El telescopio espacial europeo “Planck” graficó un mapa en alta resolución la radiación emitida cuando habían transcurrido solo 380.000 años desde el Big Bang. Los datos de este telescopio de la Agencia Europea del Espacio (ESA), son mucho más precisos que los obtenidos anteriormente y permiten ajustar mejor tanto la edad del universo como su composición.
Luego de la gran explosión inicial, alrededor de unos 380.000 años, el universo se hizo transparente y la radiación emitida en ese entonces se detecta hoy en el cielo a una temperatura ultrabaja. Durante varios meses, el telescopio espacial Planck ha estado observando esa luz, la más antigua del cosmos y luego de mucho trabajo y precisión, los científicos han presentado el mapa a altísima resolución de las pequeñas variaciones de temperatura de esa radiación. De esta manera, según los expertos, se pudo determinar que el cosmos tiene 13.810 millones de años, es decir, unos 100 millones de años más viejo de lo que se creía. Está compuesto por materia corriente (4,9%), materia oscura (26%) y energía oscura (69,1%).
El científico británico George Efstathiou, afirmó al presentar el nuevo mapa del cielo, que: “La teoría cosmológica estándar se ajusta muy bien con los datos del Planck”. Pero también ha destacado unas anomalías respecto a las predicciones de los modelos cosmológicos más extendidos, de nuestra comprensión actual del universo, “que podrían ser indicios de una nueva física”. Se trata de una zona ligerísimamente más fría que la media que no encajaría muy bien en la distribución aleatoria predicha en los modelos.
Los datos presentados corresponden a los primeros 15 meses de funcionamiento del Planck en el espacio, por lo que los expertos esperan más novedades dentro de unos meses, según Jean-Jacques Dordain, director general de la ESA.
Los primeros tiempos del cosmos fueron de altísima temperatura. Protones, electrones y fotones estaban a unos 2.700 grados centígrados. Sin embargo, al pasar unos 380.000 años se enfrió lo suficiente como para que los protones y electrones se unieran formando átomos, y los fotones quedaron libres. En ese momento el universo se hizo transparente. Aquellos fotones permean todo el cosmos actual pero en forma de radiación muy fría, a 2,7 grados sobre el cero absoluto.
En 1965, se descubrió esa radiación de fondo y fue una prueba de la teoría del Big Bang. Pero la radiación era uniforme y resultaba imposible de cuadrar con la obvia no uniformidad del universo observable. El COBE, otro telescopio de la NASA, descubrió ligerísimas variaciones de temperatura en aquella radiación de fondo que ahora llega como microondas, tras haberse enfriado en el universo en expansión. Esas variaciones de temperatura revelan las ondas disparadas por las fluctuaciones cuánticas en el universo inmediatamente tras nacer.
Los datos aportado por el Planck son mucho más precisos que los del COBE y el nuevo mapa muestra con alta resolución pequeñísimas variaciones de temperatura que corresponderían a diferencias de densidad, que darían origen a las estructuras del universo actual.
El director científico de la ESA, Álvaro Giménez, indicó que: “El mapa más preciso es para los cosmólogos como una mina de oro de conocimiento del universo”.
Este nuevo mapa es el resultado de limpiar a fondo el que fue presentado en 2010, ya que en aquella primera cartografía de la radiación del universo primitivo incluía toda la radiación de nuestra galaxia.