El uso de tobilleras electrónicas se duplicó en los últimos dos años

En diciembre de 2015 eran 974. Ahora, las usan 1.817 detenidos. El sistema quedó ahora bajo la lupa, con la historia de la ex policía que se la puso a su perro y salió a robar. “Es el primer caso en 16 años”, refutan.

Audacia, falla técnica o corrupción. Es la lista de opciones que más se escucharon durante los últimos días para explicar el episodio en el que una mujer, que espera un juicio por dos delitos, logró quitarse una tobillera electrónica y ponérsela a su perro caniche sin que el sistema pudiera detectar la “trampa”: la mascota mantenía viva la señal donde se supone que debía estar y la detenida, una mujer policía, estaba en el centro de la Ciudad, asaltando tiendas, armada con dos pistolas.
El ardid, que terminó con un alerta generado desde los negocios y el proceso de identificación en la comisaría Primera, puso bajo la lupa un instrumento tecnológico al que se recurre cada vez con mayor frecuencia en los tribunales penales de la Provincia.
Mientras se investiga el hecho, el primero en su tipo en 16 años, según el Servicio Penitenciario Bonaerense, desde este organismo se aseguró que el método de monitoreo electrónico del beneficio de la detención domiciliaria en medio de un proceso penal o una condena, es el más seguro.
Según la información oficial, en la Provincia hay 1.817 personas con la tobillera electrónica. Este sistema basado en el seguimiento remoto comenzó a utilizarse en 2002 y en los últimos años tuvo un fuerte impulso. Tanto, que prácticamente duplicó el número de beneficiarios en casi dos años y medio, desde diciembre de 2015. En ese momento había 974 tobilleras, para fines de 2016 se subió a 1.329 y a fines de 2017 se llegó a 1.677. Esto, sobre un total de 39.000 personas privadas de la libertad en la Provincia de Buenos Aires.
Del total de usuarios, un 81 por ciento son procesados y 19 por ciento ya tienen condena judicial. En tanto, en proporción por sexo, hay 8 hombres con este beneficio cada dos mujeres.
El caso de la oficial de policía que estaba detenida bajo este régimen pero se sacó la tobillera no es el único entre las transgresiones registradas en el sistema. Aproximadamente un 3 % de presos intenta evadirse de esa forma de prisión quitándose el transmisor o simplemente escapando de donde se le ordenó estar. El Director General de Coordinación del Servicio Penitenciario Bonaerense, Horacio Falcone, indicó que la aventura, en la mayoría de los casos termina rápido: “Más de la mitad es recapturado en horas o días”, dijo el funcionario y aseguró que “este es el sistema más efectivo” de control para la morigeración de la prisión preventiva o bien la mejora de las condiciones de cumplimiento de la condena.
El dispositivo, diseñado con la finalidad de brindar la posición de la persona que lo lleva, es vulnerable a la fuerza o un elemento cortante. En el Servicio Penitenciario se apuntó que alcanza con una tijera o un cuchillo de cocina para cortar el plástico del que está hecho el anillo. No obstante eso, las fuentes consultadas en el Gobierno Provincial coincidieron la confianza que genera con respecto a la inviolabilidad. “Es posible forzarla o romperla, pero no se puede sacar. Si ocurre algo así, como parece que sucedió en el caso de La Plata, lo más probable es que haya estado mal puesta”, analizó un especialista del Servicio.
En la hipótesis que se trazaron las autoridades de la Provincia, la oficial Vaca Guevara, habría recibido la tobillera con un defecto en la colocación. La mujer, de 37 años, accedió a la morigeración de la prisión, con detención domiciliaria monitoreada, cuando estaba en la Unidad 51 de Magdalena, procesada por encubrimiento y resistencia a la autoridad. Esa tarea la realizó un oficial de la Dirección de Monitoreo Electrónico, sobre el que ahora recaen sospechas: quedó ante un sumario en la fuerza, apartado de su trabajo. Sobre el final de la semana, cuando el caso tomó trascendencia, las autoridades penitenciarias de la Provincia se presentaron ante la UFI Nº 2, a cargo de la fiscal Betina Lacki, con un pedido de investigación en la Justicia sobre esa actuación. Entre otros puntos, buscan establecer si el oficial tenía relación con Vaca Guevara o la pareja de la mujer policía, también oficial del Servicio Penitenciario. Además, se informó desde el organismo que este agente ya no colocaba tobilleras desde hace varios meses porque lo habían enviado como guardia cárcel a la Unidad Nº 45 de Melchor Romero.

