Los llamados “cabezas de serpiente” traen engañados a ciudadanos chinos que ingresan al país de forma ilegal y deben enfrentar una situación de irregularidad migratoria difícil de revertir.
Bajo la promesa de trabajo y estadía legítima en Argentina a cambio de dinero, los llamados “cabezas de serpiente” traen engañados a ciudadanos chinos que ingresan al país de forma ilegal y deben enfrentar una situación de irregularidad migratoria difícil de revertir.
Shaokai Chen tiene 24 años y nació en la provincia de Zhejiang, en China. Sentado en el despacho de su abogada y ayudado por un traductor, lo primero que dice -antes que cualquier otra cosa- es que la decisión de dejar su país fue la falta absoluta de oportunidades.
El panorama se replica en tantísimos jóvenes chinos que acaban acudiendo a un gestor, conocidos también como “cabeza de serpiente” por su capacidad de guiarlos en distintos territorios. Uno de ellos le ofreció traerlo a Argentina con la garantía de un contrato de trabajo y visa legal a cambio de 10 mil dólares.Por supuesto -como si fuera necesario aclararlo- explicó, intérprete mediante, que ninguna de las promesas fue cumplida.
“Viajamos en avión hasta Brasil, ahí el gestor me retuvo el documento y me mantuvo encerrado en una casa junto a otros paisanos. Después fuimos hasta Uruguay donde se repitió la situación.
Finalmente y después de una cantidad de tiempo incierto, llegamos a la Argentina donde me hicieron bajar de una camioneta, me dijeron que comprara el diario de la colectividad y buscara trabajo en los clasificados”.
Shaokai Chen tenía trescientos dólares en el bolsillo y no entendía una palabra de español. Hoy, con empleo como repositor en un supermercado, intenta revertir -a través de un amparo judicial- una orden de expulsión por ingresar al país en forma ilegal.
El de Shaokai Chen es un caso más de tantísimos. No hay cifras fidedignas, dada la ilegalidad de su situación.
Según un relevamiento del 2013 de la Asociación Cultural Chino-Argentina, viven en Argentina más de 120.000 chinos que ingresaron al país legalmente.
“Llegan a la Argentina producto de su necesidad y engañados con ofertas de trabajo y papeles para ingresar, pero esto no se cumple”, explicó la abogada Débora Huczek, representante de varios ciudadanos chinos en situaciones similares.
“Los mantienen cautivos, encerrados casi sin alimentos, hacinados en habitaciones pequeñas, les sustraen los documentos y luego los hacen cruzar ilegalmente las fronteras caminando cientos de kilómetros, en colectivo o a nado”, detalló Huczek quien, además, indicó que no existen cifras oficiales -ni extraoficiales- sobre el número de personas que llegaron al país bajo esta modalidad.
Algo parecido le sucedió a Zhang Huan y Li mi, hermanos de veintipocos que arribaron al país en 2012.