El dueño de la red social preguntó a sus usuarios en una encuesta si debía dejar el puesto y un 57% votó que sí.
Al final de uno de los días más agitados, que ya es decir, de sus casi dos meses al frente de Twitter, Elon Musk, que compró la compañía en octubre por 44.000 millones de dólares, escribió el domingo pasado el siguiente mensaje en la red social: “Como afirma el dicho, cuidado con lo que deseáis porque lo podríais conseguir”. Los usuarios de la red social desearon que aquel dimitiera como director ejecutivo y eso es exactamente lo que parece que han logrado, aunque con el tipo nunca se sabe. Según anunció a golpe de tuit este martes por la noche en la costa Este, su franja horaria favorita para lanzar bombazos informativos, Musk está listo para dejar el puesto. Lo hará “en cuanto encuentre a alguien lo suficiente estúpido para aceptar el trabajo”. “Después de eso, solo mandaré sobre los equipos de software y de servidores [tecnológicos]”, añadió.
El magnate cumplía así su promesa de “aceptar los resultados” de una encuesta lanzada entre sus más de 122 millones de seguidores aquel domingo, que Musk pasó en Qatar en la final del Mundial de fútbol y en compañía del yerno de Donald Trump, Jared Kushner. En ella, les preguntaba: “¿Debería renunciar como jefe de Twitter?”. Votaron 17.503.391 cuentas. Un 57% lo hizo a favor de su dimisión.
Todo había empezado por la mañana, con el último cambio de las políticas de uso de la plataforma, que anunció ese domingo que sus usuarios ya no podrían enlazar a Facebook o Instagram, propiedad de la Meta de Mark Zuckerberg, así como a otras plataformas como Mastodon o Truth Social. La prohibición generó tantas críticas, incluso por parte de los acérrimos defensores del segundo hombre más rico del planeta, que Musk se echó atrás y convocó la famosa votación.
Una vez se conocieron los resultados, la cosa entró en un impasse. El lunes se fue en promocionar logros de sus otras dos niñas bonitas: la fabricante de coches eléctricos Tesla y la aeronáutica espacial SpaceX. También en amagar con un cambio en el sistema de encuestas para que solo puedan votar los usuarios de pago y en airear los hallazgos de la serie de filtraciones conocidas como Twitter Files, una serie de documentos internos de la compañía sobre el modo en el que esta gestionó los escándalos de Hunter Biden, hijo del presidente Joe Biden, a raíz de sus turbios negocios en el extranjero. Además, tuiteó: “La cuestión no es encontrar a un presidente ejecutivo, la cuestión es encontrar a un presidente ejecutivo que pueda mantener Twitter con vida”.
Finalmente, el martes, día en el que algunos medios estadounidenses informaron sobre su “búsqueda activa” de un ejecutivo capaz de sucederle y este se mofó de esas informaciones, se pronunció sobre el elefante en la habitación: había preguntado a sus clientes si lo querían al frente de la compañía o no y estos habían sido tajantes en su respuesta.
Una de las frases más usadas por Musk durante estas primeras semanas al frente dice: “Vox populi, vox Dei”. La pedante expresión en latín (que se puede traducir por “la voz del pueblo es la voz de Dios”) le ha servido para introducir, desde su adquisición de Twitter el 27 de octubre, las encuestas que ha ido usando para tomar decisiones trascendentales de gestión corporativa. La ocasión más sonada fue cuando readmitió al expresidente estadounidense Donald Trump, suspendido por incitar a la violencia durante el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 (este ha declinado hasta el momento la invitación, pues tiene su propia red social que promocionar, Truth).
También preguntó cuándo debían volver los 10 periodistas expulsados hace una semana y sin previo aviso por informar sobre una cuenta llamada @ElonJet, que rastreaba los vuelos de su avión privado. Ahí las opciones eran: inmediatamente o en siete días. El pueblo dijo que no había tiempo que perder. Aquella decisión causó una airada reacción global, que incluyó a organismos como la ONU o la Unión Europea, que amenazó con sanciones, así como de asociaciones en defensa de la libertad de prensa. El último sondeo llegó este mismo martes, cuando Musk consultó sobre el apoyo a la ley ómnibus, iniciativa demócrata que se cocina estos días en el Congreso estadounidense, que prevé un gasto del 1.700 millones de dólares para el próximo año (con casi 1,3 millones de votos, el 76% dijo no a la inversión).
Con alguien como Musk, es difícil saber qué implicaciones tendrá su dimisión, si es que llega, como director ejecutivo de Twitter. Lo único claro es que seguirá siendo su único dueño: tras hacerse con la compañía, la excluyó del mercado. Si encuentra “a alguien lo suficientemente estúpido para aceptar el trabajo” (de momento, unos cuantos ya se han postulado públicamente en la red social), tampoco es fácil adivinar de cuánta libertad dispondrá ese “alguien” en su desempeño.
Tras su llegada a la tecnológica, el nuevo propietario se ha deshecho del 70% de los 7.500 empleados. Los primeros en desfilar hacia la puerta de salida fueron los más altos ejecutivos en la jerarquía de la empresa. La última ronda de 50 despidos llegó el pasado viernes.