El fallecido obispo hizo gestiones para cerrar el trato; parte del dinero debía ser devuelto
Todo comenzó con una llamada tan inesperada como urgente. “Soy el obispo Di Monte, usted seguramente sintió hablar de mí. ¿Cuándo podría verlo? ¡Cuanto antes, mejor!” Así empieza la historia que comparten un hombre de la Iglesia, que ofició de intermediario del gobierno kirchnerista, y el heredero del general Juan Domingo Perón. El apuro tenía justificación: una oferta por 100 millones de dólares.
El obispo fallecido, que solía tejer una relación muy estrecha con el kirchnerismo y dirigía el monasterio de General Rodríguez que eligió el ex secretario de Obras Públicas José López para lanzar millones de dólares, fue el enviado del gobierno de Cristina Kirchner para comprar la herencia de Perón por 100 millones de dólares, aunque para cerrar la operación Di Monte exigía la devolución de 70 millones.
Rubén Héctor Di Monte no quería perder tiempo. Sus mandantes, funcionarios de primer nivel entre los que identificó al ex ministro de Planificación Julio De Vido, necesitaban una respuesta inmediata, según relató a LA NACION Mario Rotundo, quien fue colaborador de Perón durante los últimos años de su exilio en Madrid y su heredero.
“Hay gente en el Gobierno que está muy interesada en los bienes. Sería bueno que alguien hiciera algo con todo lo que usted tiene”, le dijo Di Monte, siempre según el relato de Rotundo.
El primer encuentro se realizó en el Café Fenicia, situado en Santa Fe y Carlos Pellegrini, en el centro porteño, a metros de donde estaba la Fundación por la Paz y la Amistad de los Pueblos (Funpaz), que preside Rotundo.
“Después de dar varias vueltas, me dijo que estarían dispuestos [por Julio De Vido y Néstor Kirchner, entre otros] a poner 100 millones de dólares. Treinta para la fundación y los otros 70 había que devolverlos inmediatamente”, contó a LA NACION Rotundo, quien creó hace 30 años Funpaz.
Ante la mirada atónita de su interlocutor, Di Monte se justificó: “La política es así, siempre hay que pensar en la política. Usted estará feliz de que el patrimonio de Perón quede en el país”.
La segunda reunión, ambas en 2010, unos meses antes de la muerte de Kirchner, se produjo en la fundación, en Carlos Pellegrini 1079. Di Monte presionó por cerrar la operación, pero Rotundo se negó a cederle los bienes de Perón bajo su custodia.
La herencia de Perón siempre fue un botín de guerra para el peronismo. Tal es el valor para el acervo nacional que desde el Partido Justicialista siempre se consideró la posibilidad de que el Congreso de la Nación dictara una ley para recuperar los bienes del ex presidente y así crear un museo en su recuerdo. Nunca nada de esto prosperó.
Otros interesados
Di Monte no fue el único que quiso acceder a los bienes en nombre del kirchnerismo. Hubo otros emisarios que también fracasaron en el intento. El primero en dar ese paso fue Juan Bontempo, en ese entonces subcoordinador de Asuntos Técnicos de la Unidad Presidente de Presidencia de la Nación, según la tarjeta personal que le entregó a Rotundo.
Fueron en total nueve reuniones en la Casa Rosada, en 2009. Todo estaba listo para cerrar la operación por unos 25 millones de dólares, pero hubo un hecho que cambió todo. Las elecciones legislativas de 2009, en las que Kirchner, Daniel Scioli y Sergio Massa perdieron contra Francisco de Narváez.
“Néstor no va a hacer la operación. Está enojado con el peronismo, ahora hay que esperar?”, le dijo Bontempo en la última reunión, después de los comicios, en la Casa de Gobierno.
Tras ese fracaso, llegó el tiempo para un nuevo intento. En esta oportunidad el que se acercó a Rotundo fue Ricardo Barreiro, conocido como “el jardinero” de la familia Kirchner. Lo hizo a través de una amiga en común, la periodista Mónica D’Assisi, que confirmó el encuentro a LA NACION. La reunión fue el 4 de mayo de 2010, día en el que Kirchner había logrado el respaldo para ser elegido secretario general de la Unasur. La negociación también naufragó por decisión del ex presidente. Poco tiempo después entraría en escena Di Monte, un personaje especial.
“Di Monte fue amigo del poder, de los militares, de Carlos Menem y del matrimonio Kirchner. Esa habilidad no es la que más beneficia hoy a la Iglesia”, dijo hace unos días el arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Agustín Radrizzani.
Radrizzani dejó al descubierto parte de la pesada herencia que le dejó su antecesor, quien falleció hace dos meses, a los 84 años. El monasterio que ayudó a construir Di Monte, el lugar que eligió para que descansen sus restos, es investigado por la Justicia para ver si sirvió de refugio para esconder dinero. Incluso, recientemente, se descubrieron varias bóvedas en el lugar, que las monjas que allí viven identificaron como “criptas”.
Hasta ese lugar viajó López, mano derecha de De Vido durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, la madrugada en la que dejó al desnudó parte del entramado de corrupción de los últimos años.
Otro de los hechos que más vinculan a Di Monte con el gobierno kirchnerista es la restauración de la Basílica de Luján, la primera obra pública licitada por el gobierno de Néstor Kirchner . Se ejecutó en tres etapas, en un período de diez años (2003-2013), con un presupuesto acumulado de $ 70 millones y que levantó numerosas sospechas durante su ejecución.