por cientos de miles de personas que, de minoría silenciosa, se han convertido en una fuerza social capaz de influir en la política del país. Con un centro-derecha huérfano de líder y de discurso y un Frente Nacional aparentemente desradicalizado, se ha abierto una falla sociológica que aún escapa a la explicación de los miles de analistas y centenares de think-tanks que, por suerte, pululan en Francia.
El embrión del supuesto Tea Party francés se sustenta en la pérdida de autoridad del discurso político tradicional que, denostado, provoca también, según otros comentaristas, la “histerización” del debate público. Una muestra de ello ha sido la polémica suscitada por la protesta contra la intención del Ministerio de Educación de acabar con los clichés sexistas y con la homofobia en las escuelas.
El nuevo fenómeno protagonizado por cientos de miles de personas se ha convertido en una fuerza social capaz de influir en la política del país. Sus líderes se niegan a ser recuperados por cualquier partido político tradicional. El lunes, con la resaca de la victoria todavía en los labios, uno de los portavoces de La Manif pour Tous, Alberic Dumont, quiso insistir sobre ello: “no pertenecemos a ningún partido, somos un movimiento de sociedad“.
En un ambiente de crisis como el que vive Francia, con una clase media temerosa de pauperización, donde la familia pierde protección social y es ya también objeto prioritario fiscal, bastaba con una simple chispa para exasperar a muchas familias que consideran la educación de sus hijos como la única prerrogativa irrenunciable que les queda. La derecha tampoco quiso entrar de lleno en la polémica, y el gobierno y sus medios afines achacaron todo a un rumor intencionado.
El Partido Socialista también ha mostrado sus diferencias ideológicas en este capítulo. Muchos no han aceptado que el gobierno renuncie a la procreación médica asistida y a la gestación de alquiler. Para estos, se trataría de una capitulación más. Con un presidente socialdemócrata confeso y una política económica cada vez más proliberal, el ala progre del PSF esperaba tener vía libre para la transformación de Francia, al menos en cuestiones de sociedad.
El Tea Party, si acaso se consolida, será más bien un problema para la unión de las derechas. Por eso, algunos de sus representantes han denunciado que es el propio Gobierno el que atiza la creación de un nuevo movimiento político sólo con fines electoralistas, como hizo François Mitterrand cuando favoreció el engorde en las urnas del Frente Nacional.