PARA ESTUDIAR O TRABAJAR

El monitoreo electrónico se usa también en una versión con movilidad. Son 52 detenidos o condenados a quienes se les permite moverse desde la cárcel o su casa hacia puntos prefijados, donde trabajan o estudian. Esos equipos cuentan con sistema de posicionamiento (GPS) que permite seguir los movimientos y detectar desviaciones. Cuando eso sucede, aparece una alarma en el centro de monitoreo de las tobilleras de toda la Provincia, que funciona en un edificio situado en 39 entre 4 y 5, de esta Ciudad.
El protocolo indica que desde allí debe partir un llamado telefónico al usuario, dedicado a obtener una primera explicación de esa alerta. La segunda llamada es al 911, para activar el envío de un patrullero. En contrapartida, si hay un problema técnico, un equipo dedicado al mantenimiento se presentará en el domicilio a cambiar la tobillera si hace falta.
Las fuentes consultadas aclararon que para acceder al sistema de morigeración de prisión con arresto o cumplimiento de condena en el domicilio, lo primero que hace falta es la orden de la Justicia. Del mismo modo, que para la colocación de la tobillera como dispositivo de control de los movimientos bajo ese régimen. En sus primeros años, el sistema requería contar con luz eléctrica en el domicilio y una línea telefónica. Los avances tecnológicos en las comunicaciones empujaron la incorporación del celular y del GPS. La tobillera está “sintonizada” con un dispositivo similar a un transmisor de Internet que también se instala en la casa y es la fuente de las señales que se reciben en central de monitoreo.

MIL ALARMAS POR DÍA

El Centro de Monitoreo revisa más de mil episodios por día de alarmas relacionadas con alertas. La luz roja en las pantallas de la Central de Monitoreo se enciende cuando detecta movimientos en horario no permitido (en casos en que los jueces dan autorización para trabajar o a estudiar), por corte de electricidad (el aparato tiene batería por 48 horas), apertura o corte de la tobillera, cuando el dispositivo no hace contacto con el cuerpo, cuando el aparato instalado en la vivienda es movido o desconectado, por baja carga de la batería (tiene una vigencia de 18 meses), por el no regreso o regreso tardío de una salida, por falta de mensaje de supervisión (el transmisor tiene un chip que manda señales en forma periódica y automática a la Central de Monitoreo). Según se indicó desde el Servicio Penitenciario, en su mayoría, las señales derivan de situaciones ajenas a la conducta de los usuarios.
En 16 años de uso, nunca se había presentado un caso como el de Vaca Guevara: un dispositivo que sale de la extremidad en que fue colocado, pero seguía emitiendo movimientos dentro de la casa, en lugar fijado, a través de un perro caniche. La particular situación se monta sobre una estadística general que indica medio centenar de intentos de fuga para el total de la población que accede a la tobillera. La mitad se resuelve rápido, según las autoridades penitenciarias, para quienes el episodio con la mujer Policía no muestra fallas en el sistema. Por ahora, en voz baja se deslizan sospechas con respecto a una mala colocación, adrede o no, de la tobillera. “El monitoreo mejora la supervisión. Este sistema permite un contralor y los números hablan por sí solos. Han pasado cientos y miles y las tasas de quebrantamiento son bajas, incluso en comparación con otros países”, indicó Falcone.
La tobillera que se usa en la Provincia fue diseñada fuera del país. El sistema Penitenciario tiene como proveedor a la empresa Surely S.A, con domicilio en capital federal. “Se usa tecnología desarrollada en Israel y los protocolos que usamos fueron homologados por expertos del IRAM y normas ISO (de calidad de procesos industriales y de servicios)”, apuntó Falcone.

MÁS BARATO QUE LA CÁRCEL

Los datos que mostraron las autoridades del Servicio Penitenciario indican un crecimiento sostenido del uso de la tobillera. Inicialmente, el monitoreo electrónico fue orientado al control de personas condenadas o en proceso, en situación de edad avanzada, con enfermedades terminales o embarazo.
La idea chocó con la realidad: “había muchos casos de condenados mayores a los que nadie quería cerca y mujeres que no reunían condiciones para tomar el beneficio”, apuntó una fuente del sistema carcelario. En la actualidad, el espectro se amplió a otros perfiles, fuera de la situación de riesgo que suponía la clasificación primaria. Según se explicó desde el organismo, la mayor parte de los usuarios afronta procesos o penas por delitos contra la propiedad.
El sistema de control aparece así como una alternativa a la cárcel, que los jueces utilizan cada vez con las intensidad y una opción a la exigencia tradicional de presentarse periódicamente en una comisaría. En el Servicio Penitenciario se calculaba que el costo de una persona dentro de una cárcel es más alto que el del monitoreo.
Horacio Falcone analizó que ente los factores de incremento de uso del sistema están “la mejora en la tecnificación y el incremento de la población carcelaria”, dijo y detalló que durante el año pasado, “la tasa de intercambio de ingreso y egreso (de personas privadas de la libertad) dio más de 3 mil más entre los que ingresaron con respecto a los que salieron”.