El Parlamento Europeo abre la puerta a regular el consumo de estos invertebrados como alimento humano, usual en países asiáticos y prohibico en países como España.
El consumo de insectos puede considerarse una alternativa a las fuentes nutricionales tradicionales pero, aunque son ricos en proteínas, el valor biológico de las mismas en ningún caso es comparable al de animales mayores, según destaca Luis Miguel Luengo, vocal del Área de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN).
Ayer viernes 16 el Parlamento Europeo votó la nueva regulación sobre alimentos e ingredientes que se pueden vender y consumir en la Unión Europea, entre los que se encuentran los insectos. Aunque su consumo puede resultar algo exótico en el mundo occidental, en muchos países asiáticos es bastante habitual.
De hecho si nos remontamos al año 2013 la FAO, agencia alimentaria de la ONU, consideró que estos animales deberían ser vistos incluso como «despensa» del futuro ante el crecimiento exponencial del hambre que existe en el planeta y la la Autoridad Europea para la Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés) empieza a considerar esa opción, ya que ha dado el primer paso con vistas a regular la comercialización de invertebrados terrestres para consumo humano. Millones de personas en África, Asia y América incluyen en su dieta más de 1.500 especies, según la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura.
Los más consumidos son algunas especies de saltamontes, hormigas o gusanos y, en función de la especie, su sabor y textura puede ser muy variado. Además, según datos del Fondo de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), complementan la dieta de aproximadamente 2.000 millones de personas.
El aporte nutricional está más que demostrado, ha explicado el doctor Luengo, que no obstante rechaza que puedan acabar sustituyendo otras fuentes proteicas ni ser la base de una dieta, «como tampoco se puede mantener una dieta a base de proteínas, ni de carne o pescado».
«El valor biológico depende de la proporción de aminoácidos esenciales que aporta», ha explicado este experto, que trabaja en la Unidad de Nutrición del Hospital Infanta Cristina de Badajoz, y aunque el esqueleto externo de estos insectos suele ser rico en aminoácidos, presentan una proporción alta de colágeno que hace que estos sean poco variados”.
Además, hay estudios que han demostrado que algunos de los componentes de su esqueleto externo son similares a los de algunos crustáceos que, al igual que estos, «teóricamente podrían contribuir a una menor absorción del colesterol».
No son una fuente nutricional de primer orden
Pero, en cualquier caso, y aunque pueden convertirse en una «alternativa cuando no hay fuentes proteicas de mayor calidad», Luengo está convencido de que su consumo en Europa seguirá siendo «por exotismo y no desde luego como fuente nutricional de primer orden». No obstante, ve necesario que se regule su consumo porque hasta ahora las reglamentaciones técnico-sanitarias «sólo hablan de los insectos para prevenir su contaminación a otros alimentos».
La experiencia en aquellos países donde su consumo es más habitual ha permitido ir seleccionando aquellas especies que son aptas para el consumo ya que, como recuerda Luengo, algunos insectos pueden ser incluso venenosos o tóxicos, por lo que confía en que la regulación precise qué especies se pueden consumir.
En cuanto a su preparación, este experto asegura que pueden consumirse crudos siempre que la especie de insecto no tenga un elemento tóxico en su organismo. «Eso debe analizarse antes de su autorización, porque en caso de presentar alguna toxina también hay que asegurarse que su eliminación es sensible a la temperatura», ha defendido.
La FAO, empeñada desde 2003
La FAO lleva trabajando desde 2003 en temas relativos a los insectos comestibles en numerosos países de todo el mundo. Las contribuciones de la FAO abarcan los siguientes ámbitos la generación y el intercambio de conocimientos a través de publicaciones, reuniones de expertos y un portal web sobre insectos comestibles; y la concienciación sobre el papel de los insectos a través de colaboraciones con los medios de comunicación (periódicos, revistas y televisión, entre otros).
Asimismo, la organización da apoyo a países miembros a través de proyectos en el terreno (por ejemplo, el Proyecto de Cooperación Técnica en Lao); y desarrollando interacciones multidisciplinares y de actuación en red (por ejemplo, partes interesadas que trabajan en cuestiones relacionadas con nutrición, piensos y legislación) en diversos sectores dentro y fuera de la FAO.